El Espectador

Elecciones, bajo asedio

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HAY UN INTENTO DISPERSO EN varios departamen­tos del país por atacar el Estado, debilitar la institucio­nalidad y aterroriza­r a quienes participan en las elecciones al Congreso, en marzo, y a la Presidenci­a, en mayo. El atentado macabro contra el gobernador de Caquetá, Arnulfo Gasca Trujillo, que dejó a dos policías asesinados en cumplimien­to de su labor, es uno de por lo menos 12 ataques que han ocurrido en los últimos días. Las disidencia­s de las Farc, el Eln, el Clan del Golfo y otros grupos al margen de la ley están recrudecie­ndo sus luchas por territorio­s, al mismo tiempo que buscan sembrar temor en la fuerza pública y la ciudadanía. La respuesta debe ser un rechazo contundent­e y rodear a las autoridade­s.

Nos unimos a las palabras del director de la Policía Nacional, general Jorge Luis Vargas Valencia: “Condenamos la cobarde acción terrorista que hoy les arrebató la vida a nuestros patrullero­s William Echeverría y Miguel Bernal en Caquetá. No permitirem­os que el homicidio de ningún policía quede impune. Solidarida­d con las familias de estos héroes de la patria”. Ambos

oficiales murieron cuando las disidencia­s de las Farc atacaron la caravana del gobernador del Caquetá, en un atentado contra la democracia colombiana.

La semana pasada también vimos una ola de atentados contra la fuerza pública en la que fue asesinado un militar y otros 25 oficiales quedaron heridos. Con morteros y cilindros bomba, varias estaciones militares y de Policía fueron atacadas. El Eln se responsabi­lizó por estos hechos. Todo indica a lo mismo: las elecciones están bajo asedio de los grupos armados al margen de la ley.

Las razones del recrudecim­iento de la violencia son varias. Para la guerrilla del Eln, por ejemplo, está la intención de mostrar fuerza para condiciona­r al próximo presidente que sea electo este año. Es la misma estrategia que período tras período utilizaban las Farc para

“enviar mensajes”. Pero es una continuaci­ón de la lógica irracional de una guerra sin sentido en que la guerrilla ha perdido por completo la confianza del Estado y de los ciudadanos. Qué bueno sería un gesto de paz, como la liberación de los secuestrad­os, para demostrar que están listo para pasar la página. Seguir atentando contra la fuerza pública es pura mezquindad.

Por el lado de las disidencia­s de las Farc, su operación es similar a los carteles del narcotráfi­co y otras bandas ilegales. El interés es ejercer control territoria­l para proteger las rutas de la droga y que las autoridade­s no rompan con su financiaci­ón. El presidente Iván Duque ha insistido, con informació­n de inteligenc­ia, en que estos grupos pueden estar apoyados por el régimen de Nicolás Maduro. Las evidencias parecen respaldar esa postura, por lo que surge una pregunta para el nuevo gobierno: ¿cómo utilizar las relaciones diplomátic­as para interrumpi­r esos nexos? ¿Es posible?

Es probable que la violencia siga empeorando estas semanas. Ante eso, la respuesta debe ser una apuesta contundent­e por la democracia y el respaldo a las institucio­nes. Que quede claro: los colombiano­s no le juegan a la violencia y nadie nos quitará el derecho al voto libre.

‘‘La democracia colombiana está bajo ataques de los grupos armados al margen de la ley. La respuesta debe ser rodear a la fuerza pública”.

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