Política ambiental que va en serio
LA CUMBRE CLIMÁTICA DE GLASGOW fue calificada como un fracaso. Un fracaso porque lo definido quedó lejos de plantear obligaciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para los más decepcionados: otro encuentro pomposo de orden global alrededor de desafíos cruciales de la humanidad con conclusiones inocuas. Esa ha sido la línea de muchas opiniones sobre el tema.
Pero al dejar de lado la ingenuidad de imaginar que semejantes acuerdos se alcanzan de repente, vale la pena reconocer el creciente impacto político de la evidencia científica y las movilizaciones ciudadanas que resultan en demandas de acciones contundentes para proteger el medio ambiente.
Dirán los escépticos que eso no basta en medio de la urgencia; sin embargo, hay un ejemplo reciente que sorprende precisamente por su contundencia. Solo dos semanas después de la cumbre de Glasgow la Unión Europea anunció la iniciativa de prohibir las importaciones de carne, aceite de palma, cacao, soja, café y madera que están ligadas a la deforestación. Si esto le hace pensar al lector en altísimos costos económicos para los países en desarrollo y en las exportaciones de algún país cafetero, no se trata solamente de una buena intuición, está en lo correcto.
Países como Colombia, que asumieron que el plazo para detener el daño ambiental (por las buenas) se podía seguir alargando, tendrán ahora que tomar el tema muy en serio (por las malas) si no quieren sufrir los costos. Y eso significa mucho más que ratificar compromisos de deforestación cero en 2030, como lo hizo Colombia en la cumbre de Glasgow. De hecho, un reporte del International Crisis Group ya puso en duda la posibilidad de cumplimiento de esa meta.
La deforestación —que, entre muchos problemas, contribuye a los niveles atmosféricos de dióxido de carbono— es un asunto socioeconómico y ambiental profundo que crece con el narcotráfico y los cultivos de coca, la ganadería, la industria maderera, la minería ilegal y el desplazamiento forzado de campesinos. Su solución debe ser integral y pasa incluso por la debida implementación del Acuerdo de Paz, con presencia estatal y legitimidad institucional. Una política integral de desarrollo social y productivo ambientalmente sostenible, por complicada que suene, tendrá que ser el estándar mínimo necesario.
Con la prohibición de esas importaciones (que además puede ser extendida a otros productos y objetivos), estamos ante la medida más seria de política exterior con impacto económico y ambiental en la historia de Colombia, independientemente de que las motivaciones sean únicamente de carácter ambiental o que vengan con uno que otro interés proteccionista de algunos grupos de la Unión Europea. Al fin y al cabo, nada mejor que los incentivos económicos para transformar lo que no se puede con leyes, decretos o convenios internacionales de sala de conferencia. Y que no se olvide que los europeos están dispuestos a pagar más caro por esos bienes para reducir la deforestación. Nada pomposo. Nada inocuo. Para tomar muy en serio en la estrategia de desarrollo productivo del país.
Coletilla. Mi hijo menor me escuchó hablar de cacao y me recomendó un documental de Deutsche Welle para entender que el chocolate puede ser amargo.