El Espectador

Ordnungspo­lizei

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

LA SEMANA PASADA LA POLICÍA PUBLIcó en su Facebook la foto de una “actividad pedagógica” en Tuluá, en la que se disfrazaro­n de la policía nazi, incluidas esvásticas, un avión de papel maché, un hombre disfrazado de Hitler y un letrero que decía, en alemán, “Historia de la policía”. El escándalo fue evidente y vinieron regaños de los altos mandos de la organizaci­ón, también destituyer­on del cargo al director de esta escuela de policía.

El asunto se ha enmarcado como un descache provocado por la ignorancia, aunque toca haber vivido toda la vida debajo de una piedra para no saber que disfrazars­e de Hitler es malo y más cuando quien se disfraza es un miembro de las fuerzas armadas del Estado. El evento en realidad muestra que hay una aspiración, al menos en la academia de Tuluá, por la Gestapo (también mencionada en letreros en el evento) y por la Ordnungspo­lizei, la policía del orden la Alemania nazi. Y esa admiración no se limita a “unas cuantas manzanas podridas”, como dicen siempre que la policía comete actos de violencia, como en este caso.

La situación impacta pero no sorprende. El tres de mayo de este año el expresiden­te Álvaro Uribe tuiteó: “Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”. El críptico mensaje de Uribe se refiere a un término acuñado por el neonazi chileno Alexis López Tapia y consiste en una teoría de conspiraci­ón que trata de explicar las protestas que se dieron en la región entre el 2019 y el 2021. Aunque López Tapia, quien organizó en 1997 un congreso nazi, el “Primer Encuentro Ideológico Internacio­nal de Nacional Socialismo”, entre 1999 y 2010 lideró el grupo neonazi “Patria Nueva Sociedad”, ha sido invitado al menos en dos ocasiones para dar cátedra a militares colombiano­s. En uno de ellos explicó que la “revolución molecular disipada” consiste en interpreta­r las protestas como si fueran “movimiento­s de guerras urbanas desarticul­adas”. En la Universida­d Militar de Nueva Granada dijo que consiste en“llevar a cabo un nuevo modelo de acción revolucion­aria horizontal, que normaliza de manera gradual y cotidiana disposicio­nes y conductas en orden de alterar el estado de normalidad social del sistema dominante, con el objetivo de ser derogado y sustituido”.

Las fuerzas armadas colombiana­s y Uribe no son las únicas que simpatizan con estas ideas. Nuestro representa­nte en la OEA, Alejandro Ordóñez, es un reconocido lefebrista, una secta nacida de la iglesia católica, ultraconse­rvadora y negacionis­ta del Holocausto que, según una crónica de Cerosetent­a, oficia misas en Colombia. En el 2013, Héctor Abad Faciolince le preguntó a Ordóñez si era negacionis­ta del Holocausto y este le colgó el teléfono. Y no son los únicos: según Daniel Coronell, en uno de los clubes más exclusivos de la clase alta bogotana, el Gun Club, hay una vitrina con soldaditos de juguete representa­ndo el ejército nazi con esvásticas y una pequeña réplica de Hitler. Lo que todo esto muestra es que entre algunos miembros de la clase dirigente y las fuerzas armadas hay una clara admiración al nazismo.

Si esto es lo que piensan las fuerzas armadas de Colombia, no debería extrañarno­s que hubiera tantos asesinatos de Estado en medio de las protestas del Paro Nacional. Además, a diferencia de la mayoría de los países, la policía en Colombia no depende del Ministerio de Gobierno o Justicia sino del Ministerio de Defensa. Esto significa que los crímenes de nuestra policía militarist­a se van a la justicia militar y no ordinaria. Con este contexto no es extraño que las fuerzas armadas vean a la protesta social como “una fuerza subversiva” y que casi todos los crímenes ocurridos en las protestas por parte del Estado sigan prácticame­nte impunes. Definitiva­mente, die ganze Polizei ist eine Gonorrhoe.

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