La elección que rompió con el legado colonial
A pesar de la Independencia, las instituciones coloniales se mantuvieron en el país por varias décadas más, y fue la elección de 1849 la que rompió dicha tradición y puso a Colombia en una nueva discusión: liberales y conservadores.
Votos y balas fueron las dos tendencias durante el primer siglo de vida de lo que hoy es la República de Colombia. Apenas se salía del dominio español, la consolidación del proyecto nacional se dio en medio de guerras civiles y de procesos electorales. El uno seguía al otro y hasta se dieron de forma paralela en varias ocasiones. Contrario a otros países de la región, y a pesar del intento dictatorial de Simón Bolívar, en el territorio nacional imperó una tradición electoral. Desde el mismo Congreso de Cúcuta, celebrado en 1821, se estableció ese afán de celebrar elecciones para elegir a los mandatarios.
Allí, en un primer momento, se estableció una democracia indirecta. Este sistema establecía un voto limitado a los hombres alfabetizados con una renta mínima para que escogieran a los electores, que a su vez escogerían al presidente, un sistema muy parecido al que actualmente impera en Estados Unidos. En el papel, esta modalidad llegaba incluso a superar en el espíritu democrático a los varios Estados europeos que apenas estaban dejando atrás el absolutismo. Sin embargo, en 1828, el sistema se puso en puntos suspensivos con el decreto orgánico de dictadura de Simón Bolívar. Solo con la muerte del Libertador y el fin de la Gran Colombia se recuperó la figura electoral.
Desde entonces el país tomó su carácter actual, como expresó el historiador David Bushnell en un artículo sobre las elecciones en el siglo XIX: “Colombia ha sido desde su nacimiento un país electorero por excelencia. Ha dejado de hacer elecciones solo por breves intervalos”. En 183,2 Francisco de Paula Santander llegó por segunda vez a ser presidente de lo que hoy es Colombia, para ese entonces conocida como República de la Nueva Granada. En esa ocasión no era como encargado de Bolívar, sino que el colegio electoral lo había escogido de forma unánime. Luego le siguió José Ignacio Márquez, en cuyo gobierno se desató la Guerra de los Supremos, conflicto que comenzó con un alzamiento en el Cauca tras la orden de que los conventos con menos de ocho miembros pasaran a ser escuelas públicas.
En ese tire y afloje entre alzamientos armados y elecciones llegaron al poder Pedro Alcántara Herrán, Juan de Dios Aránzazu y Tomás Cipriano de Mosquera. Durante todos esos años la lucha política se centró principalmente en personalidades y no tanto en ideologías. Los santanderistas y bolivarianos mantuvieron hasta ese momento la pauta, pero hacia el final del primer gobierno de Mosquera se consolidaron los dos partidos políticos que dominaron la discusión política del resto del siglo XIX y todo el siglo XX colombiano: los partidos Liberal y Conservador. El primero se originó en 1848 tras un editorial de Ezequiel Rojas, santanderista declarado. El segundo nació como
‘‘Colombia
ha sido desde su nacimiento un país electorero por excelencia. Ha dejado de hacer elecciones solo por breves intervalos”.
David Bushnell, historiador.
respuesta en 1849 y tuvo como fundadores a Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro. Fue en este panorama de agitación ideológica y política, gran parte importada de Europa, en el que se dieron las elecciones presidenciales de 1849.
El proceso electoral de ese año sirvió para consolidar los dos nacientes partidos. Ambos se enfrentaron en unas apretadas elecciones por el poder. Aunque las asambleas electorales del país dieron como ganador a José Hilario López frente a dos candidatos conservadores (Joaquín
José Gori y Rufino Cuervo), la decisión debía ser confirmada por el Congreso el 6 de marzo de 1849. Dicha corporación tenía una mayoría conservadora, por lo que se temía un cambio en los resultados. Tras una primera sesión en el Templo de Santo Domingo, en Bogotá, la presión de las barras, que en su mayoría eran artesanos afines a los liberales, impidieron que se tomara una decisión.
