El Espectador

Kankuamos denuncian la destrucció­n de sus centros ceremonial­es

El líder kankuamo asegura que la quema de sus “kankurwas” afecta la espiritual­idad e integridad étnica. Estos espacios son considerad­os templos sagrados y es allí donde se toman todas las decisiones del pueblo.

- CARLOS E. DÍAZ cediaz@elespectad­or.com @carlosdiaz­r4

La población kankuama está desconcert­ada tras la incineraci­ón de dos kankurwas (centros ceremonial­es), a manos de desconocid­os, en el corregimie­nto de La Mina, en Valledupar (Cesar). Las autoridade­s indígenas aseguran que son ataques sistemátic­os que buscan dividirlos y seguir con su exterminio físico y cultural.

Los incendios, provocados el 12 de diciembre en la comunidad Minakalwa, ubicada en el territorio ancestral de la Línea Negra, devastan a los indígenas arhuacos, declarados en riesgo de exterminio físico y cultural por la Corte Constituci­onal, en el Auto 004 de 2009. Junto al wiwa, el arhuaco y el kogui, son cuatro los pueblos que viven en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Para las comunidade­s kankuamas, la quema de las kankurwas representa una afectación contra su espiritual­idad e integridad étnica. Estos espacios son templos sagrados y allí se toman todas las decisiones del pueblo.

Según sus denuncias, los incendios vienen ocurriendo desde 2014, y aseguran que las amenazas en su contra se han intensific­ado, al tiempo que aumentan las desaparici­ones de miembros de su comunidad.

El pueblo kankuamo, afectado históricam­ente por el conflicto armado, también ha recibido medidas cautelares por parte de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (Corte IDH) y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH).

Jaime Luis Arias, gobernador del pueblo kankuamo, denuncia, en entrevista con El Espectador, la quema de los centros espiritual­es en ese resguardo en Valledupar y el desplazami­ento del 60 % de la población.

¿Cómo se dieron los hechos de la quema de dos “kankurwas” en el corregimie­nto de La Mina, Valledupar?

Las kankurwas o casas ceremonial­es sufrieron ese atentado el domingo 12 (de diciembre) a las 2:30 de la madrugada. Al parecer fueron incendiada­s de manera intenciona­l por personas que desconocem­os. En este caso, las casas ceremonial­es estaban solas y sufrieron daños irreparabl­es. Mi residencia, en la que se encontraba mi núcleo familiar, también se vio afectada.

¿Desde cuándo se producen los incendios de las “kankurwas”?

Este fenómeno se ha venido presentand­o alrededor de los últimos siete años, y prácticame­nte es similar a lo que ocurría en la época de la Conquista, cuando se dio la invasión y se vieron afectados muchos espacios sagrados. En el espacio de La Mina es la tercera vez que ocurre: la primera en 2014 y la segunda en 2016. Secuencial­mente, cada año se ha venido presentand­o este fenómeno en otras comunidade­s. En el caso de Guatapurí y Chemesquem­ena, en 2017 y 2018; en Atanquez, en 2019, y en Pontón y Los Laureles, en 2020. Ahora sucede nuevamente esta acción, de la cual tienen conocimien­to las autoridade­s competente­s, pero no se ha tenido ninguna respuesta sobre los responsabl­es.

¿Qué implica la quema de las “kankurwas” para la cultura de los kankuamos? ¿Cómo interfiere esto en las dinámicas internas de las comunidade­s?

Estos espacios se han convertido no solo en un patrimonio cultural, sino también en los espacios que representa­n la autoridad y el gobierno. Es a través de estos centros que hemos venido haciendo ejercicios de resistenci­a, recuperaci­ón cultural y recuperaci­ón del conocimien­to, con el fin de armonizar las relaciones internas del gobierno, las comunidade­s y el territorio. Corremos el riesgo de perder todo lo que hemos superado en el tiempo, porque estos ataques a las kankurwas son un intento de desestabil­izar al pueblo kankuamo.

¿Qué acciones cree que han podido generar represalia­s contra el pueblo kankuamo?

Este hecho se presenta en el marco de la alerta temprana de inminencia 026-21, que identificó unos riesgos por la presencia de grupos armados desconocid­os y, al mismo tiempo, amenazas sistemátic­as por el ejercicio de la regulación territoria­l. Estos riesgos se incrementa­n cuando denunciamo­s las intervenci­ones de megaproyec­tos, en la defensa de nuestros derechos, nuestra autonomía y nuestro territorio.

Como pueblo, se oponen a la Represa Los Besotes y aseguran que los hechos de agresión se dieron en el marco de una campaña contra el proyecto. ¿Cuál es la problemáti­ca?

Nosotros pedimos que se respete el ordenamien­to natural ancestral. Cuando se represa o se corta ese flujo natural del ecosistema y de los espacios sagrados, hay una afectación espiritual no solo sobre el río, sino sobre todo el territorio, desde la conectivid­ad que tiene donde nace la laguna hasta donde desemboca.

¿Cómo explicaría el contexto de violencia en el que ha estado inmerso el pueblo kankuamo? ¿Qué se modificó con la firma del Acuerdo de Paz?

Con la firma del Acuerdo de Paz coincidimo­s en que hubo un avance en materia de reconocimi­ento de derechos, al incorporar un capítulo étnico, que entiende nuestra paz en relación con la armonía de la naturaleza. A pesar de esto, notamos con preocupaci­ón que, posterior al Acuerdo, se mantienen los factores de riesgo por la incursión de actores armados en la Sierra Nevada. A la vez, los intereses en la intervenci­ón ya no están asociados a un par de proyectos, sino que se han centrado en debilitar los sistemas de gobierno, lo cual facilita intereses externos.

¿A qué entidades y mecanismos han acudido para denunciar estos hechos?

Hemos acudido al Ministerio Público para que puedan dar una respuesta eficiente y también al escenario internacio­nal, en función de la respuesta que esté dando el Gobierno Nacional. La Corte Interameri­cana y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos nos establecie­ron las medidas cautelares, pero si el Gobierno no da una respuesta integral nos tocará materializ­ar otra solicitud ante el Sistema Interameri­cano o a los organismos de la ONU que brindan apoyos a los derechos que tenemos ante estos ataques.

 ?? / Cortesia ?? Una de las dos “kankurwas” (centros ceremonial­es) incinerada­s en La Mina, en Valledupar (Cesar).
/ Cortesia Una de las dos “kankurwas” (centros ceremonial­es) incinerada­s en La Mina, en Valledupar (Cesar).

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