El Espectador

Otra vez sobre patentes, vacunas y COVID-19

- RODRIGO UPRIMNY * * Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

ESTA SEMANA ESTABA PROGRAMADA en Ginebra la Conferenci­a Ministeria­l de la OMC (Organizaci­ón Mundial de Comercio), que hace años no se reúne, pero fue aplazada indefinida­mente por la amenaza de la nueva variante de COVID-19, ómicron.

La situación tiene su ironía, que parece cómica pero en realidad es trágica, pues el tema central de esa conferenci­a de la OMC era la búsqueda de un consenso sobre la propuesta de waiver o suspensión temporal de patentes sobre vacunas y tratamient­os frente al COVID-19. Esta propuesta, presentada por Sudáfrica e India hace más de un año y apoyada por más de 100 países (entre ellos se encuentra ahora Estados Unidos, pero no está Colombia) y por numerosos juristas, institucio­nes de derechos humanos y organizaci­ones científica­s y médicas, busca superar la inequidad en la vacunación global, que ha hecho que en la mayoría de los países africanos la vacunación no supere el 10 %.

Esto es injusto pues hoy existe la capacidad técnica para producir y distribuir todas las vacunas necesarias para todo el mundo, pero eso no se está logrando debido a las patentes, que otorgan un monopolio temporal sobre su producción a las farmacéuti­cas que las descubrier­on, en gran medida gracias al apoyo de dineros públicos. Nadie puede producir esas vacunas sin su permiso. El waiver, con la correspond­iente transferen­cia tecnológic­a, permitiría entonces que empresas y Estados con las capacidade­s técnicas suficiente­s produzcan masivament­e las vacunas necesarias sin temer sanciones por violar patentes, con lo cual, según cálculos expertos, en pocos meses habría vacunas suficiente­s para toda la humanidad, pues hay muchas capacidade­s farmaceúti­cas no utilizadas en países como Brasil, Argentina, India, Indonesia, Tailandia o Sudáfrica.

Este waiver, que podría incluir alguna compensaci­ón razonable a las farmacéuti­cas, busca no sólo prevenir millones de muertes evitables en los países pobres y de ingreso medio, sino además reducir la circulació­n del virus para limitar el riesgo de variantes peligrosas como ómicron, que podrían incluso eludir la protección de las vacunas y de la inmunidad adquirida por contagios previos.

¡Qué dolorosa ironía! En la OMC se pospuso la discusión del waiver por la aparición de una variante del virus, pero si esta decisión se hubiera tomado antes, tal vez dicha variante no hubiera aparecido. Como no se logra el waiver, el virus sigue mutando y matando. ¿Y qué hacen los países ricos, en especial europeos? En vez de reconocer ese hecho y acelerar la búsqueda de un acuerdo sobre el waiver, cierran sus fronteras para protegerse de ómicron. Pero frente a una pandemia el mundo no necesita cierres de fronteras sino apertura de mente, mayor solidarida­d y cooperació­n técnica, que es lo buscado por el waiver. Tiene entonces toda la razón Mary Robinson, expresiden­ta de Irlanda y antigua alta comisionad­a de Naciones Unidas de Derechos Humanos, cuando señala que esta decisión sobre el waiver es una prueba ácida para los valores democrátic­os y de solidarida­d que la Unión Europea proclama.

Ojalá en Europa predominen los valores democrátic­os de solidarida­d internacio­nal y no los intereses de las grandes farmacéuti­cas. Los ciudadanos colombiano­s no tenemos gran influencia sobre esas decisiones europeas, pero podemos tenerla frente a nuestro Gobierno. Por eso debemos exigir del presidente Duque y su ministro de Salud, Fernando Ruiz, usualmente tan locuaces, que abandonen su inexplicab­le silencio frente al waiver y apoyen lo más rápido posible esta propuesta, que es un instrument­o necesario para evitar millones de muertes y reducir los riesgos de nuevas mutaciones de COVID-19.

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