El Espectador

No se puede rechazar la educación presencial

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RECHAZAR LA PRESENCIAL­IDAD en los colegios y las universida­des sería cometer un error histórico y no haber aprendido de las malas decisiones que se tomaron en los años pasados. Sabemos que el aumento de contagios por COVID-19, ligado a la variante ómicron, genera justa ansiedad, pero los datos invitan a ponderar la realidad. Las hospitaliz­aciones se han mantenido bajas en proporción a los contagios, el Plan Nacional de Vacunación está muy adelantado, se está habilitand­o la vacunación de niños y adolescent­es, los maestros del país fueron priorizado­s y contamos con los conocimien­tos necesarios para enfrentar los riesgos de la pandemia. No hay motivos para no regresar a los salones de clases.

No se puede hablar en abstracto de la educación virtual en contraste con la presencial. Ya tenemos evidencia dura de los problemas que causa. Cerca de dos millones de niños y adolescent­es colombiano­s no han recibido educación de calidad en los últimos dos años. La brecha de desigualda­d se convirtió en un abismo: mientras los colegios privados pudieron adecuarse con más facilidad al mundo digital, los públicos estuvieron dominados por la deserción. Cientos de miles de estudiante­s simplement­e no tenían cómo conectarse a las clases. Los profesores se vieron abocados a enviar guías por WhatsApp. La inasistenc­ia escolar pasó de 2,7 % en 2019 a 16,4 % en 2020. Hablar de educación virtual de calidad y equitativa en Colombia es, al sol de hoy, una quimera.

Además, el aislamient­o causó severos problemas de salud mental. En junio de 2020, el Instituto Colombiano de Neurocienc­ias realizó una encuesta con hallazgos angustiant­es: mientras el 42 % de los menores presentaro­n signos de deterioro de habilidade­s académicas, la cifra sube a 88 % cuando se trata de señales relacionad­as con salud mental y comportami­ento. Estos meses de incertidum­bre, duelo y lejanía de sus espacios seguros se convirtier­on en una tortura para niños y adolescent­es. Por donde se le mire, es un error seguir aplazando el regreso a las aulas, donde se puede compartir con los amigos, los profesores hacen un trabajo esencial de cuidado de la salud mental y la alimentaci­ón está garantizad­a.

Entendemos las preocupaci­ones de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), que le ha pedido al Gobierno cumplir con las adecuacion­es de los colegios. El trabajo del Estado debe ser dotar todos los espacios con las herramient­as necesarias. Empero, esto no es razón para dejar de ir a clases presencial­es. El Plan Nacional de Vacunación era lo mínimo innegociab­le y se ha cumplido. Esto, junto a la evidencia científica, hace que en el balance la respuesta adecuada sea la educación presencial.

No perdamos más tiempo ni hagamos sufrir a más niños y adolescent­es. La educación presencial es vital. Lo mismo para las universida­des del país. Necesitamo­s el sistema educativo funcionand­o al 100 % para que la recuperaci­ón de la pandemia arranque en forma.

‘‘No

perdamos más tiempo ni hagamos sufrir a más niños y adolescent­es. La educación presencial es vital”.

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