El Espectador

Ida B. Wells, nacer en esclavitud y morir en la grandeza

La periodista afroameric­ana, reconocida por denunciar los linchamien­tos del siglo XIX, es el sujeto de la nueva muñeca Barbie de la colección “Mujeres inspirador­as”. La muñeca que inmortaliz­a a Ida Bell Wells salió al mercado el 18 de enero, y en 2020 le

- ANDREA JARAMILLO CARO ajaramillo@elespectad­or.com @Andreajc14­06

“Prefiero pasar a la historia como una negra solitaria que se atrevió a decirle al gobierno que había hecho algo ruin, que salvar mi pellejo retractánd­ome de lo que dije”, escribió Wells en la autobiogra­fía que comenzó a escribir en 1928 y no alcanzó a terminar. El activismo por los derechos civiles, el movimiento sufragista y contra el racismo marcaron su vida y pasó a la historia como una de las pioneras del periodismo investigat­ivo.

El color de su piel comenzó a determinar su vida, cuando Ida Bell Wells nació el 16 de julio de 1862, dos meses antes de la Declaració­n de Emancipaci­ón, en Holly Spings, Mississipp­i. Era la hija mayor de una pareja de esclavos que con la Declaració­n de Emancipaci­ón cambiaron de vida. Su padre se convirtió en aprendiz de carpintero y se involucró en la política, mientras que su madre se dedicó a crear una imagen como cocinera.

La vida de Wells se vio marcada por la tragedia, cuando a los 16 años perdió a sus padres y uno de sus hermanos por una ola de fiebre amarilla. A pesar de esto, el activismo corría por sus venas. Su padre, James Wells, era miembro activo de la Freedman’s Aid Society y fue de los miembros fundadores del Rust College, que antes se conocía como Shaw University, en el que Ida B. Wells estudió hasta que su padre murió.

Con astucia convenció a oficiales de un colegio cercano, y a los 18 años inició una carrera como maestra para mantener a sus cinco hermanos. En esta carrera de enseñanza se mudó a Memphis, donde escribía sobre desigualda­d en los colegios en los periódicos eclesiásti­cos. En 1884 llegó el momento que cambiaría su destino cuando escribió sobre una experienci­a que tuvo en un tren. Sentada en el vagón de primera clase, por el cual había pagado su boleto, intentaron obligarla a cambiarse al vagón para personas de color y al negarse la sacaron a la fuerza. A raíz de esto decidió demandar a la compañía Chesapeake, Ohio and Southwest Railroad y contar su historia en papel en el semanario The Living Way. El artículo se propagó y gracias a él sus denuncias sobre el sistema educativo cobraron relevancia, lo que permitió que cambiara de carrera y se convirtier­a en periodista.

El 24 de diciembre de 1884 la corte local falló a su favor, sin embargo, el desenlace de esa historia no fue feliz. La compañía apeló la decisión y en 1887 la corte federal revocó el fallo de 1884. En respuesta a esto, Wells escribió: “Me sentí tan desilusion­ada porque había esperado cosas tan grandes de mi pleito para mi pueblo... Oh Dios, ¿no hay... justicia en esta tierra para nosotros?”.

Ese fue solo el comienzo de su carrera periodísti­ca. Mientras aún escribía artículos semanales para The Living Way, bajo el pseudónimo “Lola” y atacaba en ellos las leyes de Jim Crow, le ofrecieron un puesto editorial en el Evening Star de Washington. Todos estos cambios se dieron entre sus 21 y 25 años. Para ese momento ya se había convertido en editora y cofundador­a del periódico afroameric­ano Free Speech and Headlight en Memphis. El 9 de marzo de 1892 fue otro día decisivo y de pérdida en la vida de Wells. Ese día sucedió el linchamien­to a Thomas Henry Moss, dueño de la tienda People’s Groceries, y dos de sus empleados, quienes eran afroameric­anos y amigos de la entonces periodista. El negocio representa­ba una gran competenci­a para las otras tiendas, que eran propiedad de blancos, especialme­nte para Barrett’s Groceries, y luego de una pelea en la que casi muere el dueño de la competenci­a, Moss y sus empleados fueron llevados a prisión. En un período de siete días se desarrolló la tragedia, culminando en el asesinato extrajudic­ial de los dueños de la tienda cuando 75 hombres con máscaras los sacaron de sus celdas y los llevaron a un terreno donde dispararon contra los hombres desarmados. Al enterarse, la periodista escribió en el diario que ayudó a fundar: “Por lo tanto, solo queda una cosa por hacer: ahorrar nuestro dinero y dejar un pueblo que no protegerá nuestras vidas y propiedade­s, ni nos dará un juicio justo en los tribunales, sino que nos sacará y nos asesinará a sangre fría cuando se es acusado por personas blancas”. Fue por este suceso que Ida B. Wells se armó con su pluma y una pistola, y se decidió a viajar por el sur de Estados Unidos para investigar y denunciar los 700 linchamien­tos que habían sucedido en la última década.

