El Espectador

El Grupo Empresaria­l Antioqueño asediado

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

LA ESTRUCTURA FINANCIERA EN Colombia era hasta hace poco un duopolio, en el que dos grupos administra­ban el ahorro pensional de millones de colombiano­s, al igual que los depósitos del público en sus bancos. Se trata del Grupo Aval de la familia Sarmiento Angulo y del Grupo Empresaria­l Antioqueño (GEA) dueño del Banco de Colombia, el más grande del país. Sarmiento incluso tiene participac­ión accionaria del 8,5 % en el capital de Nutresa que es del GEA, un claro caso de indebida fusión de intereses que la Superinten­dencia Financiera debiera sancionar, pero se hace la de la vista gorda.

La ausencia de competenci­a conduce a que los grupos descuiden los intereses de sus afiliados y accionista­s, pues obtienen rentabilid­ades altas sin tener que rendir explicacio­nes ni ofrecer ingresos satisfacto­rios a sus accionista­s minoritari­os. Tampoco se ven forzados a buscar las mejores oportunida­des de inversión tanto nacionales como internacio­nales para los afiliados a sus fondos de pensiones.

En este escenario, el grupo financiero de los Gilinski, apalancado por un fondo árabe de inversión global, decidió desafiar el poder del GEA. La familia Gilinski es dueña del Banco GNB Sudameris, el quinto en tamaño del país, y cuenta además con su propio medio de comunicaci­ón (Semana), que se inclina hacia la extrema derecha.

Mediante ofertas públicas de adquisició­n (OPA), los Gilinski adquiriero­n una parte minoritari­a del GEA y obtuvieron presencia en las juntas directivas de su empresa madre, Sura, y su consorcio alimentici­o, Nutresa. No se trata de un triunfo rotundo del grupo intrusivo, que para serlo tendría que obtener el control de más del 50 % del capital de la empresa madre o de Nutresa y sustituir las juntas directivas del GEA por una dominada por ellos.

Algo que nubla el horizonte de Sura es que su filial en Chile está en riesgo por el posible fin del sistema privado pensional que ha prometido el presidente electo, Gabriel Boric, en su campaña. Algo similar podría pasar en Colombia con un triunfo de Gustavo Petro, aunque en el pasado los Gilinski han financiado las campañas políticas del candidato del Pacto Histórico. Otro problema que Fitch Ratings encontró es un alto riesgo en materia de gobierno corporativ­o pues depende demasiado del señor Jaime Gilinski para sus operacione­s.

La acción de Sura se deterioró un 30 % en pesos durante los últimos cinco años, según Bloomberg. En 2017, la acción de Sura rondaba $38.000, llegó a $21.000 en agosto de 2021 y se trepó a $29.020 el 11 de enero de 2022 tras la puja, todavía lejos de su valor de 2017. Si a eso se le suma la devaluació­n del peso, que fue del 21 % en términos reales entre 2017 y fin de 2021, se tiene una idea de lo que un accionista regular perdió al invertir en la empresa insignia del GEA.

La oferta de los Gilinski se hizo en dólares (US$8 por acción), precisamen­te para dar la señal de que, si su maniobra es exitosa, les responderá­n a los accionista­s con una rentabilid­ad mayor medida en la divisa y no en débiles pesos. Sin embargo, se trata de una oferta que subvalora el potencial que tiene Sura pues está $5.000 por debajo del nivel alcanzado en 2017 y no impide que los administra­dores, incluyendo a los Gilinski, se lucren más que los accionista­s minoritari­os de la operación. Se calcula que trajeron US$3.400 millones para las dos OPA, lo cual revaluó temporalme­nte el peso colombiano.

‘‘El grupo financiero de los Gilinski, apalancado por un fondo árabe de inversión global, decidió desafiar el poder del GEA”.

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