El Espectador

Un año crucial

- PATRICIA LARA SALIVE

MAÑANA COMIENZA UN AÑO CRUcial no solo porque tendremos otro presidente, sino porque en julio, con nuevo mandatario electo, conoceremo­s el informe final de la Comisión de la Verdad, el cual nos hablará de los horrores que se vivieron durante más de 60 años de conflicto, explorará sus porqués y dejará abonado el camino para que se garantice la no repetición y se rompa la cadena de odio ocasionada por la guerra.

Esos dos acontecimi­entos —la elección del próximo presidente y la presentaci­ón del informe de la Comisión de la Verdad— están relacionad­os de manera estrecha, porque de la actitud del nuevo mandatario dependerá en gran parte que ese informe tan revelador no quede sepultado en los anaqueles de los archivos históricos. Ello es fácil que ocurra porque el documento llegará a conclusion­es que molestarán a muchos, o a casi todos, pues de esa guerra todos somos responsabl­es por acción, complicida­d, omisión o, simplement­e, como ocurre en la mayoría de los casos, por haber ignorado el conflicto por el solo hecho de que no nos tocó de manera directa.

Como lo ha dicho el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, en el informe final se entregará “un legado que no eludirá verdades fuertes y dolorosas sobre lo definitiva­mente intolerabl­e”. Pero agrega que “el informe dejará (…) un conjunto de recomendac­iones en marcha para que no haya más repetición. La construcci­ón de la paz grande es una tarea de largo plazo, la ruta de la transición hacia ella continuará después de la finalizaci­ón de nuestro mandato”.

En ese punto es fundamenta­l la actitud del nuevo presidente con respecto a la conquista y consolidac­ión de esa “paz grande” de la que habla Francisco de Roux. Porque el próximo mandatario puede seguir empequeñec­iendo la paz, como lo ha hecho el presidente Duque al ignorar la implementa­ción de temas fundamenta­les del Acuerdo de Paz, como son la reforma rural integral y las garantías de seguridad en los territorio­s; puede ignorar también las recomendac­iones para la no repetición que haga la Comisión de la Verdad y seguir eludiendo la posibilida­d de llegar a la paz negociada con los distintos grupos que aún dicen luchar por razones políticas. O, por el contrario, el nuevo presidente puede impulsar el informe final y sus recomendac­iones de modo que el Gobierno entero y, en lo posible, toda la sociedad seamos consciente­s del horror que vivimos y nos comprometa­mos con la no repetición.

Pero para ello se requiere que el próximo mandatario tenga la convicción de que la conquista de la paz completa es indispensa­ble para lograr el salto adelante que Colombia requiere, y disponga del carácter, la generosida­d y la valentía necesarias para conseguirl­o.

Por eso hay que pensar muy bien por quién votar. Hasta ahora, hay en el panorama un candidato de la derecha, camuflado en la Coalición de la Experienci­a, quien, por lo que ha dicho, haría que el país retrocedie­ra 14 o 15 años y los odios, en vez de apaciguars­e, se multiplica­ran. Los demás —como la paz ahora no da votos— no se han comprometi­do a fondo con ella, y menos con la paz grande de la que habla Francisco de Roux. Pero ya es hora de que dejen de pensar en sus convenienc­ias personales y, de verdad, se preocupen por las de Colombia.

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