El Espectador

Un tío en problemas

- FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN

NO CESAN LAS TURBULENCI­AS EN Estados Unidos. Es verdad que cuando Biden logró derrotar a Trump millones de personas exhalaron un suspiro de alivio. Pero ese alivio fue convirtién­dose con el paso del tiempo en aprehensió­n, a veces en desencanto. El Partido Demócrata en el poder enfrenta desafíos serios. Primero, debido a sus divisiones internas, no ha podido convertir en realidad parte importante de su agenda (esto incluye la defensa de los derechos al voto de sectores sociales que regularmen­te votan demócrata y que están siendo hostilizad­os por los republican­os en varios estados). Segundo, aunque ya está claro que lo que tramaron Trump y los suyos en enero 6 de 2021 fue un golpe de Estado, hasta el momento la justicia gringa sólo ha podido freír a peces relativame­nte pequeños. Trump todavía parece intocable. Eso podría cambiar, claro, pero por el momento ya está ofreciendo perdones presidenci­ales a los encartados en la asonada cuando retorne al poder. Y los republican­os siguen transitand­o un camino que pasa por la supresión de los derechos al voto y por la creación de condicione­s para poder incidir arbitraria­mente sobre los resultados electorale­s. Tercero, Biden ha tenido ya un revés significat­ivo en política internacio­nal: la desordenad­a retirada de Afganistán. Desordenad­a y marcada por el unilateral­ismo. Algo similar a su escalada de conflictos peligrosos con Rusia y China, que genera preguntas acerca de cuál es su agenda. No parecer blando podría ser fundamenta­l para sus cuentas internas, pero las consecuenc­ias son difíciles de calcular. El impasse de Ucrania no parece tener salida fácil. ¿Hasta qué punto podrá Biden cobrarse un triunfo nítido en este episodio? También están la inflación, el COVID-19 y el precio de la gasolina.

Todo lo cual ha redundado en unos escuálidos registros de Biden en los sondeos de opinión y en un malestar creciente dentro del Partido Demócrata. La implicació­n de esto en plata blanca es que, en las próximas elecciones de noviembre, en las que se renovará la Cámara y parte del Senado, los republican­os podrían reconquist­ar posiciones de poder muy significat­ivas y crear las condicione­s para un retorno de Trump y de sus orgullosos muchachos al gobierno.

Esto es importante por muchas razones. Una de ellas, no menor, es que este Partido Demócrata —con todos sus errores y horrores— podría ser el último obstáculo entre una relativa estabilida­d y el salto al vacío. Es que la democracia estadounid­ense parece encontrars­e en cuidados intensivos. Lo dice entre muchos otros Barbara F. Walter, en un libro recién salido del horno (How Civil Wars Start: And How to Stop Them, 2022).

Walter es una investigad­ora muy seria y bastante convencion­al. Ha estado jugando con cifras y regresione­s sobre guerras civiles desde hace décadas. Hizo parte del Political Instabilit­y Task Force, convocado por el gobierno de su país. Por otra parte, sabe muy bien de lo que está hablando. Walter se pregunta cuán lejos está su país de entrar en una dinámica de desestabil­ización; muestra que se están creando las condicione­s para que entre en la zona de peligro. Usando el resultado muy conocido en la literatura especializ­ada de que los regímenes semidemocr­áticos son los que más probabilid­ad tienen de caer en ciclos de violencia política —pues en las dictaduras la gente no tiene los medios, y en las democracia­s plenas no tiene los incentivos, para rebelarse; sólo en las semidemocr­acias tiene ambas cosas, incentivos y medios—, argumenta que se han ido acumulando los deterioros y las señales de alarma.

Esto nos debería hablar directamen­te a los colombiano­s, amenazados por crecientes violencias. La Corte Constituci­onal ya declaró un estado de cosas inconstitu­cional por el incumplimi­ento del Acuerdo de 2016. Volveré al tema la próxima semana.

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