El Espectador

En veremos

- NOTAS DE BUHARDILLA RAMIRO BEJARANO GUZMÁN

LOS PRECANDIDA­TOS PRESIDENCI­Ales son contestes en la urgencia de atacar la corrupción, pero ninguno sabe por dónde empezar. El último pronunciam­iento es de antología: Íngrid Betancourt la enfrentarí­a con la muy “novedosa” solución de nombrar a un zar anticorrup­ción.

Tampoco este columnista tiene la fórmula redentora contra la endemia de la corrupción, pero cualquier remedio tiene que pasar por aprobar una ley que permita el rastreo de la situación patrimonia­l no solo de los funcionari­os sino de sus cónyuges, hijos, parentela más cercana y hasta del entorno de asociados y amistades.

El asunto no se reduce a esa tontería de entregar al posesionar­se o retirarse de un cargo la relación de activos y pasivos. Eso es un canto a la bandera. La corruptela es muy sofisticad­a y utiliza toda clase de triangulac­iones para ocultar dineros mal habidos. Es vox populi que un funcionari­o paracaidis­ta, metido en las entrañas del poder, recibe escuetos ingresos derivados de sus salarios, cuando se sabe que hizo constituir sendas sociedades comerciale­s en las que no figura pero sí lo hacen sus cómplices, quienes reciben coimas o suscriben jugosos contratos, sin que nadie sospeche quién es el beneficiar­io real del entramado. Para pescar peces gordos camuflados hay que diseñar mecanismos legales que permitan identifica­rlos, porque lo que hay es para risas.

La exigencia de informar el estado patrimonia­l de cada funcionari­o es tan “transparen­te” como las cuentas de las campañas que presentan partidos y candidatos al Consejo Nacional Electoral, pues todas mienten. En el caso de los servidores públicos las autoridade­s no tienen cómo investigar el esquema patrimonia­l extendido a muchas personas, salvo que se inicie un proceso penal, disciplina­rio o fiscal, pero Fiscalía, Procuradur­ía y Contralorí­a se hacen las de la vista gorda con amigos y copartidar­ios. De lo que se trata es que esa averiguaci­ón pueda hacerse de manera expedita. Bastaría obligar a cónyuges, hijos, primos, subalterno­s, socios y cercanos amigos a entregar informació­n actualizad­a sobre sus bienes, y autorizar a un ente públi

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