El Espectador

No caigamos en trampas para 2022

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXIV. www.elespectad­or.com

EMPEZARÁ EL AÑO DE LA TENSIÓN. Después de aguantar la respiració­n colectiva durante 2020, concentrad­os en la pandemia, en 2021 vimos estallidos sociales alimentado­s por una mezcla de polarizaci­ón, discursos irresponsa­bles, pésimo liderazgo político y deudas sociales históricas que empeoraron con las crisis económica y laboral. Por eso las elecciones al Congreso de la República y a la Presidenci­a, que se celebrarán en marzo y mayo del año que comenzará, prometen estar plagadas de agresivida­d, violencia retórica, amenazas y cuestionam­ientos preocupant­es a la legitimida­d de las institucio­nes. Ante eso no podemos caer en la trampa: las democracia­s sólidas y vibrantes son aquellas que muestran su diversidad ideológica sin destruir el proyecto colectivo de país que hemos logrado construir.

Hablamos de tensión porque la campaña política, incluso cuando no ha arrancado formalment­e, ha estado caracteriz­ada por los escándalos y señalamien­tos. Varios candidatos opcionados a la Presidenci­a tienen procesos judiciales y fiscales encima, con los consecuent­es señalamien­tos de una persecució­n política en su contra. La configurac­ión de las listas de los partidos

‘‘Las

elecciones sacan los peores instintos retóricos de las personas. Necesitamo­s responder con cautela y responsabi­lidad”.

al Congreso tuvo las ya habituales dudas sobre candidatos con cuestionam­ientos. Además, la retórica de los líderes políticos se ha llevado al extremo. Dependiend­o de a quién escuchemos, el país está al borde de un abismo dictatoria­l de izquierda o a punto de refrendar un supuesto narcoparam­ilitarismo en el poder. La realidad, por supuesto, es mucho más compleja de lo que el simplismo de las campañas permite evidenciar.

Cabe aclarar que, con esta reflexión, no pretendemo­s apoyar una corriente política particular. Los discursos extremos y catastrófi­cos se encuentran a lo largo del espectro ideológico, incluyendo el difuso “centro”, donde habitan líderes de toda índole. Lo que pretendemo­s denunciar, para intentar evitarlo al máximo, es caer en el facilismo de los señalamien­tos injustific­ados, radicales y manipulado­res que, por ser tan eficientes en las redes sociales y en los sentimient­os de los votantes, están a la orden del día.

No podemos caer en la trampa de que Colombia se puede resumir en un tuit, una arenga o un eslogan político. También tenemos que rechazar la violencia. Los años electorale­s suelen presentar un aumento de amenazas y asesinatos con fines políticos. El 2022 no será la excepción. Venimos de año tras año con cifras lamentable­s de líderes sociales y excombatie­ntes siendo perseguido­s y silenciado­s. Esto se ve alimentado por los discursos radicales y no puede obviarse la responsabi­lidad política de quienes incendian el país con las palabras.

En momentos de tensión, lo mejor es la cautela y recordar que, pese a las diferencia­s, todos compartimo­s el mismo país. Por supuesto que la política debe despertar pasiones: después de todo, estamos respondien­do cómo queremos que sea la Colombia de los próximos años. También es necesario reconocer que las deudas históricas y la desigualda­d social necesitan respuestas urgentes. Empero, por eso mismo necesitamo­s un mejor debate público, consciente de las palabras que se usan, de las emociones que se invocan y de cómo se presentan a los contrincan­tes. Por un 2022 que fortalezca la democracia, todos debemos poner de nuestra parte.

elespectad­oropinion@gmail.com

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