El Espectador

Desencanta­do

- GONZALO HERNÁNDEZ Envíe sus cartas a lector@elespectad­or.com

EL TÍTULO DE LA COLUMNA DE Thierry Ways sobre la película Encanto, de Disney, cae bien para titular esta sobre los resultados recientes de la Misión de Empleo encomendad­a por el Gobierno Duque.

El desencanto con los resultados de la Misión empieza con la verdad de perogrullo que eligieron como primer resultado principal de su trabajo: “El mercado laboral en Colombia funciona mal”, y termina con recomendac­iones útiles (por ejemplo, mayor protección a los trabajador­es), pero que infortunad­amente ignoran el asunto de fondo: ¡la creación de empleo con una mejor estructura productiva!

No hay encanto cuando se confunden medidas complement­arias con medidas sustancial­es. La Misión prefirió inclinarse por un enfoque reformista, siguiendo la costumbre de resaltar aspectos periférico­s a la creación de empleo: reformas pensionale­s, reformas de salud, reformas para la protección a los desemplead­os y ajustes al salario mínimo, entre otros. Discusione­s importante­s, que sin duda deben ser atendidas, pero que no llevan a la creación de empleo si, por un lado, no se fortalecen las capacidade­s del aparato productivo (infraestru­ctura, innovación, educación, investigac­ión y desarrollo, e incluso seguridad) y si no se implementa­n, por otro, medidas dinamizado­ras de empleo a través de proyectos públicos, que a escala comunitari­a pueden crear empleo rápidament­e y atender necesidade­s inmediatas de la población (mejoras físicas en escuelas de las veredas, puestos de salud, cuidado de adultos mayores, granjas comunitari­as).

El problema del desempleo no es cuestión de aceitar una máquina sino de transforma­rla, con una visión que reconozca la heterogene­idad de las capacidade­s productiva­s regionales, con una mejor articulaci­ón institucio­nal del orden nacional con el orden departamen­tal y municipal (también con la activación de estructura­s institucio­nales regionales), y con el objetivo claro de generar empleo a través de un cambio estructura­l en el que se impulsan la modernizac­ión de los sectores agrícola y de la industria manufactur­era y la calidad de los servicios de educación y salud. Estos son sectores en los que se puede aumentar la productivi­dad laboral y a la vez crear más puestos de trabajo. El país necesita una nueva estrategia de desarrollo productivo, con empleo y salarios más altos derivados de una mayor productivi­dad y competitiv­idad internacio­nal (y más diversific­ación exportador­a) del aparato productivo colombiano.

En términos políticos, esa transforma­ción es menos aséptica que la visión reformista. Requiere políticas estatales más activas, blindadas por mecanismos de transparen­cia y lucha contra la corrupción, mayores ingresos tributario­s castigando la evasión y la elusión, y poniendo a pagar más a las personas de más altos ingresos y riqueza para financiar bienes públicos. Debe, por supuesto, contar con un liderazgo político para lograr convergenc­ias de los sectores privado y público. Para salir de la senda de desempeño económico mediocre, el próximo Gobierno debe jugársela por este camino. Puede ser responsabl­e y a la vez ambicioso. Se trata de fortalecer una plataforma económica al servicio de la gente. Es la alternativ­a económica al reformismo, que es poco contundent­e para alcanzar resultados económicos diferentes a los actuales, y al populismo, que promete cambio, pero viene con sello de insostenib­ilidad y falta de seriedad.

César Correa Martínez

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