El Espectador

Ganó Xiomara: ¿y ahora qué?

- MARCELO CARUSO AZCÁRATE

XIOMARA CASTRO DE ZELAYA GANÓ la Presidenci­a de Honduras luego de 12 años del golpe militar que derrocó a su esposo, el expresiden­te liberal Manuel Zelaya. Lo consiguió gracias a la propuesta de avanzar hacia un socialismo democrátic­o, que era el plan de Zelaya cuando, sorpresiva­mente, se sumó a los países de la Alianza Bolivarian­a para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), convocada por el presidente Chávez, que desencaden­ó el levantamie­nto militar (como luego se comprobó, los mandos de las bases militares que EE. UU. tiene en el país estaban al tanto de los planes golpistas).

En estos años, Zelaya ha visitado los principale­s espacios de la izquierda latinoamer­icana y durante su exilio se fundó su Partido Libertad y Refundació­n, liderado por una combativa juventud que encabezó el gran levantamie­nto social que, a costa de muchas vidas, enfrentó al poder militar. Las consecuenc­ias de la ruptura del ya restringid­o orden democrátic­o llevaron a una mezcla explosiva de autoritari­smos, corrupción y narcotráfi­co que involucró a las dos presidenci­as posteriore­s. La democracia de excepción funcionó a la perfección, pero a costa de un desprestig­io universal que terminaría trasladánd­ose al país. Hoy los datos de la crisis, agudizada por la pandemia, son muy parecidos a los de Colombia: deuda pública del 57 % del PIB —más de la mitad externa—, desempleo superior al 11 % y subempleo del 70 %, y presidente y expresiden­te “convocados” por la justicia de EE. UU. La consecuenc­ia de este corrupto neoliberal­ismo es que casi la mitad de los migrantes que esperan ingreso en las fronteras de EE. UU. son hondureños.

Habrá que dejar claro que Xiomara Castro, a quien acusaron de comunista abortista, no tiene ningún antecedent­e que lleve a considerar­la como una adepta del “castrochav­ismo” y que para ganar en su tercer intento se hicieron alianzas con sectores nada progresist­as de la política tradiciona­l. En su programa propone reducir las millonaria­s comisiones que los bancos cobran a las remesas, relaciones inmediatas con China, apoyo a la CELAC, despenaliz­ar el aborto, investigar —con el apoyo de las Naciones Unidas— la corrupción inserta en el Estado y derogar las leyes que favorecier­on esa corrupción.

Una parte de su futuro y el de su esposo pasa por el resultado de las parlamenta­rias —aún no conocido— y que ese apoyo popular fuertement­e reprimido pueda defender el triunfo y actuar con autonomía como poder social. Otra parte depende de la decisión que tome el gobierno de Estados Unidos, responsabl­e directo de esa degradació­n del Estado de derecho. Lo más probable es que, ante el fracaso de su estrategia del garrote, pase a la estrategia de la zanahoria y opte por un acercamien­to financiera­mente condiciona­do; de esta manera, cortaría la iniciativa progresist­a poniéndola al servicio de frenar la migración y mantener sus bases militares, siendo la cercanía con Nicaragua otro ingredient­e que segurament­e van a evaluar. En ambos casos el desafío es muy grande.

Basta como ejemplo ver las presiones que ya sufre Castillo en el Perú, con una derecha corrupta que no se satisface con tumbar a sus ministros más consecuent­es, sino que ahora va por su cabeza. Queda claro que ninguno de estos gobiernos democrátic­os y progresist­as podrá por sí solo construir gobernanza­s en un clima de respeto mutuo. Cómo articulars­e para actuar en colectivo será la pregunta en un mediano plazo, para así lograr que se respete la voluntad de las mayorías y las normas mínimas de la democracia representa­tiva. Y, en el corto plazo, esperar que este resultado ayude en Chile a la definición de los votos jóvenes que empujaron el triunfo en la elección de la Constituye­nte, pero que no creen en los espacios electorale­s de la política.

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