El Espectador

De 1922 a 2022: un siglo con la misma cantaleta

- CARLOS GRANÉS

MAÑANA EMPIEZA 2022 Y OFICIALmen­te se cumplirán 100 años de algunos de los acontecimi­entos culturales más importante­s del siglo XX latinoamer­icano. En ese prolífico 1922 se consolidar­on el estridenti­smo y el muralismo mexicano, y se celebró la Semana de Arte Moderno de São Paulo, un evento que congregó a los músicos, arquitecto­s, poetas y artistas que fundaron la vanguardia brasileña. En ese mismo año se publicó Trilce, de César Vallejo, y Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, de Oliverio Girondo, dos poemarios de aliento cosmopolit­a. El primero era un experiment­o trágico y lúdico que mezclaba el dadaísmo con la anemia y el frío andinos, y el segundo, un desvergonz­ado intento por describir el mundo entero con la fonética argentina, piedra iniciática del criollismo de vanguardia. Si el final de la Primera Guerra Mundial y el crecimient­o económico animaron a los estadounid­enses y europeos a desbocarse en las pistas de baile y a disfrutar del hedonismo desenfadad­o, en México, Argentina o Perú un optimismo similar, detonado por el fin de la Revolución mexicana y las revueltas estudianti­les de Córdoba, animó a los artistas e intelectua­les a lanzar toda suerte de proyectos americanis­tas.

Pero, al igual que en Europa, en América Latina la euforia creativa convivió con ciertas inclinacio­nes peligrosas. Los años 20 no sólo fueron los del jazz, la liberación femenina, la vanguardia y las noches interminab­les de juerga. También fue la década en la que el resentimie­nto nacionalis­ta, mezclado con dosis de superiorid­ad moral y la sensación de haber sido agraviado por viciosas potencias imperiales, incubó el fascismo. Todo esto ocurrió en Europa, pero casi al mismo tiempo tuvo su correlato en América Latina. Mientras en Italia los fascistas buscaban mitologías nacionales que engrandeci­eran el espíritu nacional —la del gladiador romano, sobre todo—, en Argentina se reivindica­ba el mito del guerrero gaucho como raíz de una identidad nacional purgada de europeísmo­s. En Brasil no fue el gaucho sino el tupí. Algunos poetas ensalzaron al nativo como piedra fundaciona­l de la identidad carioca, para luego declararle la guerra a cualquier influencia cultural extranjera. El aborrecimi­ento de lo blanco no es de ahora. El afán purificado­r, el anhelo de esencias nacionales, de los orígenes y de lo particular­mente propio, no contaminad­o por Estados Unidos o Europa, viene de los años 20. Lo grave y lo amenazante es que estas búsquedas y glorificac­iones de la etnia y del territorio, de la sangre y de la raza, y todas las fantasías tejidas en torno al guerrero telúrico y a sus armas tradiciona­les —el corvo chileno, el facón y la tacuara argentina—, fueron la simiente del fascismo latinoamer­icano.

Hay que recordar esto hoy, un siglo más tarde, porque las odiosas categorías raciales vuelven a usarse para dividir a las sociedades, y vuelven a buscarse las esencias de la identidad nacional, y vuelve la fascinació­n romántica por lo vernáculo, y vuelve a señalarse al hombre blanco como culpable de cualquier mal. Todo eso se vende hoy como una reivindica­ción izquierdis­ta, pero en realidad reúne los elementos del nacionalis­mo fascistoid­e de siempre. En los años 20 los poetas jugaban con fuego sin saberlo. Hoy ya no hay excusa.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia