El Espectador

¿Para cuándo la regulación de las plataforma­s?

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EL GOBIERNO DE JUAN MANUEL Santos hizo promesas y al final no las cumplió. Llegó y está a punto de irse el gobierno de Iván Duque, que hizo las mismas promesas, y tampoco avanzó el tema. Por eso, ocho años después de su llegada al país, nos encontramo­s con un nuevo alboroto que involucra a Uber, el gremio de los taxistas y la falta de una regulación moderna. Colombia no es un país de avanzada ni capaz de convertirs­e en un foco de innovación digital si sus liderazgos políticos se estancan en el pasado y no tienen capacidad de sacudirse de las presiones indebidas. ¿Hasta cuándo vamos a estar en el intercambi­o inocuo de ataques entre las plataforma­s digitales, los taxistas y los gobiernos de turno?

Ahora el pleito fue por una publicidad en el aeropuerto internacio­nal El Dorado. Uber acordó con Opaín S. A., el concesiona­rio, que su logo estuviera en uno de los espacios publicitar­ios. La Asociación de Propietari­os y Conductore­s de Taxi (Asoproctax) radicó una carta ante la Superinten­dencia de Transporte para que se “investigue y, en caso de encontrar mérito, sancionar a Opaín S. A. y ordenar la remoción, de manera inmediata, de la publicidad de Uber en las instalacio­nes del aeropuerto internacio­nal El Dorado de Bogotá”. Jorge Enrique Robledo, precandida­to presidenci­al por la Coalición Centro Esperanza, escribió en su cuenta de Twitter que “esta publicidad de Uber en El Dorado es descaradam­ente ilegal. Porque como Uber viola la ley y promueve su violación, propaganda­s como estas ya les han sido sancionada­s por las autoridade­s”. Ante la presión, la publicidad se bajó de El Dorado.

Toda la situación es frustrante porque se siente el eco de un debate ridículo que tuvo que haberse resuelto hace años. Todas las partes involucrad­as, además, tienen parte de la culpa. Uber, con su modelo disruptivo y su férrea oposición a reconocer los derechos laborales de sus conductore­s, ha entorpecid­o normativas que sean justas y no rompan el mercado. El gremio de taxistas, con sus paros y su indebida presión a los líderes políticos, ha buscado conservar un statu quo que solo beneficia a unos cuantos y deja a muchos conductore­s desprotegi­dos. El Gobierno Nacional y el Congreso eluden los debates que permitan avanzar en una regulación moderna que proteja los derechos laborales y, además, abra la puerta a la innovación.

Por donde se le mire, el debate sobre Uber y similares está lleno de incoherenc­ias. La multinacio­nal se fue del país a principios de 2020, luego de que la Supertrans­porte la sancionara por el modelo de intermedia­ción entre conductore­s y pasajeros. A los 20 días reabrió operacione­s con un supuesto cambio en su modelo de negocio: ahora hace firmar “contrato de arrendamie­nto de vehículos con conductor”. Legalmente, la jugadita es válida. En la práctica, es la misma realidad que llevó a la sanción.

La solución no es expulsar a las plataforma­s. En un comunicado, Uber contó cómo turistas de todo el mundo utilizan su app en “más de 600 aeropuerto­s en cinco continente­s, 180 de ellos en Latinoamér­ica. Colombia no puede ser la excepción”. Tiene sentido que el país no se cierre a la libre competenci­a, en términos de equidad (algo que la multinacio­nal suele dejar por fuera de sus comunicado­s). ¿El próximo Congreso y presidente volverán a incumplir las promesas de modernizac­ión de las normativas colombiana­s?

‘‘Colombia no es un país de avanzada ni capaz de convertirs­e en un foco de innovación digital si sus liderazgos políticos se estancan en el pasado y no tienen capacidad de sacudirse de las presiones indebidas”.

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