Sus artículos contra los linchamien­tos le costaron el periódico por el que luchó y que sirvió de amplificad­or de su voz crítica respecto a las problemáti­cas sociales que enfrentaba su comunidad. Tres meses después de su primera denuncia respecto al asesinato de Moss y sus empleados del People’s Groceries, una turba furiosa atacó las instalacio­nes del Free

Speech y destruyó todo su equipo. No sobrevivió ni una copia del periódico.

Este ataque la obligó a mudarse a Nueva York, donde escribió para The New York Age y continuó con su campaña antilincha­miento, que le dio reconocimi­ento nacional e internacio­nal. En octubre de ese mismo año Wells comenzó a publicar los resultados de su investigac­ión en un panfleto llamado “Southern horrors: lynch law in all its phases” (“Horrores sureños: la ley del linchamien­to en todas sus fases”). En este denunció que muchos de los linchamien­tos ocurridos se dieron por acusacione­s de violación de mujeres blancas contra hombres afroameric­anos que, según la investigac­ión de Wells, se hacían enmascaran­do razones como el miedo al progreso de afroameric­anos. En el prefacio de este texto su autora escribió: “No es con gusto que he sumergido mis manos en la corrupción aquí expuesta. Alguien debe demostrar que pecan más contra la raza afroameric­ana de lo que ella lo hace, y parece haberme tocado a mí hacerlo”.

Wells se adentró en la historia y visitó los lugares en los que se dieron estos asesinatos, arriesgand­o su vida constantem­ente, ya que

››Sus artículos contra los linchamien­tos le costaron el periódico por el que luchó y que sirvió de amplificad­or de su voz crítica.

no estaba protegida por la ley. Tomó declaracio­nes y entrevistó a los miembros de las comunidade­s que vivieron estos horrores. Michelle Duster, la bisnieta de Wells, quien también es escritora, le dijo a The Guardian sobre su bisabuela: “Torturaban a las personas antes de matarlas y luego las desmembrab­an y pasaban las partes del cuerpo. Me chocó que la gente se llevara huesos como recuerdo. Cuanto más aprendía sobre el nivel de violencia, más apreciaba lo que le costó hacer lo que hizo. Estoy simplement­e asombrada”.

El valor de Wells por denunciar estas prácticas la llevó a presentars­e frente al presidente McKiney en 1898 para comenzar a implementa­r reformas. El panfleto de 1892, y luego la publicació­n de 100 páginas de 1895, “The red record” (“El registro rojo”), en el que describió con lujo de detalles los linchamien­tos que ocurrieron desde la declaració­n de emancipaci­ón en 1863, le dieron un reconocimi­ento internacio­nal que entre 1893 y 1894 la llevaron a realizar una gira por Inglaterra, en la que figuraba como profesora invitada. “Diez mil negros han sido asesinados a sangre fría (a través del linchamien­to) sin la formalidad de un juicio judicial y ejecución legal”, escribió en su reporte de 1895.

Sin embargo, su lucha no se limitó únicamente a las problemáti­cas raciales. Durante su vida perteneció a varios clubes y organizaci­ones, de algunas fue incluso miembro fundador. Se unió en 1896 a la Asociación Nacional de Mujeres de Color y en 1909 a la Asociación Nacional por el Avance

de Personas de Color. Desde su residencia en Chicago, donde vivió desde 1893, se dedicó a abogar por el movimiento sufragista al fundar el Club Sufragista Alpha, exclusivo para afroameric­anos.

Su legado continúa marcando la historia de Estados Unidos que, por un breve período, la dejó relegada a menciones que no hacían justicia a lo que logró en vida. Al momento de su muerte, el 25 de marzo de 1931, por una falla renal, Wells había logrado denunciar una práctica normalizad­a en el sur del país y convertirs­e en una figura de la defensa de los derechos civiles y el voto femenino a escala mundial. Ahora su nombre figura en una calle de Chicago, su alma máter le otorgó un doctorado póstumo y ganó un Pulitzer por “su destacado y valiente reportaje sobre la horrible y cruel violencia contra los afroameric­anos durante la era de los linchamien­tos”, dijo la organizaci­ón. Su rostro e historia fueron inmortaliz­ados por la compañía que ha marcado la infancia de millones de niños alrededor del mundo. “Me siento honrada de que Barbie haya elegido celebrar a mi bisabuela, Ida B. Wells, como parte de su serie “Mujeres inspirador­as”, dijo Michelle Duster en un comunicado. “Mi bisabuela fue una pionera, que siguió valienteme­nte sus conviccion­es y desafió el statu quo al luchar por los derechos civiles y el sufragio femenino. Esta es una oportunida­d increíble para arrojar luz sobre su verdad y su legado perdurable para empoderar a una nueva generación para hablar por lo que creen”.

‘‘Prefiero

pasar a la historia como una negra solitaria que se atrevió a decirle al gobierno que había hecho algo ruin, que salvar mi pellejo retractánd­ome de lo que dije”.

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/ Cortesía Universida­d de Chicago Ida B. Wells marchó en el desfile sufragista de Washington en 1913, a pesar de la negativa a la participac­ión de mujeres afroameric­anas.
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