Un tío en problemas
NO CESAN LAS TURBULENCIAS EN Estados Unidos. Es verdad que cuando Biden logró derrotar a Trump millones de personas exhalaron un suspiro de alivio. Pero ese alivio fue convirtiéndose con el paso del tiempo en aprehensión, a veces en desencanto. El Partido Demócrata en el poder enfrenta desafíos serios. Primero, debido a sus divisiones internas, no ha podido convertir en realidad parte importante de su agenda (esto incluye la defensa de los derechos al voto de sectores sociales que regularmente votan demócrata y que están siendo hostilizados por los republicanos en varios estados). Segundo, aunque ya está claro que lo que tramaron Trump y los suyos en enero 6 de 2021 fue un golpe de Estado, hasta el momento la justicia gringa sólo ha podido freír a peces relativamente pequeños. Trump todavía parece intocable. Eso podría cambiar, claro, pero por el momento ya está ofreciendo perdones presidenciales a los encartados en la asonada cuando retorne al poder. Y los republicanos siguen transitando un camino que pasa por la supresión de los derechos al voto y por la creación de condiciones para poder incidir arbitrariamente sobre los resultados electorales. Tercero, Biden ha tenido ya un revés significativo en política internacional: la desordenada retirada de Afganistán. Desordenada y marcada por el unilateralismo. Algo similar a su escalada de conflictos peligrosos con Rusia y China, que genera preguntas acerca de cuál es su agenda. No parecer blando podría ser fundamental para sus cuentas internas, pero las consecuencias son difíciles de calcular. El impasse de Ucrania no parece tener salida fácil. ¿Hasta qué punto podrá Biden cobrarse un triunfo nítido en este episodio? También están la inflación, el COVID-19 y el precio de la gasolina.
Todo lo cual ha redundado en unos escuálidos registros de Biden en los sondeos de opinión y en un malestar creciente dentro del Partido Demócrata. La implicación de esto en plata blanca es que, en las próximas elecciones de noviembre, en las que se renovará la Cámara y parte del Senado, los republicanos podrían reconquistar posiciones de poder muy significativas y crear las condiciones para un retorno de Trump y de sus orgullosos muchachos al gobierno.
Esto es importante por muchas razones. Una de ellas, no menor, es que este Partido Demócrata —con todos sus errores y horrores— podría ser el último obstáculo entre una relativa estabilidad y el salto al vacío. Es que la democracia estadounidense parece encontrarse en cuidados intensivos. Lo dice entre muchos otros Barbara F. Walter, en un libro recién salido del horno (How Civil Wars Start: And How to Stop Them, 2022).
Walter es una investigadora muy seria y bastante convencional. Ha estado jugando con cifras y regresiones sobre guerras civiles desde hace décadas. Hizo parte del Political Instability Task Force, convocado por el gobierno de su país. Por otra parte, sabe muy bien de lo que está hablando. Walter se pregunta cuán lejos está su país de entrar en una dinámica de desestabilización; muestra que se están creando las condiciones para que entre en la zona de peligro. Usando el resultado muy conocido en la literatura especializada de que los regímenes semidemocráticos son los que más probabilidad tienen de caer en ciclos de violencia política —pues en las dictaduras la gente no tiene los medios, y en las democracias plenas no tiene los incentivos, para rebelarse; sólo en las semidemocracias tiene ambas cosas, incentivos y medios—, argumenta que se han ido acumulando los deterioros y las señales de alarma.
Esto nos debería hablar directamente a los colombianos, amenazados por crecientes violencias. La Corte Constitucional ya declaró un estado de cosas inconstitucional por el incumplimiento del Acuerdo de 2016. Volveré al tema la próxima semana.