El Espectador

“Fracking” y elecciones

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

TEMA INELUDIBLE EN LAS PRÓXIMAS elecciones: ¿hacer fracking en Colombia o no? Pregunta aún sin respuesta y a la expectativ­a de la posición de los candidatos. La semana anterior, Diana Calderón (Foros Caracol) convocó un conversato­rio llamado “Fracking, una mirada desde todos los ángulos”. El panel, en el cual participé, no concluyó diciendo si habrá fracking en Colombia o no; nos focalizamo­s en el proceso que se está adelantand­o con los proyectos piloto de investigac­ión integral (PPII). Algunos ambientali­stas reclamaron, diciéndome que yo no había sido contundent­e con el no.

En mi opinión, desde cuando la Comisión Interdisci­plinaria recomendó los PPII (abril/2019), cosas importante­s han cambiado. La ciencia ha demostrado que existe una relación clara y creciente entre calentamie­nto global y emisiones de metano. Según el Panel Interguber­namental de Cambio Climático, el metano es responsabl­e del 30 % del calentamie­nto global y su participac­ión e impacto van en aumento. Esta informació­n sustentó el acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea (septiembre/2021) de disminuir las emisiones de metano en un 30 % para 2030 con relación al nivel de 2020. Luego, este acuerdo se llevó a la COP26 y hoy más de 100 países, incluido Colombia, lo han firmado.

Para el fracking la situación se complica, pues varios estudios demuestran una clara correlació­n entre crisis climática, metano y fracking. El profesor Robert Howarth (Universida­d de Cornell) lideró y publicó una investigac­ión titulada “¿Es el gas de esquisto un factor importante del reciente aumento del metano atmosféric­o global?”. Su conclusión es que sí y que el gas de esquisto está contribuye­ndo con más del 50 % del incremento de emisiones asociadas a los combustibl­es fósiles.

Dado que el metano es 80 veces más potente que el CO2 en términos de su efecto sobre el calentamie­nto global, se considera que disminuir sus emisiones es quizá la medida más costo-efectiva frente a la crisis climática y hay tecnología para controlarl­as. Por ello, la Coalición Clima y Aire Limpio de la ONU creó el Observator­io Internacio­nal de Emisiones de Metano y la Agencia para la Protección Ambiental de EE. UU. está ajustando y creando mayores regulacion­es sobre emisiones de metano para empresas que extraen gas y petróleo. Esto hará que el fracking pierda competitiv­idad.

En el ámbito nacional, el Ministerio de

Ambiente no consultó con las comunidade­s locales ni con la academia cuando definió los términos de referencia para la licencia ambiental de los PPII. Se habría construido confianza al incluir en la evaluación de impacto ambiental el análisis y seguimient­o de algunos temas de interés para la sociedad civil. Importante recalcar que la licencia ambiental de los PPII no es una licencia para la explotació­n comercial con fracking. Se debe hacer un análisis prospectiv­o sobre llevar la actividad a mayor escala. La explotació­n comercial significa multiplica­r estas actividade­s por 100, 1.000 o más veces, con nuevos impactos y otros que pueden crecer de manera geométrica. La línea base nos debe mostrar cómo se están usando los recursos naturales y cuál puede ser el impacto que una explotació­n a escala tendrá sobre agua, ecosistema­s, pesca y calidad del aire. También falta divulgar informació­n sobre la tecnología que se empleará y sus riesgos. Es importantí­simo acordar mecanismos satisfacto­rios para el seguimient­o por parte de la comunidad y pares académicos independie­ntes.

Hay mucha tela por cortar para conocer la viabilidad del fracking en Colombia. Los candidatos deben manifestar­se respecto al proceso actual y su perspectiv­a de mediano y largo plazo. El fracking tiene implicacio­nes políticas, económicas y ambientale­s.

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