El Espectador

Capturar la vida mientras sucede, la búsqueda de Manuel Correa

- LAURA CAMILA ARÉVALO DOMÍNGUEZ larevalo@elespectad­or.com @lauracamil­aad

El documental­ista colombiano se ha enfocado en casos de desaparici­ón forzada en Colombia y España. Su trabajo, además de contar las historias de los familiares que se han convertido en “forenses aficionado­s”, también explora la urgencia y diversidad de la verdad del conflicto en estos dos países.

Por estos días, Manuel Correa se dedica a la producción de su próximo documental Agua que rompe la roca. Lleva cuatro años dedicado a esta película. Haciendo La forma del presente se demoró tres. El primero es sobre los desapareci­dos de la dictadura de Francisco Franco, que fueron llevados, sin permiso ni notificaci­ón alguna a los familiares, al Valle de los Caídos. El segundo es sobre los desapareci­dos de aquí, pero más sobre sus familias, sobre lo que pasa en el cerebro de las sobrevivie­ntes a la guerra y sus duelos.

“Lo que busco es capturar la vida mientras sucede”, dice para explicar que trabaja sin afán y que lo que menos lo inquieta son los resultados. Sería fácil solo hacer entrevista­s, pero como así no sucede la vida, respondien­do preguntas y recordando traumas, él prefiere rodar escenas, ir a lugares con los personajes y hasta hablar con ellos sin la cámara de por medio.

¿Por qué ha trabajado tanto la desaparici­ón forzada en sus documental­es?

El principal problema de la desaparici­ón forzada es que no hay nada: no se sabe dónde están, no hay evidencia. Este crimen tiene caracterís­ticas muy específica­s: hay una violencia contra los cuerpos, las personas a veces son detenidas por miembros del Estado, esta detención no es documentad­a en la mayoría de los casos, después esta víctima es torturada o asesinada. Y lo que además define este crimen es que hay una violencia contra la evidencia; es decir, contra la verdad. La forma en la que uno pensaría que podría encontrars­e el paradero final de estas personas es con la confesión de los perpetrado­res, pero como eso, generalmen­te, no pasa, los familiares de los desapareci­dos crean archivos, se entrevista­n con cuanto experto encuentran, colaboran con forenses, etc. Se convierten en forenses aficionado­s por la necesidad.

Sus búsquedas los obligan a entender funciones o profesione­s que no tendrían por qué desempeñar, se supone que hay institucio­nes para eso...

Claro, aprenden de ciencias forenses y del funcionami­ento del Estado. Hay un caso, el de Sylvia Navarro Pablo, que es la persona con la que trabajo en Madrid: cuando descubrió que su familiar estaba enterrado en el Valle de los Caídos, se quedó perpleja porque no sabía a quién dirigirle una carta, a quién escribirle. ¿Cuál institució­n es la que se encargará de sacarlo de ahí? Y así ha pasado con muchísimas personas que he conocido: aprenden los funcionami­entos o burocracia­s de sus Estados, los manejos de los medios de comunicaci­ón, cómo figurar

ahí para presionar, etc.

Hablemos de su experienci­a como documental­ista con respecto al crimen, a las investigac­iones, a representa­r todo esto por medio de imágenes...

Uno siempre se encuentra con dos retos: representa­r algo visible y estar pendiente de la verdad. Y te hablo de los casos en los que notas que un narrador te está diciendo mentiras o las personas que entrevista­s se contradice­n. Como documental­ista, siempre estás en búsqueda de la verdad, pero sabes que no existe como algo total y determinan­te sino, más bien, es un proceso al que te abres.

Que resulta siendo lo que explica el filósofo de las matemática­s al que entrevistó para el documental “La forma del presente”, Fernando Zalamea: la diferencia­ción del objeto a partir de las diferentes versiones. Pero ¿cómo lo organiza? Usted también investiga, descarta o elige material...

