A tres bandas
LA PRIMERA BANDA EN ESTE EXTRAño billar político es la del exgobernador Luis Pérez y sus secuaces. Esa es la primera banda con la que juega el sinuoso alcalde de Medellín, Daniel Quintero, el gran habilidoso de la mentira. Luis Pérez fue, y a ratos sigue siendo, muy cercano aliado de Álvaro Uribe y con él organizó, ejecutó y sigue defendiendo la aterradora Operación Orión, en la Comuna 13 de Medellín, que no fue operación sino masacre. A la banda de Luis Pérez (más conocido como Luis XV %) pertenece Julián Bedoya, que se ganó con un fraude su título de abogado (ya se lo quitaron por falso) y ahora le organiza a Petro sus manifestaciones en La Estrella y otros municipios donde tiene bien aceitada su maquinaria clientelista.
Y Gustavo Petro, ahora aliado con la cleptocracia antioqueña, es precisamente la segunda banda de Quintero, el malabarista del engaño. El candidato de la falsa izquierda (en realidad un negociante que le juega a lo que sea con tal de llegar al poder y apoderarse de la marrana del presupuesto nacional) se saltó a toda la izquierda ingenua y bien intencionada de Antioquia, y en lugar de presentar para la Cámara un candidato de verdadera raigambre popular y progresista, puso en primer lugar ¿a quién? A una ficha de Quintero, el Samuel Moreno de Medellín. Ni me acuerdo del nombre porque su única hoja de vida es ser íntimo amigo del equilibrista del embuste.
La tercera banda con la que juega Quintero es también una banda de falsedad: los supuestos empresarios, un sector del uribismo, los ricos con chequera ajena. Ahí están gentes del Centro Democrático (el alcalde mentiroso tiene a cuatro concejales uribistas que lo apoyan en sus maromas y patrañas). Y ahora, por su odio al GEA, es aliado indirecto de quienes están comprando baratas las empresas más representativas de Antioquia y de Colombia. Reemplazar con petrodólares, los petrodólares del jeque de Santurbán, los del calentamiento global y de la inversión en megaminería que destruye el medio ambiente. El mismo presidente Duque, al invitar a los jeques árabes (en visita oficial) a invertir en Colombia y en Antioquia, le hace el juego a Quintero en su odio por los empresarios locales. Permitir OPA con dinero foráneo en un momento en que no hemos salido de la crisis económica de la pandemia, una crisis sin precedentes, equivale a malvender a los extranjeros la industria nacional. Los países serios no permiten OPA de este tipo en plena crisis.
Lo que hizo el GEA (cuya existencia es una ficción al estilo de Harari, que existe porque creemos en ella) fue ingeniarse un enroque de empresas para que la mafia de la cocaína (Pablo Escobar, los Ochoa, el Mexicano, el Cartel de Cali, etc) no comprara con narcodólares las empresas que habían sido el esfuerzo de cuatro o cinco generaciones de antioqueños. Pero el infame alcalde Quintero (en entrevista a Semana) llama mafias a quienes enfrentaron a la mafia. Les echa la culpa de la violencia en Medellín a personas como Nicanor Restrepo, que precisamente consiguieron lo que era casi imposible: que la mafia no se tomara a Medellín. Pero lo que no lograron los narcodólares de Pablo Escobar, que intentó tomas hostiles de las empresas antioqueñas, ahora lo logran los petrodólares del golfo, con tomas hostiles y socios supuestamente locales que sangran por la herida de no haber podido apoderarse de Bancolombia hace algunos decenios.
La situación, en últimas, no puede ser más triste. Para la pequeña porción de ayudas estatales que a mí más me interesa y afecta, la cultura (los museos, las bibliotecas, las ferias del libro, las pequeñas editoriales independientes), este alcalde, Quintero, es también el más nefasto que hemos tenido desde el tiempo de Luis Pérez y su Orión. Las ayudas de acceso a la cultura a las personas más pobres (estratos 1, 2 y 3) las elimina este alcalde de falsa izquierda petrista. Un farsante. Pero en Bogotá y en el resto del país no lo ven, no lo notan. Dan ganas de llorar.