Más que una tregua
YO NO SÉ SI DE RECONCILIACIÓN —ojalá así fuera—, pero que sea tiempo de renovación lo piden a gritos las juventudes en las calles, los ciudadanos en las redes y los colombianos en las novenas, como la gracia de la cual necesitamos tanto.
Por eso resulta pertinente hacerle eco a la misiva abierta del expresidente Santos a Uribe, su antecesor, en la idea de dejar de ventilar sus grotescas, inapropiadas e insulsas peleas que solo han contribuido a contaminar la opinión pública y esta época preelectoral.
Son vulgares querellas e injurias particulares, revestidas con ropaje jurídico, que no tienen otra misión que saciar la sed de sangre de sus áulicos, al tiempo que pretenden copar la agenda política con la idea retorcida de reencarnarse a falta de argumentos.
Ignorados u odiados por las nuevas generaciones, vigentes apenas en las percepciones negativas de las encuestas, hoy son la causa de la desbandada de quienes alguna vez fueron cofrades pero ya no soportan sus caprichos convertidos en arbitrariedades, ni siquiera excusables por la senilidad.
Campanazos como el de Chile, donde la manifestación popular supo mutar a cambios estructurales a través del voto, cobran valor por estos días para cumplir, por fin, la vieja profecía de Fabio Valencia Cossio: “Si no cambiamos, nos cambian”.
Sí, ya basta. Que se callen ellos dos y los demás expresidentes y quienes tuvieron alguna vez la oportunidad y no pudieron. Pero no solo eso. Que por favor no nos quieran tanto. Que se dediquen al agro, a los nietos, a rumiar remordimientos. Muchas gracias por nada.
Moraleja: aunque no sea adecuada la comparación, los viejos politicastros deberían seguir el ejemplo de dignidad de Juan Gossaín, Iván Mejía, Yolanda Ruiz y Jorge Cardona para saber irse, dejar un legado y abrirles la puerta a las nuevas generaciones. @marioemorales y www.mariomorales.info