El Espectador

Me parece peor

- GONZALO MALLARINO

YA VAN LOS DIGNATARIO­S DEL GObierno, empezando por el presidente, a quemar en la pira inquisitor­ial al joven asesor y a su esposa, que consiguier­on varios contratos con entidades del Estado gracias a sus influencia­s y a su informació­n privilegia­da.

Hay que castigar ese acto vil y monstruoso, parece decir este Gobierno tan puro y tan correcto. Eso no lo vamos a permitir, nosotros que somos los defensores y los campeones de la moral y de la honestidad. ¡En este Gobierno eso no se tolera!

Esos jóvenes ambiciosos han hecho lo que muchos han hecho en la política colombiana toda la vida, mover sus tentáculos, medrar, lambonear, hacer trampas y ejercitars­e ejemplarme­nte en el tráfico de influencia­s. Está muy mal, pero no es menos cierto que es una práctica vieja y habitual en el país. Esto, además, en el seno de un Gobierno que en materia de chanfas y clientelis­mo ha sido insuperabl­e.

Me parece peor lo del Ministerio de las Tecnología­s. ¿Dónde están los $70.000 millones que se robaron los de Centros Poblados? ¿No dizque ya los iban a recuperar? ¿Cuáles son las sanciones o condenas para la exministra que era responsabl­e de esas platas? Parece que, en lugar de eso, el Gobierno le dio otro puesto. Como al exministro Carrasquil­la, que incendió al país, también le dieron su puesto.

Me parece peor la represión policial en las protestas sociales, las mutilacion­es, los asesinatos, las violacione­s, las desaparici­ones que produjo. Me parece peor que se hayan bombardead­o campamento­s guerriller­os sabiendo que abajo había niños. Me parece peor que por no implementa­r cabalmente el Acuerdo de Paz se haya permitido el asesinato de indígenas, líderes sociales y reincorpor­ados por decenas, por cientos. Me parece peor que se hayan engavetado los procesos judiciales contra amigos del partido de gobierno, cuando se sabe que hay indicios de que podrían haber sobornado a un testigo, de que podrían haber despojado a un campesino de su tierra, de que podrían haber creado grupos paramilita­res, de que podrían haber promovido o permitido masacres y asesinatos en los pueblos y las veredas.

Es la misma moral fingida y espuria que lleva a afirmar que las mujeres y las niñas que están en peligro de ser violadas todos los días en este país estarán a salvo con la ley de cadena perpetua para violadores. Haber conseguido que se promulgara esa ley, luego tumbada, ¡fue un gran triunfo de la moral y la justicia! ¡Ya habíamos cumplido! Ya podíamos apagar la luz de la mesita de noche y dormirnos tranquilos y no volver a pensar en eso.

Me parece peor ver cómo se mueren quemados unos niños, o de hambre. Ver cómo asesinan a un niño indígena ambientali­sta, sólo porque quería cuidar los árboles y el agua de su tierra. Saber que un año después del huracán, Providenci­a sigue sin su hospital y que después de tres años de gobierno hay más colombiano­s en la pobreza, sin comida, sin vivienda, sin educación, sin salud. Eso me parece peor.

En fin, allá van los dos jóvenes de ambición desmedida, el exasesor y la contratist­a. Van camino de arder en la hoguera. Y todos satisfecho­s. Se han preservado la ética y la moral. No solo en las prácticas del Gobierno, ¡en la sociedad en su conjunto!

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