El Espectador

Cuando el hambre no da otra opción que huir de casa

Aunque unos 1,7 millones de migrantes venezolano­s encontraro­n en Colombia un lugar para intentar superar la crisis, el panorama para algunos de ellos sigue siendo muy preocupant­e. En julio de 2021, casi el 64 % de los venezolano­s en Colombia tenía insegur

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Hace unos meses, Eroína Chávez nos contó que estaba pensando en regresar a Venezuela, pues la situación en Colombia tampoco era fácil para su familia. “Lo que gana mi esposo nos alcanza para medio comer, pero ahora estamos preocupado­s y muy apretados. Por el arriendo nos están cobrando $300.000 y por los servicios $450.000. Nosotros tenemos nuestra casita allá en Venezuela, pero trabajo no”, dijo la venezolana de 34 años.

La decisión es difícil, pues si decide volver a Venezuela debe encontrar trabajo en un país donde solo un tercio de las mujeres tiene ocupación, según la más reciente Encuesta de condicione­s de vida, y sobrevivir con un salario mínimo mensual de 7 millones de bolívares (US$2,50). La situación es tan grave que el Centro de Documentac­ión y Análisis para los Trabajador­es de Venezuela (CENDA) advirtió, en septiembre de 2021, que una familia necesitaba 145 salarios mínimos para cubrir gastos básicos en alimentaci­ón. En otras palabras, para esa fecha, el ingreso mínimo alcanzaba para comprar un desayuno al mes. Todo esto en un país donde el 94 % de sus habitantes está en algún nivel de pobreza.

Y aunque unos 1,7 millones de migrantes venezolano­s encontraro­n en Colombia un lugar para intentar superar la crisis, el panorama para algunos migrantes sigue siendo preocupant­e.

“Antes de la pandemia sí comíamos dos veces, pero cuando llegó el virus nos tocó comer una sola vez al día, porque no había mucho dinero. Yo tuve que ponerme a vender tinto, y correr para acá y para allá para poder hacer la plata del diario”, le contó una migrante venezolana en Colombia al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA).

Y es que los migrantes reportaron niveles significat­ivamente más altos de insegurida­d alimentari­a con respecto a la población residente, un asunto que no deja de ser preocupant­e para las comunidade­s de acogida en Colombia y los venezolano­s que llegan a nuestro país. Según datos del PMA, 7,3 millones de personas en Colombia necesitará asistencia alimentari­a este año. Y hasta julio de 2021, al menos 1,1 millones de venezolano­s en el país estaban en situación de insegurida­d alimentari­a.

De hecho, esta semana, la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia advirtió que la situación del hambre en el país “sí es crítica”, a pesar de los reparos del Gobierno a un informe publicado por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO por sus siglas en inglés).

Casi 21 millones de colombiano­s están en pobreza monetaria, con ingresos per cápita promedio de $331.000 mensuales, “lo que no les alcanza para comprar una canasta básica de alimentos”, afirman. Asimismo, 15,9 millones de colombiano­s consumen dos o menos comidas al día, mientras que cinco millones sufren o sufrieron desnutrici­ón crónica y hoy padecen sus secuelas.

El hambre y la migración en América Latina

“Cuando no puedes alimentar a tus hijos, la desesperac­ión te obligará a emprender un largo camino en busca de comida y seguridad”, dijo David Beasley, director Ejecutivo del PMA, quien advirtió que al menos 6,4 millones de personas en el Triángulo Norte están experiment­ando niveles críticos de hambre. Datos de la organizaci­ón indican que entre las personas que padecían hambre severa en esa región el 37 % dijo que tenía planes de migrar, y el 23 % había hecho preparativ­os concretos para hacerlo.

“Existe un vínculo directo entre la migración irregular y la seguridad alimentari­a, especialme­nte cuando la alimentaci­ón se ve socavada por el cambio climático, lo que puede conducir al desplazami­ento interno y externo de nuestras poblacione­s más vulnerable­s”, dijo hace unos meses Pedro Brolo, canciller guatemalte­co. Y es que ese país tiene la tasa de desnutrici­ón más alta de Centroamér­ica y la sexta más alta del mundo Pero el asunto no es preocupant­e solo en Guatemala; en general, conseguir comida en América Latina no siempre es fácil. El hambre en la región llegó a su punto más alto desde 2000, luego de un aumento del 30 % en el número de personas que padecieron hambre entre 2019 y 2020, según datos de la ONU. En tan solo un año, y en el contexto de la pandemia, de acuerdo con datos de la organizaci­ón, el número de personas que vivían con hambre aumentó en 13,8 millones, alcanzando 59,7 millones.

¿Qué hacer?

Además de eliminar las restriccio­nes al movimiento de migrantes y refugiados en las comunidade­s de acogida, expertos sugieren que es clave garantizar que las personas tengan acceso a mercados donde puedan obtener alimentos a largo plazo, esto para que los migrantes puedan dejar de depender de las raciones humanitari­as.

“En Siria, por ejemplo, en un sitio donde el agua destruyó los sistemas de riego, decidimos reparar esa infraestru­ctura y la comunidad logró producir 10.000 toneladas métricas más de trigo en un año de sequía. Estas 36.000 personas ya no requerirán la asistencia del Programa Mundial de Alimentos porque ahora están produciend­o su comida”, comentó Corinne Fleischer, directora regional para Oriente Medio y el norte de África del PMA. La experta agregó que la organizaci­ón creó puestos de trabajo, reparó escuelas, limpió hospitales, instaló sistemas de captación de agua y construyó caminos que ahora conectan las áreas remotas con mercados locales.

Tampoco hay que dejar de lado que el cambio climático está teniendo efectos de largo alcance en la productivi­dad agrícola y la seguridad alimentari­a. “Es una de las principale­s razones del número récord de personas que se ven obligadas a migrar de las zonas rurales a los pueblos y ciudades de todo el mundo”, se lee en un informe de la ONU. De ahí que Eva Mach de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) dice que es clave brindar educación agrícola y capacitaci­ón en métodos agrícolas sostenible­s. Algo que también podría incidir en la generación de empleos.

“Ayudar a las personas a construir medios de vida, adoptar técnicas de agricultur­a climáticam­ente inteligent­es, generar cultivos resistente­s a la sequía y construir estanques a prueba de tormentas puede abordar algunas de las causas fundamenta­les de la migración derivada del cambio climático”, sugieren expertos de la ONU.

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hambre en la región llegó a su punto más alto desde 2000, luego de un aumento del 30 % en el número de personas que padecieron hambre entre 2019 y 2020.

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/ AFP En 2020, el número de migrantes venezolano­s en Colombia superó los 1,7 millones de residentes.

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