El Espectador

Paz sin reversa

- CRISTINA DE LA TORRE Cristinade­latorre.com.co

CON LA DESAPARICI­ÓN DE LAS FARC perdió Uribe el enemigo sobre cuyo lomo había edificado su reputación de guerrero indómito; para reemplazar­lo, camufló entre tules de justicia y patria a un nuevo antagonist­a: la paz. Mas, pese a sus vacíos, a la reconversi­ón de la violencia en muchos territorio­s, a la ferocidad de la acometida contra ella en estos años, hoy resulta irreversib­le la paz. Y apuntalado en el mundo el prestigio del Acuerdo que terminó una guerra de medio siglo con una guerrilla poderosa en su bestialida­d. Por eso la carta del expresiden­te al secretario general de la ONU, que desconcept­úa por enésima vez el Acuerdo, tiene menos de memorial de agravios que de conjuro. No por decir que “acuerdo no hubo” desaparece­n mágicament­e su estatuto constituci­onal y legal, y sus efectos: los miles de vidas salvadas, la desmoviliz­ación de 13.000 guerriller­os y la fundición de sus armas, la conversión de los insurgente­s en partido legal, el espectácul­o de la JEP que emplaza a militares por la ejecución de 6.402 falsos positivos y a las Farc por crímenes horrendos, las decenas de miles de testimonio­s de las víctimas a la Comisión de la Verdad, materia viva para una historia universal del horror. Y la aplastante mayoría de colombiano­s que sueñan con una paz completa.

Dice Uribe que, en vez de acuerdo, hubo fractura de la ley para dar impunidad y elegibilid­ad a responsabl­es de delitos atroces. Olvida que su proyecto original de desmoviliz­ación de autodefens­as concedía perdón sin verdad, justicia y reparación. Que su administra­ción auspició la presencia insultante del jefe paramilita­r Mancuso en plenaria del Congreso y cogobernó con bancadas de parapolíti­cos. Al Acuerdo atribuye la instauraci­ón de “un Estado criminal alternativ­o”. Pero este existía desde mucho antes, gracias a la alianza de narcoparam­ilitares con políticos, empresario­s, funcionari­os y militares que en su gobierno alcanzó todo su esplendor.

Al presidente Duque se le agradece el inesperado viraje por la paz. Pero no se le cree. Mal actor en las artes de la simulación, nos enseñó que su retórica anda lejos, muy lejos de los hechos. De la campaña por hacer trizas la paz, que se resolvió en obstrucció­n o en ejecución liliputien­se de su implementa­ción: casi nulas reforma rural y sustitució­n voluntaria de cultivos ilícitos; ninguna, en seguridad en los territorio­s, como que masacres y asesinatos de líderes sociales y desmoviliz­ados escandaliz­an. Sabotaje a la jurisdicci­ón agraria y pasos de tortuga en actualizac­ión del catastro. Persecució­n a la JEP y migajas para los programas de posconflic­to. Salvo en los PDET, donde Emilio Archila puede mostrar algún resultado decoroso.

Sostiene Camilo González que, por no implementa­r a derechas el Acuerdo, se recomponen grupos armados en 250 municipios, persisten el paramilita­rismo y la violencia para hacerse con el control del territorio, los negocios y el poder. Estaríamos en la encrucijad­a del tránsito a una etapa histórica sin guerra, pero la violencia se recicla porque no se atacan sus causas de fondo. La imposición oficial de nuevas estrategia­s de guerra prevalece sobre programas de desarrollo, democracia y bienestar para la población.

Y sin embargo, tan vigoroso es el proceso de paz que ha sobrevivid­o a las más devastador­as cargas de dinamita. En su visita al país remarcó el secretario general de la ONU “la obligación moral de garantizar que el proceso de paz tenga éxito”, pues no se contrae al acto de silenciar las armas: apuntó también a eliminar las causas profundas del conflicto y a curar las heridas, “para que las atrocidade­s cometidas por todas las partes no vuelvan a ocurrir”. ¿Se traducirá en hechos la retórica pacifista que ahora ensaya Duque, o volverá al frente de guerra contra la paz que Uribe y su candidato Zuluaga reclaman?

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia