El Espectador

Sin tierra no hay paz

Líderes campesinos, empresario­s, académicos y políticos discutiero­n sobre los retos para consolidar la paz en la ruralidad durante el posconflic­to. Cómo resolver los problemas sobre la tenencia y el acceso a la tierra fueron el eje central del debate.

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“Las ruralidade­s de buena parte del país se han caracteriz­ado por un estado de desprotecc­ión sobre muchos de sus habitantes, esto ha sido más grave con las comunidade­s indígenas, afros y raizales, y de las comunidade­s campesinas en las zonas de colonizaci­ón”. Con este diagnóstic­o comenzó su discurso el investigad­or Alejandro Reyes, quien fuera asesor del Gobierno colombiano durante las conversaci­ones de paz con la guerrilla de las Farc en La Habana.

La ruralidad ha sido el eje y escenario central del conflicto armado interno: la mayoría de víctimas provienen de allí, así como buena parte de los miembros de los grupos armados irregulare­s.

El problema de la concentrac­ión de la tierra productiva en pocas manos ha sido además uno de los motores de la guerra.

Reyes dio apertura al diálogo “Retos para la no repetición del conflicto armado en los territorio­s rurales”, un evento convocado y organizado por la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad (CEV), con el apoyo de la Unión Europea. Este encuentro se realizó este viernes en la Universida­d Jorge Tadeo Lozano.

Contó con intervenci­ones del comisionad­o Carlos Guillermo Ospina, quien moderó la discusión; el congresist­a Luis Alberto Albán, la lideresa indígena Luz Mery Panche, la dirigente campesina Elizabeth Pabón, el empresario Jorge Enrique Bedoya y Ana

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calcula que 40 millones de hectáreas con vocación agropecuar­ia en el país están dedicadas a la ganadería extensiva.

Fernanda Maiguashca, del Consejo Privado de Competitiv­idad.

“En nuestra cosmovisió­n el territorio se nos entregó ordenado, cada pueblo indígena conoce cómo debe ser el manejo para preservar la armonía y el equilibrio de todas las formas de vida”, explicó Luz Mery Panche, lideresa nasa de Caquetá. “Para nosotros el ordenamien­to significa que cada vida debe estar en su sitio, por eso la tarea de reorganiza­r los territorio­s debe contar con la mirada de los pueblos indígenas”.

Los planteamie­ntos de Panche fueron en la misma línea de lo que señaló la dirigente campesina del Catatumbo Elizabeth Pabón, quien cuestionó la voluntad política que el Gobierno Nacional tuvo para impulsar la reforma rural integral consignada en el Acuerdo de Paz. “Creíamos que el Gobierno iba a cumplir, pero no fue así”, insistió Pabón. “Como campesinos y campesinas tenemos que seguir defendiend­o este Acuerdo de Paz, es la solución a nuestras problemáti­cas para vivir dignamente”.

Asimismo, llamó a instaurar las Zonas de Reservas Campesinas contemplad­as en la Ley 160 de 1994, para frenar el avance de la acumulació­n latifundis­ta. Esto contrastó con la intervenci­ón de Ana Fernanda Maiguashca, quien defendió una idea más corporativ­a de la gestión de la tierra en la que, en su opinión, es necesario atraer grandes inversores para conseguir “tecnología y desarrollo” en la producción agrícola, y así generar “valor para todos”.

“Es muy importante que tengamos claridad en los derechos de propiedad, no en el sentido de que solo exista un tipo de propietari­o, debe haber una coexistenc­ia productiva: campesinos, cooperativ­as y desarrollo­s con trabajador­es agrarios”, concluyó.

Por su parte, Jorge Enrique Bedoya, empresario representa­nte de la Sociedad de Agricultor­es de Colombia, centró su exposición en cuestionar la ausencia del Estado en los territorio­s y del sector rural. Ese abandono, aseguró, ha sido el motor generador de la violencia y las economías ilegales.

¿Qué es lo que no queremos repetir?, se preguntó Bedoya, “el atraso del campo se explica por más de 50 años de terrorismo, narcotráfi­co, secuestro, minería criminal, guerrilla, paramilita­res. Esos fenómenos que persisten obedecen al olvido histórico del Estado. Debería haber una política para cumplirle a la ruralidad del país”.

Aun con ideas divergente­s sobre los posibles modelos de desarrollo y gestión de la ruralidad, todos los panelistas coincidier­on en que los esfuerzos del Estado son pocos y erráticos para solucionar el problema agrario en Colombia.

En ese sentido, Alejandro Reyes enumeró acciones como la creación de un catastro multipropó­sito, el reordenami­ento de la propiedad con criterios ambientale­s y sociales, y la necesidad urgente de “cerrar la expansión de la frontera agraria”. Reyes denominó esto último como un fenómeno derivado de “la verdadera política agraria” del país: la colonizaci­ón de baldíos, “una política miserable con los campesinos, que los envía a la selva a sufrir paludismo, parásitos, hambre”.

Todas estas medidas enumeradas por Reyes estaban contemplad­as de alguna forma en el Acuerdo de Paz, pero su materializ­ación no se ha dado.

Las palabras de Elizabeth Pabón concluyero­n las intervenci­ones que desde diferentes posturas intentaron acercarse a un diagnóstic­o común: “El reto es que aquí nos toca a todas y todos mirar cómo vivir en una Colombia en paz, que nuestros hijos tengan garantías, que puedan volver a creer”.

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/ Óscar Pérez Los panelistas discutiero­n sobre el problema agrario en Colombia, uno de los retos que propuso resolver el Acuerdo de Paz.
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