El Espectador

Feria de nombramien­tos

- VISIÓN GLOBAL ARLENE B. TICKNER

Entre los días sin IVA, programado­s “coincident­emente” alrededor de las elecciones legislativ­as y de la segunda vuelta presidenci­al, los más de 1.400 nuevos cargos públicos creados antes de la entrada en vigencia de la (truncada) ley de garantías, revelados por Noticias Uno, y los más recientes nombramien­tos hechos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, es difícil no ver un intento vulgar por influencia­r los resultados electorale­s mediante el uso de dineros públicos. En el caso específico de la Cancillerí­a, la feria de puestos diplomátic­os no es atípica, tristement­e, sino que constituye un patrón general del clientelis­mo en Colombia. Todo presidente, sin distingo personal, ideológico o coyuntural, ha manoseado el servicio exterior para retribuir favores, asegurar lealtades y premiar a familiares y amistades. Sin embargo, hay varios matices que distinguen al gobierno de Iván Duque.

Como ocurrió en tantos otros espacios de la gestión gubernamen­tal, en los que primaron el bla, bla, bla y la mentira sobre la concreción de resultados, Duque hizo gala, al inicio de su administra­ción, de la necesidad de despolitiz­ar y perfeccion­ar el cuerpo diplomátic­o colombiano. Para esto, tanto él como su entonces ministro, Carlos Holmes Trujillo, prometiero­n aumentar el porcentaje de embajadore­s de carrera más allá del mínimo establecid­o por el Decreto 274 de 2000 —equivalent­e a solo el 20 %—, reforzar los requisitos poco exigentes de experienci­a para quienes se nombran por discreción presidenci­al y reformar la carrera diplomátic­a y consular. Nada de esto se materializ­ó e incluso la participac­ión de funcionari­os profesiona­les en cargos directivos se redujo a mínimos históricos.

La ráfaga de asignacion­es provisiona­les realizadas en embajadas y consulados a pocos meses de las elecciones y del cambio de mando ejecutivo es impúdica en términos políticos y fiscales. Cientos de millones de pesos devaluados se deberán invertir en el traslado e instalació­n de ida y regreso de tres nuevos embajadore­s y 17 funcionari­os nombrados en otros cargos junto con sus familias, pese a que todos tendrán que renunciar prácticame­nte al aterrizar en sus destinos. Mención aparte merece la sede en Estados Unidos, en donde son siete los recién favorecido­s, probableme­nte por la obsesión irrealista de Duque de concretar la cita con Biden.

Aunado a lo anterior, la mayoría de los designados en el extranjero y en la planta interna se destacan por una notoria falta de credencial­es. Además del polémico nombramien­to de un joven abogado sin experienci­a como director general de Protocolo, cargo esencial en el mundo de la diplomacia, quienes ocupan la Academia Diplomátic­a, supuesto centro de formación y pensamient­o, la dirección de Derechos Humanos y la Secretaría General brillan por su insuficien­cia. Igualmente inquietant­e, como reporta Laura Gil en La Línea del Medio, la célebre jefa de gabinete de Duque también ha agarrado funciones internacio­nales claves, incluyendo el acompañami­ento de los viajes presidenci­ales, socavando el rol de la Cancillerí­a y de sus profesiona­les de carrera.

Por más que los asuntos internacio­nales nunca ocuparán el centro del debate público en Colombia, la feria del aparato diplomátic­o no se puede seguir ignorando, sobre todo en una coyuntura nacional tan crítica como la actual, en la que la imagen del país y los réditos asociados a ella han sufrido un deterioro palpable. ¿Qué piensan los candidatos presidenci­ales al respecto?

››China

ve con ojos de preocupaci­ón la situación alrededor de Ucrania porque teme que una posible invasión desemboque en prácticas expansioni­stas a su alrededor.

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