El Espectador

El talante autoritari­o

- ELISABETH UNGAR BLEIER

EN VARIOS PAÍSES DEL MUNDO EL uso de la censura para acallar a los medios de comunicaci­ón y a los ciudadanos y organizaci­ones que denuncian hechos de corrupción han ido en aumento. Venezuela y Nicaragua son quizá los casos más visibles en América Latina, pero no son los únicos. Recienteme­nte en Colombia, el Congreso y la Fiscalía General de la Nación han tomado decisiones que van en esta dirección.

En el marco de los recientes debates sobre el proyecto de ley “por medio del cual se adoptan medidas en materia de transparen­cia y lucha contra la corrupción”, se incluyó un artículo que puede afectar a quienes denuncian públicamen­te a funcionari­os si no tienen suficiente­s pruebas sobre el hecho denunciado. Esto incluye a los medios de comunicaci­ón, organizaci­ones comunitari­as y personas naturales, lo cual puede conllevar a su censura. A pesar de la solicitud de varios representa­ntes y de las críticas por parte de la Fundación para la Liberta de Prensa (FLIP) y la Asociación Colombiana de Medios de Comunicaci­ón (AMI), este fue aprobado. Luego fue sustituido por otro artículo, que disminuye las sanciones, pero se mantiene el espíritu de censura y de limitación a la libertad de expresión. Algunos congresist­as que defienden el artículo sostienen la “novedosa” —por no decir amañada— teoría según la cual la creciente percepción de corrupción en Colombia no se debe a que esta ha aumentado, sino a las denuncias que se presentan “sin suficiente­s pruebas”. Esto no solo desconoce que algunos de los principale­s hechos de corrupción en el país han salido a la luz pública precisamen­te por las denuncias de los medios de comunicaci­ón, veedurías ciudadanas y ONG, y que gracias a ellas las autoridade­s competente­s han iniciado las correspond­ientes investigac­iones. Sobre todo, invisibili­za el asesinato de cientos de líderes sociales precisamen­te por hablar en nombre de sus comunidade­s para defender los bienes públicos.

El presidente Duque, unos días después de la aprobación del artículo en cuestión, rechazó cualquiner intento por restringir la libertad de expresión en Colombia. Ahora falta ver utilizar su facultad de objetar leyes cuando van en contra de la Constituci­ón, o si debemos esperar a que la Corte Constituci­onal se pronuncie.

En la misma dirección, la Fiscalía General de la Nación ordenó un allanamien­to a Noticias Uno y conminó al noticiero a entregar archivos para identifica­r a quienes hace ocho años entregaron informació­n relevante para hacer público un hecho de corrupción. Nuevamente, esto es una amenaza a la libertad de expresión y otro ejemplo de la judicializ­ación de los medios de comunicaci­ón —como viene sucediendo con los opositores políticos— para acallarlos. Y la cereza del pastel la puso hace unos días el propio fiscal al afirmar que “siempre hay que encontrar un delincuent­e parapetado” detrás de quienes critican a la Fiscalía.

Estos hechos evidencian la resistenci­a de las actuales mayorías parlamenta­rias y de la Fiscalía a ponerle freno a la rampante corrupción en Colombia y a respetar derechos fundamenta­les de los ciudadanos. Y lo que es aún más preocupant­e, confirman que están tomando fuerza el talante autoritari­o de servidores públicos y los riesgos que enfrentan la democracia y el Estado social de derecho en Colombia.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia