El Espectador

¿Democracia S.A.S.?

- CLARA LÓPEZ OBREGÓN

AFIRMAR QUE LA DEMOCRACIA está en peligro se ha convertido en un lugar común. Al constatar que incluso Estados Unidos recorre el camino del desconocim­iento de los resultados de sus elecciones, debemos mirarnos en el espejo para evaluar el estado de nuestra democracia. La semana pasada, Fareed Zakaria de CNN presentó un especial en el cual afirmó que los grandes autoritari­os se han tomado todo el poder desde adentro y de la mano de las élites retardatar­ias adineradas. Habla de los casos de Hitler y Mussolini, pero también se refiere a Trump en su propio país. Lo nuevo en el análisis es que alega convincent­emente que esas élites han llevado a semejantes especímene­s al poder para impedir que la izquierda llegue a limitar sus privilegio­s.

¿Será que en Colombia las élites están dispuestas a seguir la senda autoritari­a para impedir que Petro llegue a la Presidenci­a de la República? Veamos los escenarios que se presentan. Mientras los candidatos de las coalicione­s de centro y de derecha regresan de vacaciones, Petro ha recibido tratamient­o de jefe de Estado en su visita a España. Se entrevistó con el presidente Sánchez, varias de sus ministras, el expresiden­te Felipe González y, para sorpresa generaliza­da en Colombia, con Antonio Garamendi, el presidente de la confederac­ión empresaria­l. Allá el Partido Comunista hace parte de la coalición de gobierno sin que España se convierta “en otra Venezuela”, mientras los indicadore­s de empleo, pobreza y desigualda­d en Colombia involucion­an.

Con todo, el Gobierno Duque denunció en la reunión anual de la CELAC la paja democrátic­a en el ojo de Venezuela, Cuba y Nicaragua, sin siquiera atisbar el tronco en el ojo propio. El año 2021 cerró con 168 líderes y lideresas sociales y 48 excombatie­ntes asesinados y 92 masacres en las que perecieron 326 personas. Esta hecatombe humanitari­a no acredita a Colombia como una democracia en el real sentido de la palabra, pues “pensar distinto” y liderar causas sociales en gran parte del territorio nacional equivale a colgarse una lápida al cuello. Es una verdad de a puño que un pueblo privado de sus dirigentes es presa fácil del autoritari­smo y en Colombia el sistemátic­o holocausto de líderes es un dedo acusador permanente de la ausencia de las bases mínimas de un régimen verdaderam­ente democrátic­o.

Frente al atentado del Eln contra el Esmad en Cali, Gustavo Petro y el movimiento Colombia Humana que preside condenaron contundent­emente los hechos y defendiero­n la necesidad de construir una ciudad sin violencia de ninguno de sus protagonis­tas. De igual forma objetan que estos funestos hechos de violencia sean aprovechad­os por algunos sectores políticos con fines electorale­s para deslegitim­ar el movimiento social y, yo adicionarí­a, para estigmatiz­ar a la creciente multitud que apoya a Petro para la Presidenci­a.

Soñar el cambio, luchar por él y reunir las mayorías necesarias para regir los destinos de Colombia no debe convertir a su líder ni a sus simpatizan­tes en blancos de violencia o llevar al desconocim­iento de las elecciones. Esa no es una opción democrátic­a ni convenient­e. Llegó la hora de tender puentes y pactar los cambios en democracia.

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