El amor, los niños y el entretenimiento
HUMBERTO MATURANA, aclamado biólogo y filósofo chileno, escribió en el libro La objetividad que lo que nos hace humanos y permite formar sociedades es el amor. Él describe el amor no como el amor romántico, con el cual estamos tan familiarizados por Hollywood, sino como esa habilidad empática de aceptación que nos permite reconocer y valorar al otro por su simple existencia. Dicha concepción del amor nos puede evocar a Buda, para el cual la esencia de este sentimiento está en desear la felicidad del otro de la mano de la ecuanimidad, desdibujando esa separación que hace a los otros “otros”; incluso el amor nos puede recordar a Jesús, quien se sacrificó por la humanidad como un acto de amor.
Empiezo hablando sobre el amor porque desde hace tiempo se ha pervertido, quemado y tergiversado su significado para hacerlo un producto comercial, y ahora que la humanidad está sufriendo cada vez más por sus propios actos —cambio climático, pandemia, crisis económicas, etc.—, se hace imprescindible rescatar los cimientos que nos permiten amarnos para valorarnos y crecer juntos.
Sin embargo, no solo el amor es explotado en el entretenimiento y el marketing. Cada vez más se está popularizando la violencia y el odio en los productos y servicios de entretenimiento que consumimos. Aún más preocupante: cada vez más llegan a las generaciones más jóvenes, prácticamente incapaces de ser críticas frente al contenido que frecuentan, como las series y películas que fomentan la insensibilidad, la indiferencia.
Hace unas semanas me encontré con la sorpresa de que casi todo mi entorno se encontraba hablando de El juego del calamar. Aunque soy fan de ver series y vivo pegada a Netflix, no tenía ni idea de esta nueva serie y su auge. Pero la mayor sorpresa fue encontrar a mis estudiantes (de 8 a 11 años) hablando sobre este contenido. Me gusta conocer los gustos de ellos para poder conectar y usar material de algunas escenas para la explicación de fenómenos científicos en clase, así que me di a la tarea de iniciar la dichosa serie.
Me encuentro desconcertada de ver tan cruda violencia y reflejo de la sociedad en una serie. En el caso de un adolescente ad portas de terminar el bachillerato, un joven adulto y de ahí en adelante, podría verse bajo un lente crítico (dejando mi optimismo a un lado, pues igual esto no sucede con frecuencia en una sociedad como la colombiana). Sin embargo, me pregunto cómo es posible que un niño esté expuesto a, y consuma, este tipo de contenido. ¿Tiene un adulto a su lado que lo acompañe y haga alguna reflexión al respecto? ¿Tiene algún filtro de cuidado parental en sus dispositivos electrónicos? Si ha visto esta serie, ¿qué más ha visto?
¿Recuerdan cuando la pandemia empezó y nos alarmábamos por los casos que se reportaban en las noticias? Poco tiempo después dejaron de ser vidas y pasaron a ser solo números. Lo mismo sucede con otras tantas catástrofes donde el reporte de muertes no causa ninguna clase de tristeza, porque no magnificamos la gravedad que representan esos números. Nos volvemos insensibles y estamos dejando que los niños lo sean aún más desde una edad cada vez más temprana. ¿Por qué? ¿Qué traerá esta pérdida de sensibilidad? Si para Maturana el amor nos hace humanos, ¿será que estamos en tiempos de deshumanización? ¿De qué sirve que algunos actores de la sociedad, como los docentes (sí, no todos, pero espero se entienda el punto), intentemos inculcar valores fundamentales (independientemente de la perspectiva filosófica o religiosa) como lo es el amor, si los niños no reciben el mismo mensaje en el resto de los entornos en los que vive?
Cierro esta opinión recomendando a las familias no confiar en el internet y en el criterio de sus niños: ¡son niños! Necesitan una guía para interpretar el mundo, no los dejen solos frente a este tipo de contenido que puede llevarlos a perder sensibilidad, perder amor para sí mismos y para los otros.
‘‘Si
para Humberto Maturana el amor nos hace humanos, ¿será que estamos en tiempos de deshumanización?”.