Señales análogas
SOY DE UNA GENERACIÓN QUE CRECIÓ entre dos países. Quienes vivimos entre las décadas de los 80 y 90 en Cúcuta tenemos recuerdos compartidos que son transfronterizos.
Eran tiempos de señales análogas y los pocos canales de televisión colombianos que llegaban eran de baja calidad. Subir al techo para buscar la señal era parte de la infancia, pero quizá buscábamos los restos de un país que parecía agotarse en el filo de las montañas. Era más fácil girar la antena hacia el oriente para encontrar nítida la voz y la imagen que venía de Venezuela. Así fuimos incorporando palabras, gustos y canciones que llegaban de un lugar que parecía más cercano.
En el barrio jugábamos a representar propagandas que veíamos en televisión. Entonces imitábamos en un mismo turno, sin que hubiera protestas, las propagandas de Quipitos, Chicles Motitas, Diablitos o Frescolita.
Lo mismo ocurría con los programas de los sábados por la mañana. Algunos veían Oki-Doki, se sabían sus canciones, tenían posters de Vainilla, Canela o Tomillo. Otros veíamos, en Venevisión, El club de los tigritos, deslumbrados con Wanda y Jalymar.
A la señal análoga que nos recordaba lo lejos que estaba Colombia de Cúcuta se sumaba el esplendor de ciertos aparatos tecnológicos que se encontraban en San Antonio del Táchira. Muchos compramos allí nuestro primer reproductor de CD, en un edificio que importaba marcas japonesas que eran desconocidas para la mayoría de los colombianos.
Con el tiempo algunos nos fuimos a otras ciudades, pero la frontera, sus sabores y sonidos siempre estuvieron con nosotros. De vez en cuando llegaban encomiendas en cajas de cartón con pedazos de esa patria común que tenemos quienes crecimos entre Colombia y Venezuela. Bastaba probar un poco de ovomaltina para volver a sentir el calor de una infancia de recuerdos plurales.
Esa quizás es una de las pérdidas más grandes que tienen las nuevas generaciones en Cúcuta: la idea distorsionada de la frontera como un problema.
Puntilla. La presencialidad de estudiantes en 2022 no debe abordarse como una opción, sino como la vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes.