El papa se equivocó, pero tiene razón en algo
EL VATICANO CAUSÓ POLÉMICA esta semana por unas declaraciones del papa Francisco, cuando llamó egoístas a quienes prefieren tener mascotas que hijos. Las redes sociales se llenaron de rechazo y discusiones en torno a lo dicho por el sumo pontífice en una homilía. Esto refleja una brecha generacional que ha venido acompañada de profundas desigualdades económicas que modificaron los proyectos de vida de muchas personas. También muestra cómo la Iglesia no se ha podido sintonizar con las revoluciones en la sexualidad y las opresiones que se han desmantelado. Sin embargo, el mensaje más importante del papa, sobre la necesidad de flexibilizar los procesos de adopción, no debería ser ignorado.
“Hoy vemos una forma de egoísmo”, dijo Francisco. “Vemos que algunos no quieren tener hijos. A veces tienen uno y ya, pero en cambio tienen perros y gatos que ocupan ese lugar”. Eso fue suficiente para que se volviera tendencia en redes sociales e iniciar un debate que sorprendió a muchos por la intensidad de quienes participaron. Pero es entendible: las palabras del jerarca del Vaticano demuestran los choques generacionales en la manera de entender el mundo.
Es cierto que las personas están teniendo menos hijos. También es verdad que hay más proyectos de vida donde la paternidad y maternidad se descarta. Esto ha generado lo que el papa llama el “invierno demográfico”: países con poblaciones que envejecen y tienen angustias sobre qué ocurrirá en el futuro cuando haya menos jóvenes que adultos mayores. Nuestras sociedades tienen preguntas pendientes sobre cómo modificar su organización para responder a esta nueva realidad.
La solución no es hablar de egoísmo. Ese es el error en el discurso del papa. Las razones para no tener hijos son múltiples y complejas. Para empezar, con el aumento en el acceso a anticonceptivos, se redujo la idea de la maternidad y paternidad como mandato. Esto les abrió la puerta a muchas personas, en especial a las mujeres, para soñar proyectos de vida que no estén predefinidos desde temprana edad por la procreación. A la larga, eso ha creado espacios para repensar la configuración de las familias, ha creado más libertad e invitado a tener una relación con la sexualidad que no está marcada por el acto de reproducirse.
Adicionalmente, está el factor económico y ambiental. La generación millennial no tuvo las mismas posibilidades que sus padres. Hoy es mucho más difícil acceder a vivienda propia, educación de calidad y ni hablar de poder sobrellevar los costos que implica la crianza. Las consideraciones del daño ambiental causado por la sobrepoblación también son relevantes al hacer cálculos. Finalmente, la relación con los animales como seres sintientes ha permitido valorar más su rol en las sociedades. Eso no es egoísmo, es el surgimiento de un nuevo sentido.
Empero, el papa sí tiene razón en algo. Les pidió a las autoridades simplificar “el procedimiento necesario (para que el) sueño de tantos niños que necesitan una familia y de tantos cónyuges que desean entregarles su amor pueda hacerse realidad”. Hoy es difícil y a menudo caro llevar a cabo los procesos de adopción. Eso resulta en decenas de miles de niños y adolescentes sin hogar. Con subsidios estatales y nuevos mecanismos de evaluación de candidatos, esta situación podría cambiar. Que no se pierda entre el ruido esta petición del papa.
‘‘Los
motivos para no tener hijos son múltiples y complejos, y nada tienen que ver con el egoísmo”.