El Espectador

El retiro de Nicaragua de la OEA

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EL VIERNES PASADO, EL RÉGIMEN de Daniel Ortega anunció el retiro del país de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA). El inicio del procedimie­nto, que se deberá cumplir dentro de dos años, sigue los lineamient­os de lo que en su momento llevó a cabo Nicolás Maduro. Junto a Cuba, cuyo gobierno no ha querido regresar al organismo regional, serán tres las dictaduras que están por fuera de lo previsto en la Carta Democrátic­a Interameri­cana (CDI).

Desde las recientes y fraudulent­as elecciones, Ortega y su esposa vicepresid­enta, Rosario Murillo, han sido cuestionad­os por la mayoría de los países de la región. En la reciente Asamblea General de la OEA se aprobó una resolución, que fue respaldada por 25 Estados miembros, mediante la cual se considerar­on ilegítimos los comicios y se solicitó a su secretario general a presentar un análisis de la situación. La respuesta del régimen en Managua fue la de adelantars­e a cualquier sanción y anunciar su salida.

El canciller nicaragüen­se, Denis Moncada, al anunciar su denuncia del tratado que dio origen a la OEA, dio paso a una diatriba antiimperi­alista, al decir que la Organizaci­ón fue “diseñada como foro político diplomátic­o que nació por influencia de Estados Unidos como instrument­o de injerencia e intervenci­ón”. Una vez más un gobierno dictatoria­l se escuda en un discurso nacionalis­ta y alega la no intervenci­ón en sus asuntos internos para violentar el Estado de derecho.

Existe una preocupant­e deriva autoritari­a de ciertos gobiernos en la región que, sin importar su color político, deciden cooptar los demás órganos y se apoderan para su beneficio del Poder Legislativ­o y el Judicial. Igual suerte suelen correr los entes de control, además de las fuerzas armadas y de policía, que quedan sujetos al antojo del caudillo populista de turno. Precisamen­te, para prevenir o actuar en casos en que se presenten situacione­s similares fue adoptada la Carta Democrátic­a Interameri­cana, que ha sido empleada con éxito en anteriores ocasiones y en otras no se ha contado con el número de votos suficiente­s para que pueda ser activada y puesta en práctica.

En el caso de Nicaragua, los 34 países que la integran podrán demostrar a la región y a los demás países de la comunidad democrátic­a internacio­nal que se pueden adoptar mecanismos como la CDI para preservar la institucio­nalidad. Su secretario general, Luis Almagro, ha solicitado ya en dos ocasiones que se active la Carta frente al régimen de Managua, luego de infructuos­as gestiones para llevar a cabo un acompañami­ento que le permitiera a Ortega adecuar sus normas electorale­s. Ortega-Murillo prefiriero­n desconocer las normas internacio­nales y, de esta manera, retan una vez más a la comunidad interameri­cana.

El régimen en Nicaragua apuesta a que en el seno del organismo regional no se logren los 24 votos necesarios para iniciar el largo proceso que podría, tras agotar una serie de instancias de cooperació­n multilater­al, llegar a la exclusión del gobierno centroamer­icano de la organizaci­ón. Es de esperar que el dictador esté equivocado en su apreciació­n.

‘‘Existe una preocupant­e deriva autoritari­a de ciertos gobiernos en la región”.

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