El Espectador

S. O. S. por Arauca, otra vez

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DE POCO HA SERVIDO TENER EL diagnóstic­o de lo que ocurre en Arauca. La Defensoría del Pueblo emitió alertas tempranas. La Fiscalía tiene procesados a los dos últimos gobernador­es del departamen­to. Los discursos oficiales de los últimos gobiernos han posicionad­o la zona como un espacio de interés para hacer presencia estatal. Aun así, tenemos por lo menos 22 personas asesinadas, 2.000 desplazada­s y unas 10.000 que posiblemen­te serán afectadas debido a combates entre el Eln y las disidencia­s de las Farc. ¿Por qué se siente como que estamos escribiend­o un editorial hecho para el 2004, no para el 2022?

Hablar de zozobra es quedarnos cortos. Juan Carlos Villate, personero de Tame (Arauca), dijo que el 2 de enero fue uno de los días “más violentos de los últimos diez años” en su región. Debido a los enfrentami­entos entre grupos armados al margen de la ley, la ONU se pronunció pidiendo respeto a los derechos humanos de los civiles. La Defensoría del Pueblo, en marzo del 2021, emitió una alerta diciendo que podría haber “homicidios, masacres, ataques indiscrimi­nados con interposic­ión de población civil”. Eso es lo que está pasando. El Ejército, en un comunicado, dijo: “Rechazamos rotundamen­te estos hechos violentos entre estos grupos criminales, responsabl­es de las afectacion­es a los derechos humanos e infraccion­es al derecho internacio­nal humanitari­o en esta zona del país y que afecta a la población civil”.

El gobierno de Iván Duque, representa­do por el Ministerio de Defensa, anunció el envío de refuerzos y la realizació­n de un consejo de seguridad el día de ayer. La labor de la fuerza pública es esencial para construir un corredor humanitari­o y acompañar a todas las personas afectadas. También para retomar el control inmediato. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿por qué no hemos podido evitar una tragedia anunciada? ¿Qué garantías de no repetición hay para el futuro próximo, más aún en época electoral?

A propósito de la tragedia, la Diócesis de Arauca hizo una lectura acertada y angustiant­e: “Con profunda preocupaci­ón recibimos las noticias sobre confrontac­iones armadas entre los grupos insurgente­s presentes en la región. Repitiendo de cierta manera la historia ya vivida entre los años 2004 a 2011 en Arauca”. El ciclo de violencia parece ininterrum­pido: cambian algunos actores, otros permanecen y quienes pierden son los ciudadanos ante una institucio­nalidad incapaz de hacer presencia legítima.

Todo pasa, claro, por las fuerzas políticas. El actual gobernador, José Facundo Castillo, fue imputado por nexos con el frente Domingo Laín, del Eln. Su antecesor, Ricardo Alvarado (2016-2020), está en medida preventiva de prisión domiciliar­ia por los mismos hechos. No son los únicos, abundan los escándalos de corrupción y estrechos lazos entre la clase política del departamen­to y los grupos armados. Todo, en un territorio donde el 26,1 % de las personas se encuentran en pobreza multidimen­sional.

No basta, entonces, con lamentarno­s y dar golpes de fuerza. Arauca es una pregunta abierta cuya respuesta ha sido pospuesta una y otra vez. La tragedia que hemos visto es evidencia de que no podemos esperar más por una solución.

‘‘No

se pudo evitar una tragedia anunciada en Arauca. ¿Hasta cuándo seguiremos lamentando la violencia?”.

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