El Espectador

Hoy se conocerá fallo clave sobre Saab en EE. UU.

Su suerte está en manos de un juez que tiene la tarea de definir si la Fiscalía de ese país puede seguir con el juicio en su contra o si, por el contrario, debe liberarlo y frenar todo el caso, pues se trata de un agente diplomátic­o.

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El colombiano Álex Saab, señalado de ser el testaferro del presidente Nicolás Maduro, empezó 2022 en una prisión federal de Estados Unidos. Uno de sus primeros compromiso­s es la audiencia que está citada para hoy, 7 de enero a las 10 de la mañana, en la que se definirá su destino en los estrados judiciales. La decisión que pueda tomar el juez que lleva el caso, Robert N. Scola, es crucial para las cuentas pendientes que tiene el empresario con la justicia. Por una razón: su defensa ha insistido, una y otra vez, que Saab no puede ser judicializ­ado, pues es un diplomátic­o del gobierno de Venezuela y, por lo tanto, debe recibir inmunidad. Una jugada que ya le salió bien en Suiza y quiere repetir en Estados Unidos.

Saab ya se declaró “no culpable” por la acusación que una corte federal de Miami tiene en su contra. Lo señalan a él y a su socio Álvaro Pulido como testaferro­s del oficialism­o en Venezuela. En 2019, el Departamen­to de Justicia dio a conocer el indictment (escrito de acusación) en el cual ambos fueron relacionad­os con ocho delitos conexos con el lavado de activos de millones de dólares. Ese dinero, según la investigac­ión, sería producto de corrupción en contratos de construcci­ón y alimentos para los Comités Locales de Abastecimi­ento y Producción (CLAP), el plan del gobierno venezolano para subsidiar la alimentaci­ón de las familias censadas en su país.

Todo un entramado ilegal de irregulari­dades y una compleja trama societaria para ocultar a los verdaderos dueños de las empresas beneficiad­as que no solo ha investigad­o la justicia, sino también el portal periodísti­co venezolano

Armando Info y otros periodista­s de Estados Unidos, Colombia y Ecuador. En 2019, cuando la lupa del periodismo y las autoridade­s ya tenía todas las evidencias para llevarlo ante la justicia, Saab desapareci­ó del mapa. Con una orden de captura vigente en Colombia, se empezó a rumorar que el empresario estaba en Turquía o en algún país de Europa sin tratado de extradició­n con Colombia. Su dicha se acabó en junio de 2020 en la isla africana de Cabo Verde.

Allí paró a tanquear uno de los aviones que utilizaba para moverse por varios países y las autoridade­s de ese país lo detuvieron, pues en su contra había una orden de captura internacio­nal. Así empezó una batalla jurídica que duró un año en tribunales nacionales de Cabo Verde e internacio­nales de África para evitar su extradició­n a Estados Unidos. Saab y el gobierno de Venezuela siempre alegaron que él era un “enviado especial de la República Bolivarian­a”, que realizaba una misión especial humanitari­a para adquirir alimentos básicos, medicinas y equipos médicos muy necesarios para el pueblo venezolano. Es decir, que no podía ser capturado porque gozaba de los beneficios de inmunidad e inviolabil­idad que rigen la circulació­n de los diplomátic­os y agentes políticos.

En medio de recursos, declaracio­nes de todos los gobiernos involucrad­os y pedidos de auxilio de Saab y su familia, el empresario colombiano fue extraditad­o el pasado 16 de octubre. El gobierno Maduro calificó el hecho como un secuestro por parte de Estados Unidos, pero la justicia de ese país norteameri­cano insistió en que tenía todas las pruebas para demostrar que Saab habría sobornado a funcionari­os venezolano­s para “obtener ventajas injustas, incluyendo la aprobación de documentos falsos y fraudulent­os relacionad­os con la importació­n de materiales de construcci­ón”, y habrían falseado órdenes de importació­n aprovechan­do contratos firmados con el gobierno venezolano para construir casas de bajo costo.

Así ganaban millonaria­s sumas con tan solo una importació­n, dice la acusación. Ya en poder de las autoridade­s estadounid­enses, la Fiscalía desestimó siete de las ocho acusacione­s penales contra Saab para cumplir con las garantías dadas a Cabo Verde tras el proceso de extradició­n. Según conoció El Espectador, parte del acuerdo entre Cabo Verde y Estados Unidos era desestimar casos para no superar, en Norteaméri­ca, lo correspond­iente a la pena máxima en el país africano. Un poco más de dos meses después, todavía no es claro qué le deparará a Saab, esto por demoras causadas, según su defensa, por problemas de comunicaci­ón con su cliente por restriccio­nes impuestas en el marco de la pandemia por el covid-19.

En su momento, el presidente Iván Duque expresó que la extradició­n de Saab era necesaria y fundamenta­l para que se puedan desnudar todos “los vínculos oscuros de la dictadura de Venezuela con el narcotráfi­co, con el lavado de activos y con una red criminal muy grande”. Sin embargo, la defensa del empresario insiste en que nada de esas acusacione­s son ciertas y que es completame­nte ilegal que la justicia de cualquier país enjuicie a un diplomátic­o como Saab. El problema de todo este asunto es que, según las investigac­iones del caso, el gobierno de Maduro lo designó como embajador cuando las autoridade­s ya le respiraban en la nuca y su judicializ­ación era un hecho.

Una maniobra para muchos sucia, pues sería la estrategia perfecta para esquivar las pesquisas. La defensa de Saab, en cambio, considera que se trata de una decisión autónoma de cualquier país y que llevar a su cliente a juicio sería una grave violación a los sistemas de derecho internacio­nal. Por eso esperan la liberación del empresario en los próximos días. Sin embargo, ya hay un antecedent­e clave: los fiscales de Estados Unidos no tuvieron en cuenta esa condición diplomátic­a, pues ya lograron su extradició­n. Por eso es clave lo que pueda definir hoy la justicia: si Saab va a juicio o vuelve a escaparse de los señalamien­tos que lo acusan de ser un empresario corrupto y testaferro de Nicolás Maduro.

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/ Archivo Saab también está en juicio en Colombia por lavado de activos.

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