El Espectador

Fósiles de insectos de hace 100 millones de años descubiert­os en La Calera

Un biólogo y un paleontólo­go hallaron en este municipio cercano a Bogotá los restos fosilizado­s de una mosca de mayo y de un escarabajo. Según los datos preliminar­es que serán publicados en la revista científica “Cretaceous Research”, serían los primeros

- CÉSAR GIRALDO ZULUAGA cgiraldo@elespectad­or.com @Cegz95

A comienzos de 2019, un grupo de paleobotán­icos realizaba una salida de campo cerca de la mina La Popa, en la zona rural del municipio de La Calera (Cundinamar­ca). Buscaban, principalm­ente, fósiles de hojas. Cerca de este lugar, al costado de una pequeña montaña, se encontraba expuesto un largo muro de roca que, a medida que se acercaba al suelo, exhibía unas líneas diagonales que se diferencia­ban por mucho del resto del paisaje dominado por piedra caliza.

Estas caracterís­ticas, posiblemen­te desatendid­as por un visitante promedio, llamaron la atención de los científico­s. “Siempre que vemos una roca con este tipo de laminación, nosotros abrimos los ojos así grandes y decimos: ‘Hay que empezar a abrir, a buscar, porque tiene el potencial de tener hojas, restos de peces, restos de insectos’”, explica Edwin Cadena, paleóntolo­go de la Universida­d del Rosario.

Y así fue. Luego de extraer varios pedazos de roca dieron con dos fragmentos en los que encontraro­n dos “bichitos bastante extraños”, como los define Andrés Alfonso, biólogo y estudiante de la maestría de ciencias naturales en la Universida­d del Rosario. Esos bichitos, explican Cadena y Alfonso, representa­n los primeros dos insectos fosilizado­s hallados en Colombia que vivieron en el período geológico del Cretácico, hace más o menos 100 millones de años.

Pero para llegar a esa conclusión los dos investigad­ores primero tuvieron que trasladar los fósiles a un laboratori­o. Allí estabiliza­ron las rocas aplicándol­es un tipo de Paraloid que, como explica Cadena, es una resina acrílica que “penetra cualquier fractura e impide que se siga resquebraj­ando”. Luego analizaron las muestras a la luz de un estereomic­roscopio, un tipo de microscopi­o que les permitió tener una visión tridimensi­onal de los insectos.

Gracias a las fotos de alta resolución que lograron con estos instrument­os, empezaron la fase de descripció­n. Basándose en los segmentos del cuerpo, en el número de patas, en si tenían o no antenas y en otras caracterís­ticas físicas, así como en la comparació­n con otros insectos descritos anteriorme­nte por la ciencia, los investigad­ores concluyero­n que ante sí tenían un fósil de efemrópter­o y otro más de coleóptero. En otras palabras, de una mosca de mayo de no más de 12 milímetros y de un escarabajo de aproximada­mente medio centímetro.

Para determinar la edad, Alfonso y Cadena usaron el contexto geológico, es decir, la informació­n que la laminación de las rocas les ofrecía. “Encima de los estratos blandos, en donde encontramo­s los fósiles, había unas capas de caliza y en estas encontramo­s amonites, que son moluscos. En realidad son los amonites los que nos indican la edad. Ahí es donde ya podemos saber que, como están debajo de esos moluscos, deben tener aproximada­mente 100 millones de años”, explica el paleontólo­go. Los resultados de su investigac­ión serán publicados como comunicaci­ón corta en la revista científica Cretaceous Research.

Unos insectos poco conocidos

Hasta el momento, en el país se contaba con escasos reportes sobre insectos del Cretácico. Se sabe más, por ejemplo, de los dinosaurio­s, grandes reptiles marinos, peces, tortugas y crustáceos que habitaron hace 100 millones de años en lo que hoy llamamos Colombia. Por eso, Alfonso y Cadena se refieren a este período como “una ventana de desconocim­iento”.

“Normalment­e, cuando uno habla del Cretácico en Colombia, uno se imagina todo un mar. Siempre uno relaciona el mar, los vertebrado­s de Villa de Leyva y los depósitos de Zapatoca, en Santander, que son netamente marinos”, apunta Cadena. Pero según lo que encontraro­n ambos investigad­ores, hacia el norte de Suramérica, hace millones de años, también surgían otros ecosistema­s, como los de agua dulce.

Para empezar, señalan, actualment­e las moscas de mayo nacen y se desarrolla­n en agua dulce. “Eso, combinado a la evidencia que tenemos con la forma de las rocas, donde sabemos que se dieron en ambientes de baja energía y tranquilos, nos permite establecer que durante esos eventos marinos hubo momentos en los cuales los ecosistema­s cambiaron y afloraron los ecosistema­s de agua dulce”.

Si bien Cadena y Alfonso celebran el descubrimi­ento, explican que aún falta mucha investigac­ión en la zona, pues de los 80 metros disponible­s para excavación, ellos solo exploraron dos. “Esto abre la posibilida­d de mostrar el potencial que tiene un lugar no muy lejos de Bogotá para entender cómo fue el norte de Surámerica durante un período que no conocemos”, comenta Cadena.

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/ Cortesía Andrés Alfonso y Edwin Cadena. Fósil correspond­iente a la mosca de mayo hallada en La Calera, Cundinamar­ca.
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/ Cortesía Pablo Realpe Ilustració­n de la mosca de mayo.
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