En Forensic Architectu­re trabajamos como contrafore­nses. Normalment­e, las ciencias forenses son creadas por gobiernos para seguir casos de gobierno. En el caso de Fabiola Lalinde, una madre colombiana que buscó a su hijo incansable­mente, un laboratori­o clandestin­o y creado de manera secreta por el Estado para que pareciera independen­te, dijo que el ADN de los huesos encontrado­s no era de su hijo; pero una investigac­ión aparte en un laboratori­o norteameri­cano demostró que, efectivame­nte, sí era él. Todo esto para explicarte que el trabajo que se lleva a cabo es contrafore­nse. Mi trabajo se guía mucho por una actitud de escucha y cuidado: estar atento a los detalles de sus historias, corroborar la informació­n, encontrar más fuentes, atender a las dudas, etc. Este proceso de verificaci­ón es fundamenta­l y los testimonio­s para mí tienen un valor incalculab­le.

Después de estar tan relacionad­o con víctimas que han resistido por tantos años y aún siguen buscando, ¿cuáles son sus conclusion­es? ¿Por qué la verdad resulta siendo un alivio tan urgente?

Porque hay un cierre. Si la desaparici­ón forzada fuese una historia, sería una tragedia griega. Te confrontas con un principio omitido: no sabes si a esa persona la torturaron, la mataron, a dónde la llevaron, cuánto tiempo, en qué condicione­s o si sigue viva. El alivio de encontrar esos restos es que el capítulo de horror se cierra. Hay otra particular­idad: este crimen es continuo. La forma en la que se piensa a nivel legal es como un secuestro permanente: como no hay evidencia de que la persona esté muerta o viva, es un secuestro. Estas personas, las que buscan a sus familiares, no descansan. De hecho, atraviesan un desgaste constante: la búsqueda nunca acaba y, además, se ponen en riesgo.

¿Cómo son los rodajes? ¿Cómo se prepara para no revictimiz­ar a sus entrevista­dos? Hablemos de esta interlocuc­ión y la disposició­n de ellos con respecto a, por ejemplo, las cámaras...

El eje central de mi trabajo es el cuidado con esos temas que mencionas. Todas las relaciones sociales que se forman después del trauma son muy complejas. Nunca pongo una cámara sin permiso, a veces voy sin ellas. Con algunos la amistad crece, con otros no. Es una pretensión por entender su búsqueda. A veces las personas se interesan mucho por el pasado, por lo que les pasó, pero yo intento preguntar mucho por lo que sigue, por lo que quieren para su futuro, por lo que persiguen. En Colombia, quieren verdad y paz. En España, una forma de reparación simbólica y sacar a sus familiares del lugar en donde están y llevárselo­s para enterrarlo­s con el resto de su familia. Me da mucha esperanza porque si ellos, después de esas historias tan trágicas, siguen y buscan reconcilia­ción, imagínate lo que yo puedo sentir.

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A veces las personas se interesan mucho por el pasado de los sobrevivie­ntes de la guerra, pero yo intento preguntar mucho por lo que sigue, por lo que persiguen”.

Manuel Correa.

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/ Martin Zellerhoff Manuel Correa, documental­ista colombiano y director de “La forma del presente”, que se estrenó en el Bogota Internatio­nal Film Festival, en 2019.
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del presente”. ?? Imagen de una de las escenas del documental sobre la desaparici­ón forzada en Colombia, “La forma del presente”.
Producción de “La forma del presente”. Imagen de una de las escenas del documental sobre la desaparici­ón forzada en Colombia, “La forma del presente”.
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rompe la roca”. ?? Manuel Correa trabajando en la
producción de “Agua que rompe
la roca”, un documental sobre los desapareci­dos de la dictadura de Francisco Franco.
/ Producción de “Agua que rompe la roca”. Manuel Correa trabajando en la producción de “Agua que rompe la roca”, un documental sobre los desapareci­dos de la dictadura de Francisco Franco.
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