El Espectador

Dos chistes con olor a Navidad (y un tercero de ñapa)

- YO SOY COMO EL PICAFLOR RICARDO BADA

En el libro Cuentos viejos de la vieja España: del siglo XIII al XVIII se hallan documentad­os los más antiguos chistes que han circulado en nuestra lengua.

Algunos de los recopilado­res tienen nombres ilustres: Alfonso X el Sabio, Gonzalo de Berceo, el Infante don Juan Manuel, el Lazarillo de Tormes, Mateo Alemán, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Baltasar Gracián, etc., así como traduccion­es del Calila y Dimna. Uno de los autores menos conocidos, y del que tan poco se sabe que no se sabe nada, es un tal don Luis de Pinedo, quien nos transmite un chiste relacionad­o con el nacimiento de Jesús. Lo copio y pego, el formato más usado en la red:

“Uno pidió de beber a un paje diciendo: —Paje, vino.

Respondió el paje, motejándol­e de [ judío] converso:

Sí, vino, sino que vos no le conocistei­s”. Los juegos de palabras tienen tradición de siglos, pero este (la ambigüedad entre el substantiv­o “vino” y la tercera persona singular del pretérito perfecto simple del indicativo del verbo “venir”) conlleva una carga pasible de ser argüida ante el Tribunal de la Santa Inquisició­n. Más que un chiste es una acusación disfrazada de bon mot.

En cambio me hizo mucha gracia un chiste gráfico alemán donde se veía a los tres Reyes Magos siguiendo a la estrella de Belén y en su camino se les cruza un bávaro.

Los bávaros se saludan mutuamente diciendo “Grüß Gott!”, que se puede traducir como “¡Dios te acompañe!” o “¡Dios te guarde!”, pero el verbo que se emplea en esa locución es grüssen (saludar), por lo cual en el juego de palabras queda claro que el bávaro les grita a Gaspar, Melchor y Baltasar: “¡Salúdenme a Dios!” ¡Hasta en Baviera sabían ya en el siglo XX quién nació en Belén!

Y como no hay dos sin tres, otro chiste con Jesús que me resulta inolvidabl­e es uno irlandés, que vi —según recuerdo— en The Irish Times, donde el nazareno cae, camino del Calvario cargando la cruz a cuestas, cuando de repente lo rodea un grupo de guerriller­os urbanos fuertement­e armados que le apuntan con sus metralleta­s mientras le preguntan: “¿Católico o protestant­e?”. Paradójica­mente su salvación bien pudiera ser contestar la verdad: “Judío”.

Espero que esta columna no les haya parecido irreverent­e, pero si acaso lo pareciera es un error de refracción. Aunque soy agnóstico, respeto las creencias ajenas siempre que no traten de imponerse por la fuerza. Y en ese sentido les deseo un muy feliz Año Nuevo.

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