Es clave distinguir entre ayudas
TENIENDO EN CUENTA LA DESBORDANTE actualidad informativa, es de agradecer que las noticias de El Espectador den cobertura a esa Colombia diversa y maravillosa.
Es una época complicada para quienes no renuncian a ejercer el periodismo y para tantos otros profesionales, como los de la salud.
Dicho eso, la tentación de recurrir a las estadísticas macro es garantía de perder el foco. Ese es el peligro en el caso de Providencia y tantos lugares únicos del país. Debemos recordar siempre que es y ha sido su gente, y esperemos que pueda seguir siéndolo, la que ha permitido esa maravillosa diversidad que es Colombia.
Como compartía con algunas de vuestras periodistas desde aquí mi agradecimiento, es fundamental entender y respetar lo mucho, bueno y único que Providencia representa.
Lo explicaba alguien muy estimado en un diario local: hay muchos factores en el presente y en el futuro de Providencia que no se están gestionando bien, con un enfoque de megaobra.
¿Cómo trataría de explicarlo? Es como si yo me hubiese fracturado la cadera y la tutela y ayuda domiciliaria supusieran que hubiese en mi vivienda, digamos modesta y pensada para máximo cuatro personas, 80 personas permanentemente. Puede uno imaginarse lo complicado de la situación, desde la gestión de las camas como en un submarino, aun recurriendo a los colchones en el suelo. Pero imaginemos tan solo la acumulación de basuras… Máxime si quienes habitan en mi casa para ayudarme asumen que yo, con mi cadera rota, debería hacerme cargo de estas y otras gestiones.
Es un poco como la escena de cine clásico de “Más madera” de los hermanos Marx, donde el objetivo es tratar que un tren vaya lo más rápido posible, pero sin tener muy claro adónde va o a costa de qué se está tratando que vaya más rápido.
Providencia, su gente, su cultura y su entorno son el resultado de una sabiduría ancestral. Retomando las referencias cinematográficas, Providencia sería Polifemo y Colombia, Alfa Centauri, en el universo Avatar.
Es clave distinguir entre ayudas y ayudas. Que los fondos de recuperación sean el caballo de Troya de proyectos extractivos es como disfrazar de ONG a un “gota a gota”.
Desde las más altas instancias deben tratar de comprender que no todo se puede planificar con base en el volumen de concesiones mineras, madereras, inmobiliarias… por muy tentadores que puedan ser los cantos de sirena basados en una rápida inyección económica.
Si una empresa tuviese la capacidad de saturar de metales pesados el agua de la mayoría de los colombianos, no habría proyecto que pudiera compensar al país por semejante daño que deberían asumir generaciones en su salud y en su bolsillo para sufragar los impuestos que el sistema sanitario demandaría para atender a millones de colombianos.
Puede que algunas de mis expresiones suenen raras, el motivo es el “hablar con la Z”, espero que no lo tengan en cuenta para prestar más o menos atención. Soy solo uno más, pero que ama su tierrita. ¡No dejen de cuidarla, para que ella los siga cuidando a todos!