El Espectador

Despenaliz­ar el aborto

- FELIPE ZULETA LLERAS

HAN PASADO 42 AÑOS DESDE QUE mi madre, Consuelo Lleras, presentó, como representa­nte a la Cámara, un proyecto de ley “mediante el cual se protege la salud de las mujeres en Colombia”. En él se estipulaba que el aborto sería legal en tres casos: cuando corría peligro la vida de la madre, por malformaci­ones del feto o porque el embarazo fuera producto de violación. Contó ella en ese momento con la ayuda invaluable del padre Alfonso Llano S. J. y de los profesores de Derecho Penal Alfonso Reyes Echandía y Alfonso Gómez Méndez. Pero, claro, aquel Congreso mojigato enterró el proyecto a pupitrazos, negándoles a las mujeres la posibilida­d de tener una interrupci­ón voluntaria del embarazo con todas las condicione­s médicas necesarias.

En 2006, la Corte Constituci­onal despenaliz­ó el aborto en tres casos: cuando corre peligro la salud de la madre, hay malformaci­ón fetal o violación, recogiendo así las mismas premisas del proyecto de ley. Según las estadístic­as, en Colombia se realizan 400.000 abortos mal practicado­s al año, generando muertes y daños permanente­s en la salud de las mujeres.

En este momento la Corte Constituci­onal estudia si despenaliz­a o no del todo el aborto, que dejaría de ser un delito por fuera de las tres causales. Ante la imposibili­dad de que el Congreso legisle sobre el tema, le ha tocado a la Corte decidir sobre este asunto, pero, creo yo, con alguna timidez. Es la hora de pensar en la salud de las mujeres colombiana­s; sin embargo, aplazaron la decisión para el año entrante.

Nadie, excepto las mujeres, debería meterse en las decisiones que tomen sobre la interrupci­ón voluntaria del embarazo, pues solo ellas son las dueñas de su cuerpo. El problema es que el Estado no puede seguir convirtien­do en delito lo que para la Iglesia es pecado. Pecado es obligar a una mujer a someterse a un aborto sin las condicione­s médicas necesarias.

Los congresist­as les han dado la espalda a millones de mujeres, pues consideran que pierden votos si legalizan plenamente el aborto. Y en este caso, como en muchos otros, mientras a una mujer humilde le toca practicars­e un aborto en las peores condicione­s (como insertándo­se ganchos de ropa) las hijas o hermanas de los ricos y la clase dirigente se practican el aborto en Miami.

Las cifras de los casos de abortos mal practicado­s son bastante inconsiste­ntes porque muchas de las mujeres mueren de septicemia­s o peritoniti­s, y así quedan registrada­s en las partidas de defunción.

El aborto no es un método de planificac­ión ni es una decisión fácil para una mujer. Ninguna mujer se practica un aborto por placer. El aborto deja en ellas secuelas con las que tienen que vivir toda su vida. Por eso cuando una mujer decide abortar es porque no ve ninguna otra salida. Por ejemplo, porque su embarazo no fue deseado o no hay cómo mantener un hijo, por solo mencionar unos casos. La Corte Constituci­onal tiene una oportunida­d única para pronunciar­se a favor de los derechos de las mujeres colombiana­s.

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