El Espectador

En territorio de Leo y Laura

- CRÍTICO GASTRONÓMI­CO

Existe un territorio conquistad­o por la chef Leo Espinosa y la sumiller Laura Hernández, mágico y rico, donde ellas muestran a qué sabe Colombia. Es un viaje de pocas horas para sus comensales, cómodo, con una atención lujosa, en la nueva sede de Leo, en Chapinero Alto, pero que a ellas les ha significad­o una aventura de 15 años, de travesías por ríos, selvas, bosques, desiertos, climas, días y noches en chinchorro­s abiertos al cielo.

Leo y Laura ponen sobre cuatro patas a su país, y lo sirven en bocados y tragos. Es un territorio creado con productos que comen a diario paisanos suyos, aunque son habitantes lejanos.

Preciso decir que La Sala de Laura es igual, y a la vez distinta, a La Sala de Leo (ambos espacios ubicados en el restaurant­e Leo) y en el mundo de Laura me voy a concentrar. Aquí las bebidas son y poderosas. Tienen nombres poéticos. Bosque de niebla o Piedemonte. Presentado­s en bellas vasijas de barro de Ráquira, confeccion­adas por la artista venezolana Adriana Rosell. Estos destilados Laura los llamó Territorio.

La propuesta gastronómi­ca no se queda atrás. De una voy a mis favoritos. El primero es un homenaje a dos regiones, una de los altos andinos de Boyacá, y el otro, de la gran sabana sucreña. Se trata de un cubio asado relleno de suero artesanal preparado en casa, aromatizad­o con oreganón y salteado con un polvo de chuguas.

El segundo, palmito en láminas. Parece una artesanía preciosa, tejida con amor, con toques de limón mandarino, cilantro y tierra de hormigas. También me gustó el pescado del Pacífico, curado, en emulsión de aguacate con un crocante de tapioca y un escabeche de crustáceos y camarones secos. Y, finalmente, los raviolis rellenos de carne de cangrejo, con masa de pintura de calamar y polvo amarillo de chontaduro.

Y la gran apuesta de Laura: empiezo por el vermut. Parte de un vino de guayaba y fresas, perfumado con salvia, manzanilla, uchuvas y una nuez llamada cereinas rebrito macambo.

Luego viene un trago cuya copa viene decorada con flores. Su base es el destilado Bosque de niebla, con miel de Sotaquirá e hidromiel (bebida sagrada). Desierto es otro destilado de higo chumbo, un cactus, usado por los wayuus en sus bebidas espirituos­as.

El final llega con el postre de cacao blanco del Amazonas, acompañado de una sopa fría de coco azul, helado de coco asado y cristales de agua de coco.

Evaluación CLAP (calidad, lugar, atención y precio): excelente. www.restaurant­eleo.com.*

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