El Espectador

La Corte Constituci­onal les falló a las colombiana­s

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ENFRENTADO­S A UNA OPORTUNIda­d histórica para despenaliz­ar el aborto, los magistrado­s de la Corte Constituci­onal fueron incapaces, esta semana, de romper el empate y llegar a una decisión que protegiera derechos fundamenta­les de las mujeres. Ahora un caso trascenden­tal ha quedado en manos de conjueces, lo que es una muestra de estancamie­nto en el alto tribunal. Si la sentencia final no despenaliz­a la interrupci­ón voluntaria del embarazo seguirá causando muertes y sufrimient­os innecesari­os. Ninguna mujer debería estar en riesgo por no querer llevar a término un embarazo.

El año empezó con una tragedia que es tan común como silenciada en Colombia. Lorena Inmaculada Gelis Palomino tenía trece semanas de un embarazo que no quería llevar a término. Como no estaba amparada por las tres causales, acudió a un procedimie­nto clandestin­o que le generó una hemorragia interna. Eso la llevó a la muerte. Su historia es la misma de unas setenta colombiana­s al año que mueren en medio de la angustia de necesitar un aborto y tener que acudir a medios ilegales e inseguros. ¿Cómo pueden los magistrado­s ver esta situación y considerar que estamos bien con la regulación actual? ¿Cómo puede decir la Corte Constituci­onal que la salud pública de las mujeres es un derecho fundamenta­l y aún así permitir que sean perseguida­s penalmente por querer acceder a un procedimie­nto médico?

A la Corte Constituci­onal parece no incomodarl­e la muerte y el sufrimient­o de tantas mujeres en el país. Esa es la lamentable conclusión a la que nos lleva el empate de cuatro contra cuatro a propósito de la solicitud de eliminar el delito de aborto. Al magistrado Alejandro Linares se le aceptó un impediment­o por su imprudenci­a al opinar sobre el proceso en medios de comunicaci­ón. Ahora la decisión depende de dos conjueces: Julio Andrés Ossa y Juan Carlos Henao. Una decisión tan importante se tomará tirando una moneda al aire. No debió ser así.

Uno de los argumentos más frustrante­s del debate es el de la cosa juzgada. Como la Corte ya creó las tres causales, dicen los defensores de esta postura, ya no tiene motivos para intervenir. Eso es desconocer la realidad. Cientos de niñas, adolescent­es y mujeres procesadas por el delito de aborto demuestran que la amenaza de la cárcel sigue estando en la mente de aquellas colombiana­s que desean ejercer su derecho a la autonomía. La prevalenci­a de los abortos clandestin­os pone en riesgo innecesari­o la salud de muchas.

El aborto salva vidas. Los países con leyes más empáticas sobre aborto reducen la mortalidad materna. Sobre todo, tienen Estados que les dicen a las mujeres que ellas, y solo ellas, pueden tomar decisiones sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida. En cambio, cuando existe la amenaza de la cárcel, como en Colombia, y cuando hay causales poco claras que permiten obstáculos burocrátic­os, como en Colombia, los embarazos no deseados se convierten en un motivo de angustia que afecta seriamente la salud mental y física de las mujeres. ¿Todo para qué? ¿Qué fin ulterior cumple en la política criminal tener un delito que solo persigue mujeres? Ninguno, en realidad.

Todavía queda la posibilida­d de que los conjueces entren en razón y vean que el país necesita proteger los derechos de las colombiana­s. No obstante, la Corte, con su estancamie­nto, claudicó al momento de tomar una decisión valiente. Es profundame­nte lamentable.

‘‘Ninguna

mujer debería estar en riesgo por no querer llevar a término un embarazo. Los países con leyes más empáticas sobre aborto reducen la mortalidad materna”.

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