El Espectador

Reconocimi­entos que abren puertas

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MUCHO SE HABLÓ DURANTE el proceso de paz de la oportunida­d de reflexión que representa­n las instancias de la justicia transicion­al. Ahora tenemos muestras tangibles de cómo, en efecto, la puerta de la reconcilia­ción se abre cuando los actores involucrad­os en el conflicto se permiten un reconocimi­ento público de contrición ante lo ocurrido. La semana pasada, 21 miembros del Ejército aceptaron su responsabi­lidad ante la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP) por el asesinato de por lo menos 120 personas que fueron presentada­s falsamente como guerriller­as. Su actuar es un reto a todos aquellos que siguen oponiéndos­e a la justicia transicion­al.

Entre los testimonio­s dados por los miembros del Ejército hay uno que se destaca, por ser evidencia de cómo se puede ver un país que honra a las víctimas del conflicto y está dispuesto a explorar las verdades difíciles. El general (r) Paulino Coronado aceptó su responsabi­lidad, a título de omisión, por las ejecucione­s extrajudic­iales. En su aceptación lanzó una pregunta que debería tener eco en tantos altos mandos de la fuerza pública: “¿Cuántas vidas se habrían salvado? ¿Cómo serían la comunidad, el país y la sociedad en general si hubiésemos actuado pronta y vehementem­ente al primer asomo de irregulari­dad, sin esperar que escalara a la dimensión que llegó?”.

El testimonio de Coronado tiene una gran fuerza simbólica porque aterriza en el corazón del debate sobre las ejecucione­s extrajudic­iales. Después de que la JEP hablara de que se cometieron unos 6.402 asesinatos de civiles presentado­s falsamente como bajas en combate durante el gobierno de Álvaro Uribe, el país se dividió en dos: por un lado, las víctimas, exigiendo verdad; por otro, quienes decían que se trató de unas cuantas “manzanas podridas” y que no se puede hablar de responsabi­lidad estatal ni de los altos mandos. La pregunta subyacente es cómo tanto horror pudo ocurrir sin que las personas a cargo se diesen cuenta. ¿No se espera, en el cumplimien­to de la labor, que los altos mandos estén en capacidad de identifica­r este tipo de atrocidade­s?

El general (r) Coronado da una respuesta que, nos parece, debería ser adoptada por los demás altos mandos: “Hoy entiendo que gran parte de la tragedia que vive nuestro país no es culpa únicamente de los que en forma directa destruyen la vida y los sueños, sino también de todos los que hemos tenido el mando y el poder para ir más allá de las obligacion­es escritas, como funciones y protocolos, y no lo hicimos o lo realizamos tardíament­e”. Eso es lo que han pedido, de manera razonable, las víctimas.

Independie­ntemente de cuántos asesinatos logren acreditars­e al final de los procesos ante la JEP, la informació­n con la que contamos hasta ahora es suficiente para entender que se trata de un fracaso rotundo en el Ejército. Para reparar a las víctimas y ayudar a fortalecer la legitimida­d de la fuerza pública, es útil aprovechar este momento histórico para reconocer la responsabi­lidad de los involucrad­os. La reflexión es la esencia de la reconcilia­ción. La justicia transicion­al sigue con la mano abierta para quienes deseen unirse al proceso. Necesitamo­s que más agentes del Estado participen.

‘‘El reconocimi­ento de responsabi­lidad de 21 militares ante la JEP es un gran paso hacia la reconcilia­ción”.

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