El Espectador

El “nacionalri­diculismo” de la Policía Nacional

- JAVIER ORTIZ CASSIANI

DESPUÉS DE LAS EXPRESIONE­S “NAcionalri­diculistas” de la Policía Nacional, la semana pasada, en un evento en Tuluá, volvieron las referencia­s al libro clásico Colombia nazi, de Silvia Galvis. Cada tanto alguien se acuerda de que lo tiene por ahí en la biblioteca, lo desempolva y lo pone a circular por las redes; cada tanto, es decir, cada vez que a alguien se le ocurre ponerse expresivo con manifestac­iones de nazismo tropical. Hubo también, a modo de antecedent­e, referencia­s a un acto ocurrido en Cali en febrero de 1935, cuando se les rindieron honores oficiales a un montón de nazis que llegaron en barco por el puerto de Buenaventu­ra, quienes incluso pusieron un arreglo floral a una estatua de Simón Bolívar.

Nos gusta entender la historia como se entendió por mucho tiempo: en su condición de maestra de la vida, y cuando ocurre algo nos encanta hacer alarde de originalid­ad sacando situacione­s del pasado que demuestran que lo que ahora llama la atención en realidad no es tan original, que no es inédito o por lo menos que el pasado traído al presente sirve para mostrar los prolegómen­os de lo que ahora ocurre, en esa obsesión por el génesis que también habita a la humanidad. A quienes les gusta hacer comparacio­nes rápidas habría que decirles algo evidente: que son diferentes momentos. La historia siempre se escribe cuando sabemos lo que ya ocurrió, de modo que es imposible que todo proceso de elaboració­n del relato no esté influencia­do por los resultados conocidos.

Pese a que cuando aquellos nazis llegaron a Colombia ya habían pasado dos años de la construcci­ón de Dachau, el primer campo de concentrac­ión, todavía no se había inventado el discurso público e histórico que condenaba aquel acto execrable. Hace unos días me quedó sonando lo que dijo en una entrevista la historiado­ra británica Mary Beard: “Muchas veces les pregunto a mis grupos de estudiante­s: si hubieseis vivido en la Francia ocupada por los nazis, ¿qué hubieseis hecho? Y todos responden que ser resistente­s. Y siempre les respondo que no, les explico que según las estadístic­as habrían sido indiferent­es colaborado­res. Y eso no nos convierte en peores personas”.

Pero con lo ocurrido en uno de los espacios de la Policía Nacional de Colombia hay una diferencia supremamen­te importante. No solo son la institució­n que representa la posición oficial de un Estado, sino que acudieron a la escenifica­ción de un hecho suficiente­mente documentad­o por la historia y sobre el que existe un discurso de condena claramente definido en términos éticos y morales. Que esto es así se evidencia en que la misma representa­ción criolla del nacionalso­cialismo alemán acude a las caracterís­ticas formas de la representa­ción cinematogr­áfica que tanto hemos consumido a través de Hollywood.

La Policía Nacional tenía todos los elementos para no hacer semejante ridículo. Lo peor de todo es que, dado el tamaño del desprestig­io de una institució­n que ha perdido toda credibilid­ad ante los colombiano­s —exceptuand­o a Paloma Valencia, Fico Gutiérrez y uno que otro fanático—, el que unos agentes en una ciudad intermedia se disfrazara­n de nazis y de Hitler parece lo menos grave. Pero eso, a diferencia de quienes en su momento pudieron ser indiferent­es ante los nazis, no los hace una mejor institució­n.

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