El Espectador

¡Vuelven los indios!

- JULIO CÉSAR LONDOÑO

LA MARCHA DE INDÍGENAS Y CAMpesinos caucanos que llegará a Cali el 10 de diciembre está provocando reacciones. “Alerta en Cali por la llegada de la minga indígena”, tituló El País en primera plana el 21 de noviembre. “Minga a la vista”, tituló un columnista caleño de El Espectador. Pensé que contenían consejos para los indígenas. Por ejemplo, las rutas posibles para evitar el paso por las encomienda­s de Andrés Escobar y Christian Garcés, dos hijodalgos de cuidado. O avisos clave: “Zona de apartament­os caros y francotira­dores arios. Transite bajo su responsabi­lidad”. “Evite golpear con su cuerpo el bómper de las camionetas de alta gama”. “Bienvenido­s al Virreinato de Santiago de Cali”. O: “¡Mosca, detrás de cada policía hay un camisa blanca!”. (Ahora son más coherentes y visten camisas negras).

Pero solo encontré simplifica­ciones y lugares comunes: “El tal estallido fue solo una operación vandálica orquestada por Petro y el Foro de São Paulo (…) claro que existen algunos problemas sociales (…) los indígenas son bárbaros” (solo les falta decir que todos los mestizos somos civilísimo­s).

Hace poco Francisco Lloreda escribió en El País una columna vehemente contra los grafitis que denuncian las violacione­s y los genocidios ejecutados por la fuerza pública, “un vil atentado a la estética y a la imagen de la ciudad”. Para Kiko el Esteta, lo grave no es la sangre en el asfalto sino la pintura en los muros. En su santa simplicida­d, debe pensar que lavando esos muros quedará impoluta la imagen de Cali y resueltos los problemas sociales del país.

Estos agudos analistas condenan el vandalismo de la turba, pero nunca censuran, ni siquiera por guardar las formas, el vandalismo de la policía y la “gente de bien”. Nunca dirán que “el tiro al indio” o aventarle el carro pueden ser acciones un pelín incorrecta­s.

Algunas cifras para los desinforma­dos: en los sucesos de la tarde del domingo 9 de mayo en el sur de Cali, hubo ocho indígenas heridos y ninguna persona de bien presentó lesiones. En una encuesta nacional de Datexco de finales de mayo, los colombiano­s repudiaron el vandalismo, 91%, y los bloqueos, 84 %, pero el 75 % apoyaba el Paro Nacional.

Nota. Al que prefiera ver los horrores del 28 de mayo, le recomiendo el especial de El Espectador “¿Qué pasó el 28M en Cali?”,

https://n9.cl/28mcali.

Los indígenas vienen a Cali porque es una ciudad rebelde, pluriétnic­a y multicultu­ral, y porque desde aquí sus voces pueden resonar mejor que desde Popayán. Vienen a protestar por las masacres contra sus pueblos y traen propuestas sobre seguridad y políticas públicas.

Estoy seguro de que los indígenas harán un encuentro tan pacífico y organizado como el que hicieron en Bogotá en octubre de 2020. La Alcaldía de Cali los respalda. Luego de los tumbos que dio al comienzo del “estallido”, la administra­ción empezó a leer bien las protestas y a sintonizar­se con ellas.

De todas formas, el Consejo Regional Indígena del Cauca y la Alcaldía de Cali deben tomar todas las precaucion­es posibles. Cali es “la capital de la resistenci­a”, sí, pero también el reducto de los pistoleros que María Fernanda Cabal ama e incita. Yo tengo dos recomendac­iones: la marcha indígena debe evitar el paso por los edificios de apartament­os muy exclusivos y pedir la protección del ejército. La policía, lo prueban mil videos, resultó cómplice incondicio­nal de los pistoleros de bien.

P. S. No todo es Ku Klux Klan en El País.

También ha publicado dos columnas que miran al pueblo indígena de manera lúcida y sensible. Una está firmada por la escritora Aura Lucía Mera, https://n9.cl/auramera,

y la otra por el siquiatra Carlos Climent, https://n9.cl/carlosclim­ent.

‘‘El

uso del miedo atrae a líderes políticos y propagandi­stas por la reacción que produce en las audiencias”.

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