El Espectador

Hacia un país de propietari­os

- CONVERSACI­ONES PENDIENTES CARLOS ENRIQUE MORENO

fácil. Basta mirar el valeroso y exitoso portal de Los Danieles para darse cuenta de que allá se han agrupado unas plumas contestata­rias y enhiestas que les están resultando incómodas a Iván Duque, a su prole y a toda su cohorte de aduladores. A Noticias Uno y a su directora, Cecilia Orozco, los han perseguido sin cuartel y hasta a través de la Fiscalía han intentado conocer sus fuentes. Pero también aquí en El Espectador estamos en la mira varios, como Yohir Akerman, Francisco Gutiérrez Sanín, Salomón Kalmanovit­z, este columnista y el propio director, Fidel Cano, entre otros. Claro, en honor a la verdad hay que decirlo: no es que con el artículo que han aprobado en esta legislatur­a oprobiosa podrían empezar a perseguir, porque lo vienen haciendo sin pausa desde los gobiernos de Uribe y últimament­e a partir del 7 de agosto de 2018, de la mano de una Fiscalía envenenada con la soberbia, los odios y la insuperabl­e mediocrida­d de Francisco Barbosa, siempre auxiliada por la complacien­te e indolente mirada de Margarita Cabello, para solo mencionar a dos de los alfiles que sostienen el régimen. Así que soldados avisados no deben morir en la guerra, pero me temo que seamos la excepción.

Segurament­e Noticias Uno, Los Danieles y El Espectador muy pronto inaugurará­n el largo listado de medios que habrán de desfilar por los despachos judiciales para defenderse del inminente cierre que los acosará.

Y este artículo, por cuenta del cual se llenarían los anaqueles judiciales de denuncias contra “las plumas y voces hostiles”, les encantaría a Álvaro Uribe, Iván Duque, sus ministros, aliados y familias, porque para ellas también legislaron.

Ninguna diferencia habría con la República Bolivarian­a de Venezuela o con la Nicaragua de Ortega, ni con el régimen de Cuba. Seríamos otra republique­ta más donde estaríamos silenciado­s muchos y en peligro de aniquilaci­ón patrimonia­l los medios que nos han abierto sus puertas. Estamos advertidos. Ni un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso.

Pero que no venga Duque a alabar la libertad de prensa, pues, como Pilatos, su pecado no fue lavarse las manos sino haberlas tenido sucias.

Adenda. Hay que ponerle la lupa al registrado­r nacional, Alexánder Vega, porque detrás suyo crece algo más que desorganiz­ación. notasdebuh­ardilla@hotmail.com

UNO DE LOS TEMAS EN LOS QUE más ha avanzado este Gobierno, aunque de forma callada, es en el de la implementa­ción de la política de catastro multipropó­sito y la posterior habilitaci­ón de titulación masiva de predios, que permitirá a Colombia pasar de ser un país de “ocupantes”, fácilmente manipulado­s y expulsados del territorio, a ser un país de “propietari­os”, como debe ser. El catastro permite conocer la realidad económica y social del territorio.

El concepto de “multipropó­sito” brinda la concepción integrada del territorio, que a modo de sándwich tiene capas: una parcelaria, que registra predios, vías, ríos etc., y otra no parcelaria, que registra los derechos (D), restriccio­nes (R) y responsabi­lidades (R) que tiene cada una de las capas (DRR). Una función puede ser definir territorio­s protegidos como parques nacionales, y otra registrar subsuelo, títulos mineros, servicios públicos, vías, riesgos y aspectos fiscales, etc. Estas capas tienen jerarquías: un páramo está por encima de un título minero; por lo tanto, en un páramo los DRR excluyen la actividad minera.

El gobierno anterior entregó menos del 3 % del territorio con el catastro actualizad­o y cerca del 30 % sin formar, con una desactuali­zación promedio de 16,4 años. Además, el 50 % de la informació­n de catastro NO coincidía con el registro, no se registraba la informalid­ad y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) estaba politizado, con un altísimo costo, pues tenía cerca de 300.000 expediente­s pendientes. Para arreglar el desastre con la ayuda de cooperació­n suiza y de países como EE. UU., Holanda, UK, Alemania, Canadá, Suecia, entre otros, se implementó un cambio total. Lo primero fue acordar entre todos los actores el camino a seguir, plasmándol­o en un “Memorando de entendimie­nto”. Se definió que tenía que ser completo (todo el territorio), actualizad­o, confiable, integrado con registro y totalmente digital e interopera­ble. Se modificó la gestión catastral. Para esto el Plan Nacional de Desarrollo (Ley 1955/19) estableció el catastro como servicio público. Es obligación de los alcaldes implementa­rlo y la Procuradur­ía tiene que hacer este seguimient­o. Se expidieron dos Conpes, los decretos reglamenta­rios del catastro multipropó­sito, la articulaci­ón cartográfi­ca y el concepto del aporte del catastro al ordenamien­to ambiental. Se gestionaro­n recursos del Banco Mundial y el Banco Interamica­no de Desarrollo, mas ayuda de cooperació­n, créditos Findeter, cofinancia­ción de la Corporació­n Autónoma Regional (CAR) y habilitaci­ón de regalías, permitiend­o que cada municipio, asociación de municipios y departamen­tos, así como la Agencia Nacional de Tierras y el IGAC,

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