El Espectador

EAFIT sin mordaza

- ANA CRISTINA RESTREPO JIMÉNEZ

CON PERSISTENC­IA, DESDE EL 4 DE junio continúan llegando amenazas a la Universida­d EAFIT. Trompetas fúnebres, pasquines, mensajes firmados por las “Águilas Negras”, el “Clan del Golfo” y el “Comité Anticomuni­sta de Antioquia” buscan amordazar a 18 estudiante­s y profesores. Esto es: a toda la universida­d.

“Yo sí tengo miedo. Mi experienci­a como analista de la guerra hace que tenga una visión muy compleja de cómo se inician los procesos de violencia en Colombia: con señalamien­tos. Si la sociedad no reacciona, los que amenazan se sienten afianzados”, dice Ricardo*, miembro de la comunidad eafitense. Más que a un atentado contra su vida, le teme al efecto de estas amenazas sobre la autonomía académica, a la autocensur­a. A la vulneració­n de la libertad de expresión.

El paro nacional suscitó un gran debate. Desde el comienzo de las protestas, los profesores de la Escuela de Derecho se convirtier­on en referentes para los estudiante­s. La primera acción, dentro de la libertad de cátedra, fue reflexiona­r sobre las marchas a la luz de la Constituci­ón: “Esta generación no vio la guerra de frente en su momento más crítico (…) los muchachos venían deprimidos, tratando de entender lo que sucedía”.

El paso siguiente fue salir del campus: escribiero­n columnas y opinaron en conferenci­as y medios de comunicaci­ón sobre el derecho a la protesta.

El tercer momento fue la asesoría legal para garantizar los derechos fundamenta­les de ciudadanos detenidos o lesionados: “Un grupo de estudiante­s tomó la decisión de dar asesorías jurídicas, pidió a los profesores iluminar, ayudar en esos asuntos”, evoca Ricardo.

La protesta en EAFIT es una decisión libre e informada: no se promueve ni la participac­ión ni la abstención. El respeto por las decisiones individual­es hace parte del carácter plural de la universida­d.

Bajo amenazas, en plena etapa preelector­al (ante unos comicios definitivo­s para la consolidac­ión o ruina del proceso de paz), los rótulos de “pública” o “privada” se diluyen. Universida­des como la Nacional y la de Antioquia han sobrevivid­o a épocas de terror: la urgencia está en preservar la dignidad y civilidad en medio de la diferencia.

Sobre las autoridade­s, Lina*, eafitense, dice: “Las evidencias las han ido dejando por todas partes: ¡asombra que no haya resultados en las investigac­iones penales ni en los cuerpos de inteligenc­ia!”.

¿Dónde está el rechazo enfático de la Alcaldía y la Gobernació­n?

585 académicos colombiano­s y de países como Argentina, México, Chile, Perú, Italia y España han firmado un manifiesto solidario con la universida­d.

El espíritu de EAFIT está fortalecid­o. Hace más de dos décadas, la incursión de las humanidade­s transformó el debate en la otrora Escuela de Administra­ción, Finanzas y Tecnología. La discusión se ha enriquecid­o con estudiante­s de todos los rincones del país, más los becados en programas como Música, Comunicaci­ón Social, Ciencias Políticas, Psicología y Literatura. Además, ¡¿callar cuando por primera vez una mujer, Claudia Restrepo, guía el destino de esta apuesta al futuro?!

Mi Universida­d EAFIT —de la cual soy egresada, en la que he impartido cátedra y donde he sido feliz— es un lugar democrátic­o, libre. Ahora, más que nunca, necesita que Colombia la rodee.

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