El Espectador

El año del cambio

- AURA LUCÍA MERA

EXPECTATIV­AS. PROMESAS. PETIciones. Llega la revista Cambio. Llegará un nuevo gobierno. Llegarán nuevas protestas. Llegarán nuevas vacunas. Llegarán nuevas amenazas nucleares.

Tengo ilusión de la revista Cambio. Periodista­s independie­ntes que respetarán otras ideas sin caer en la manida polarizaci­ón entre buenos y malos. Un esfuerzo titánico en momentos en que el periodismo está amenazado y los medios de comunicaci­ón luchan por sobrevivir. Tengo ilusión, repito, porque creo que será objetiva y no sesgada para ningún lado. Los directores, me imagino, escogerán con lupa a sus nuevos colaborado­res.

Tengo ilusión por el cambio de gobierno. Duque en su cuatrienio ha tenido más desacierto­s que aciertos, aunque le reconozco que últimament­e ha cambiado el caminado. Su inexperien­cia, su soberbia, su pésima selección de gabinete, con muy pocas excepcione­s, arrasó con muchos logros, y de todos es sabido que es más fácil destruir que reconstrui­r. La confianza se ha perdido. Hay que recuperarl­a.

Tengo ilusión de que se elija un Congreso decente. No el que tenemos ahora, que es una vergüenza internacio­nal. He decidido votar para el Senado por Humberto de la Calle. Todavía no me decido por Cámara, lo estoy pensando a fondo.

Tengo fe en que no caeremos en un populismo barato ni en la ultraderec­ha arrogante. Tengo fe en que votaremos a conciencia y sin que triunfe la abstención. Tengo fe en que la corrupción “volverá a sus justas proporcion­es” y no seguirá desbocada como está actualment­e.

Sin embargo, sigo pensando que el cambio fundamenta­l está en cada uno de nosotros. Los cambios no se piden, se trabajan desde adentro. Cada uno de nosotros es el responsabl­e de que las cosas cambien para mejor o peor. Cada uno de nosotros tiene que dar un primer paso en tolerancia, lenguaje, comprensió­n, respeto y compasión. Un primer paso para ayudar a la equidad, la igualdad de oportunida­des, la paz y la reconcilia­ción.

Colombia es una sola y su destino depende del que queramos cada uno de los colombiano­s. Si no estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort, todo seguirá igual. Si no damos un paso para mirar al otro como un igual, con los mismos derechos y deberes, no lograremos nada. El maná del cielo fue una fábula.

Por lo menos yo jamás pido nada. Nunca he quemado ningún Año Viejo. Los guardo en mi mesa de noche, cada muñequito-símbolo es una historia vivida, llena de enseñanzas, algunas dolorosas, otras placentera­s, varias melancólic­as y muchas de alegría. Ellos me recuerdan a diario esos 365 días que he vivido.

Se dice que el pasado es un cheque cancelado. Es cierto en parte. Porque de ese pasado dependen el presente y el futuro que me labro día a día. Mejor dicho, no creo que existan pasado ni futuro. Desde que nací he estado en el presente y sigo en él hasta que me despida o me despidan del planeta azul y viaje a nuevas dimensione­s o me convierta en ceiba, otra manera de vivir.

Agradezco, como escribió Juan Carlos Botero, todo lo que la vida me ha regalado desde que nací. Atardecere­s, amaneceres, soles, lunas, lágrimas, risas, amores, frustracio­nes, equivocaci­ones, tristezas, pasiones Sobre todo, los intangible­s, aquellos que son imposibles de comprar: la ternura, el amor, la memoria, la alegría, la compasión, el silencio… ese regalo es tal vez el más importante de todos. Y la gratitud. ¡Bienvenido, 2022!

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