Los seguros, los posibles y los colados
LES SALIÓ MUY BIEN EL PRIMER gran debate de candidatos presidenciales (y, además, presenciales) a los directores de El Tiempo y de la revista Semana. Enhorabuena.
Allí estaban y entre ellos, el próximo presidente de Colombia. Uno goza con la incertidumbre (“¿cuál ha de ser?, ¿cuál ha de ser, Dios mío?”), para luego de posesionado volverlo nada con críticas y disquisiciones de por qué no era el indicado. Vuelve el caso de Duque, a quien se le cobró enseguida la juventud, el haber sido funcionario del BID, hasta las manillas y, sobre todo, el haber sido factura política de Uribe.
De izquierda a derecha estaban Fico (Federico Gutiérrez), peludo y medio calvo, estilo Simón Bolívar, pose desenfadada; seguido por Petro, ya señor y sin melena, hablando de cosas de Estado, como quien atrae a viejos políticos clientelistas; seguido por Alejandro Gaviria, espigado, intelectual sin pose alguna, algo irascible, toreado como ha sido. Al rector lo seguía Íngrid, enflaquecida, recién llegada a pelear con su grupo, más conocida que ningún otro, además de llorada y querida por todos, no sólo por Petro.
Seguida Íngrid, tal vez, por Francia, como el nombre de su país; bien elocuente esta chica Francia Márquez, importante conocedora de todos los temas, llena de razones y de traje colorido que iluminaba el panel. A continuación, la propia Vicky, ponzoñosa y bonita, inteligente y capaz de mil cosas al tiempo. Seguida por Mompotes, el del sonoro apellido por mí desconocido y de primera vez escuchado como director de El Tiempo; buena voz, presencia, rostro dibujable. En medio de los directores estaba por ahí el exgobernador Romero, autocandidato por excelencia, quien daba la nota joven, porque lo es y por su vestimenta y peinado; en contraste, el exalcalde bumangués, ya por todos llamado Rodolfo, de rostro articulado, como recién golpeado y a punto de lanzar improperios contra la clase política, no importa si lo incluye a él, porque sabe que decirlos es del gusto de esta nueva sociedad que nació de las peloteras de ayer. Algunos amigos me comentan que él mismo se debe considerar menos viejo que Biden, menos joven que Duque e igual de loco que Trump, esto es, elegible.
Seguía, por supuesto, Fajardo, el gran Sergio; igual, ni más viejo, pero tampoco más joven, atacado por Petro sobre Hidroituango (porque es su verdadero rival y quien le ganaba al principio, antes de que las “ías” le recortaran el vuelo).
Poco espacio me queda para dos muy importantes: Óscar Iván, más curtido y fuerte, y ahora sin timideces políticas; como si le faltaran enemigos, le cayó el COVID-19. Y finalmente Galán, Juan Manuel, caballeroso, muy bogotano en su traje azul; perfil con el toque fisonómico paterno, inevitable; erguido y con trazas de desenvolverse aún más, como vimos crecer a su padre. Probable.
¡Ay, Egan! ¡Me duelen todos los huesos!