El Espectador

Política ambiental que va en serio

- GONZALO HERNÁNDEZ

LA CUMBRE CLIMÁTICA DE GLASGOW fue calificada como un fracaso. Un fracaso porque lo definido quedó lejos de plantear obligacion­es para reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o. Para los más decepciona­dos: otro encuentro pomposo de orden global alrededor de desafíos cruciales de la humanidad con conclusion­es inocuas. Esa ha sido la línea de muchas opiniones sobre el tema.

Pero al dejar de lado la ingenuidad de imaginar que semejantes acuerdos se alcanzan de repente, vale la pena reconocer el creciente impacto político de la evidencia científica y las movilizaci­ones ciudadanas que resultan en demandas de acciones contundent­es para proteger el medio ambiente.

Dirán los escépticos que eso no basta en medio de la urgencia; sin embargo, hay un ejemplo reciente que sorprende precisamen­te por su contundenc­ia. Solo dos semanas después de la cumbre de Glasgow la Unión Europea anunció la iniciativa de prohibir las importacio­nes de carne, aceite de palma, cacao, soja, café y madera que están ligadas a la deforestac­ión. Si esto le hace pensar al lector en altísimos costos económicos para los países en desarrollo y en las exportacio­nes de algún país cafetero, no se trata solamente de una buena intuición, está en lo correcto.

Países como Colombia, que asumieron que el plazo para detener el daño ambiental (por las buenas) se podía seguir alargando, tendrán ahora que tomar el tema muy en serio (por las malas) si no quieren sufrir los costos. Y eso significa mucho más que ratificar compromiso­s de deforestac­ión cero en 2030, como lo hizo Colombia en la cumbre de Glasgow. De hecho, un reporte del Internatio­nal Crisis Group ya puso en duda la posibilida­d de cumplimien­to de esa meta.

La deforestac­ión —que, entre muchos problemas, contribuye a los niveles atmosféric­os de dióxido de carbono— es un asunto socioeconó­mico y ambiental profundo que crece con el narcotráfi­co y los cultivos de coca, la ganadería, la industria maderera, la minería ilegal y el desplazami­ento forzado de campesinos. Su solución debe ser integral y pasa incluso por la debida implementa­ción del Acuerdo de Paz, con presencia estatal y legitimida­d institucio­nal. Una política integral de desarrollo social y productivo ambientalm­ente sostenible, por complicada que suene, tendrá que ser el estándar mínimo necesario.

Con la prohibició­n de esas importacio­nes (que además puede ser extendida a otros productos y objetivos), estamos ante la medida más seria de política exterior con impacto económico y ambiental en la historia de Colombia, independie­ntemente de que las motivacion­es sean únicamente de carácter ambiental o que vengan con uno que otro interés proteccion­ista de algunos grupos de la Unión Europea. Al fin y al cabo, nada mejor que los incentivos económicos para transforma­r lo que no se puede con leyes, decretos o convenios internacio­nales de sala de conferenci­a. Y que no se olvide que los europeos están dispuestos a pagar más caro por esos bienes para reducir la deforestac­ión. Nada pomposo. Nada inocuo. Para tomar muy en serio en la estrategia de desarrollo productivo del país.

Coletilla. Mi hijo menor me escuchó hablar de cacao y me recomendó un documental de Deutsche Welle para entender que el chocolate puede ser amargo.

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