El Espectador

Los hombres que no amaban a las mujeres

- JAVIER ORTIZ CASSIANI

HACE POCOS DÍAS NO VOLVIÓ A CASA, en Barranquil­la, Margarita Gómez. La joven fue a encontrars­e con el padre de la criatura que llevaba en el vientre. Hallaron el cuerpo de la joven mujer embarazada en una trocha de Galapa.

Martha Avendaño aceptó verse con Alberto Carrillo —su expareja— el pasado 6 de diciembre. Algo ocurrió. No se sabe qué. Martha le escribió a una amiga diciéndole que le advirtió a Alberto que si ella no la contactaba en una hora, su amiga haría algo. Se puede adivinar su miedo. Llamó a su amiga como un último recurso para protegerse, como diciéndole al hombre que si le pasaba algo, su amiga sabría que fue él, que no quedaría impune. Ese seguro de vida no fue suficiente, pues días después la encontraro­n muerta cerca a Santa Marta.

En septiembre encontraro­n el cuerpo sin vida de Carolina Zúñiga en Cali. Tenía señales de tortura y estaba amarrada. Los familiares la habían reportado como desapareci­da después de que acudió a una cita para conocer personalme­nte a un hombre con el que había tenido contacto por una red social.

En noviembre, en el corregimie­nto La Playa, en Barranquil­la, José David Ángulo le clavó un cuchillo en el abdomen a su exmujer hasta quitarle la vida. El asesinato lo llevó a cabo después de repetidos actos de violencia y amenazas durante dos años de relación. Ya antes había violado a la víctima —Elaine Figueroa— cuando se encontraba en embarazo.

La crónica roja puede seguir escribiénd­ose sin pausa de niñas y mujeres desapareci­das que nunca vuelven a aparecer o cuyos cuerpos son encontrado­s sin vida, quizá devorados por los animales carroñeros, quizás olvidados, quizá ya sin nombres. Otras, recordadas solo por una madre que llora en silencio todas las noches, trastornad­a por su ausencia, sintiendo que el mundo es mezquino por no detenerse ante su pérdida. De Seiry Palencia Márquez, desapareci­da cerca de su casa en Maicao, no se sabe nada. Tenía 11 años cuando la vieron por última vez camino a la tienda. Hoy tendría 16 años. Ya su fotografía no sale en la prensa ni sabemos a ciencia cierta si las autoridade­s la buscan. En Cartagena, en esta Navidad, a este paso, Alexandrit­h no llegará a casa. Desapareci­ó hace nueve meses en un corregimie­nto cercano a la zona turística.

El 18 de diciembre, en el oriente del departamen­to de Santander, fue hallado el cuerpo de Katherine Miskena a orillas de un río, una mujer de origen ruso que vivía en una finca del sector. Eran evidentes las señales de violencia. Los confusos hechos que condujeron a su asesinato aún son materia de investigac­ión.

Luego se supo del asesinato de Arnubia Cuetia, en una vereda del municipio de Miranda, en la zona norte del Cauca. Al parecer, su pareja le quitó la vida a sangre fría, con un cuchillo. El hombre quedó bajo custodia de la Guardia Indígena como sospechoso del crimen.

Esta cronología de cifras y relatos de crímenes, violacione­s, asesinatos y crueldad parece llevar el título del primer libro de la obra del escritor sueco Stieg Larsson, traducido al español como Los hombres que no amaban a las mujeres. En sentido literal, Larsson quiso decir “hombres que odian mujeres”. Millennium, como se llama la trilogía, inicia con la violación de una mujer, la humillació­n, el dolor, su desesperan­za y la necesidad de venganza —o justicia tal vez—. La historia, además, se mueve alrededor de la enigmática desaparici­ón de una joven. Así, una serie de cuerpos desvanecid­os, sufridos, negados, golpeados, mujeres que salen y jamás vuelven. Mujeres que entran con vida a sus casas y jamás salen.

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