¿Democracia S.A.S.?
AFIRMAR QUE LA DEMOCRACIA está en peligro se ha convertido en un lugar común. Al constatar que incluso Estados Unidos recorre el camino del desconocimiento de los resultados de sus elecciones, debemos mirarnos en el espejo para evaluar el estado de nuestra democracia. La semana pasada, Fareed Zakaria de CNN presentó un especial en el cual afirmó que los grandes autoritarios se han tomado todo el poder desde adentro y de la mano de las élites retardatarias adineradas. Habla de los casos de Hitler y Mussolini, pero también se refiere a Trump en su propio país. Lo nuevo en el análisis es que alega convincentemente que esas élites han llevado a semejantes especímenes al poder para impedir que la izquierda llegue a limitar sus privilegios.
¿Será que en Colombia las élites están dispuestas a seguir la senda autoritaria para impedir que Petro llegue a la Presidencia de la República? Veamos los escenarios que se presentan. Mientras los candidatos de las coaliciones de centro y de derecha regresan de vacaciones, Petro ha recibido tratamiento de jefe de Estado en su visita a España. Se entrevistó con el presidente Sánchez, varias de sus ministras, el expresidente Felipe González y, para sorpresa generalizada en Colombia, con Antonio Garamendi, el presidente de la confederación empresarial. Allá el Partido Comunista hace parte de la coalición de gobierno sin que España se convierta “en otra Venezuela”, mientras los indicadores de empleo, pobreza y desigualdad en Colombia involucionan.
Con todo, el Gobierno Duque denunció en la reunión anual de la CELAC la paja democrática en el ojo de Venezuela, Cuba y Nicaragua, sin siquiera atisbar el tronco en el ojo propio. El año 2021 cerró con 168 líderes y lideresas sociales y 48 excombatientes asesinados y 92 masacres en las que perecieron 326 personas. Esta hecatombe humanitaria no acredita a Colombia como una democracia en el real sentido de la palabra, pues “pensar distinto” y liderar causas sociales en gran parte del territorio nacional equivale a colgarse una lápida al cuello. Es una verdad de a puño que un pueblo privado de sus dirigentes es presa fácil del autoritarismo y en Colombia el sistemático holocausto de líderes es un dedo acusador permanente de la ausencia de las bases mínimas de un régimen verdaderamente democrático.
Frente al atentado del Eln contra el Esmad en Cali, Gustavo Petro y el movimiento Colombia Humana que preside condenaron contundentemente los hechos y defendieron la necesidad de construir una ciudad sin violencia de ninguno de sus protagonistas. De igual forma objetan que estos funestos hechos de violencia sean aprovechados por algunos sectores políticos con fines electorales para deslegitimar el movimiento social y, yo adicionaría, para estigmatizar a la creciente multitud que apoya a Petro para la Presidencia.
Soñar el cambio, luchar por él y reunir las mayorías necesarias para regir los destinos de Colombia no debe convertir a su líder ni a sus simpatizantes en blancos de violencia o llevar al desconocimiento de las elecciones. Esa no es una opción democrática ni conveniente. Llegó la hora de tender puentes y pactar los cambios en democracia.