Al siguiente día se volvió a reunir el Congreso, y la presión fue mayor. Los artesanos con mensajes a favor de López reac
cionaron de forma airada ante una primera votación que le daba la victoria a Cuervo. En el segundo sondeo el ganador fue José Hilario López y para la historia quedó el voto del conservador Mariano Ospina: “Voto por el general J. H. López para que el Congreso no sea asesinado”. Una tercera votación confirmó la victoria de José Hilario López y con ello se comenzó uno de los gobiernos más reformistas de la historia colombiana. “El gobierno de José Hilario López fue transformador. Ahí se comenzó a desmontar el régimen colonial”, expresó el historiador Álvaro Tirado Mejía, quien llegó a definir esta elección como la más importante de todo el siglo XIX.
Aunque es cierto que en el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera se dieron las primeras reformas liberales, solo fue en el mandato de José Hilario López que se apretó el acelerador para aplicar los planteamientos liberales que venían de Europa y así romper de una vez por todas con el legado institucional colonial español de casi 500 años. Bajo el “laissez faire” dejen hacer, dejen pasar- se acabó con el monopolio que tenía el Estado sobre el cultivo del tabaco, lo que puso al país como uno de los grandes cultivadores de esta planta. En este mismo sentido económico se trató de dar un impulso al libre intercambio, guiándose por los principios básicos del liberalismo económico. También hubo espacio para las grandes reformas en temas de liberalismo social y político.
Por ejemplo, López se encargó de darles cumplimiento a las promesas de Simón Bolívar de abolir la esclavitud y dar desarrollo a “todas las promesas no cumplidas de la Independencia”, como expresó Salvador Camacho Roldán. Asimismo, se buscaba una mayor separación de la religión y el Estado, por lo que se le quitó el monopolio de la educación y hasta se expulsó del territorio de la Nueva Granada a los jesuitas. En este mismo sentido se quitó el recaudo de impuestos, como el diezmo a la Iglesia y se los entregó a las provincias. Luego hubo unas reformas más profundas en la Constitución de 1853, redactada bajo el impulso de López. Allí se incluyeron los primeros pasos hacia el federalismo que se desarrollaría en república liberal, se estableció el voto universal para los hombres y se estableció la democracia directa.
El afán reformista de José Hilario López, sobre todo el de la abolición de la esclavitud, tuvo como primera consecuencia el alzamiento armado en Pasto y Cauca de un sector conservador encabezado por Manuel Ibáñez y Julio Arboleda, que contaron con el apoyo del gobierno ecuatoriano. El intento de revolución conservadora no tuvo mayor éxito, comenzó en mayo de 1851 y terminó en septiembre del mismo año. Para muchos, las diferencias a muerte entre conservadores y liberales que se vivieron en el resto del siglo XIX y principios del XX tuvieron sus primeros gérmenes en este alzamiento. Sin embargo, las reformas liberales continuaron con mayor fuerza en los gobiernos que le siguieron a José Hilario López.
Fue este el que marcó la pauta de reformas que dominaron en buena parte de la segunda mitad del siglo XIX. El liberal José María Obando fue el sucesor de López y este sufrió un breve golpe de Estado por José María Melo. A pesar de la acción golpista, ambos mantuvieron una agenda liberal. Solo la llegada de Mariano Ospina cambió el panorama por cuatro años, en los que se intentó un giro hacia el conservadurismo, con varias acciones cuestionadas que llevaron a un alzamiento en Cauca del expresidente Tomás Cipriano de Mosquera. Este llegó al poder, y durante su gobierno se promulgó la Constitución de Rionegro, una de las más liberales de la historia del país.
Este esfuerzo liberal se mantuvo hasta 1884, cuando fue deshecho por la regeneración de Rafael Núñez. Un proceso que comenzó con la elección de Núñez como liberal y continuó bajo la alianza de este con los conservadores Miguel Antonio Caro y Carlos Holguín. Contrario al proceso reformista de José Hilario de López, este no se fundamentó en el aval electoral, sino en la victoria que le trajo las armas ante el levantamiento liberal de 1884. Con el liberalismo reducido, la administración de Núñez impuso una nueva Constitución centralista y conservadora, la de 1886, que llegó a ser la Carta Magna de los colombianos por más de 100 años. Los intentos de rechazarla se evidenciaron en la Guerra de los Mil Días, pero ni por las urnas ni por las armas fueron capaces de hacerle frente al esfuerzo conservador.
››Espere
los próximos sábados otras entregas de este especial sobre las principales elecciones de la historia colombiana, en las que se hablará de otros procesos, como el que dio paso a la hegemonía liberal del siglo XX o la llegada de los conservadores al poder.