Cartas de los lectores Yo recuso
Tengo que empezar por aclarar que mi forma de entender el mundo no es igual a la de la mayoría de las personas. Se dice que la mayoría no se equivoca, pero esto no parece razonable. Son legión los ejemplos en que las mayorías actúan de manera poco clara. Baste mencionar la elección de Trump en Estados Unidos, la salida de Reino Unido de la Unión Europea o el consumismo masivo que destruye nuestro hábitat.
Es por ello que no entiendo las recusaciones que se formulan a los magistrados de la Corte Constitucional. Es claro que han sido elegidos por un órgano político y, al momento de votar por ellos, este toma en cuenta sus posturas ideológicas y políticas. Algunos se identifican claramente con ideas conservadoras, otros atienden ideas liberales o con marcado acento social. Por esa razón no cabe entender que se recuse a un magistrado o magistrada de la Corte Constitucional por el hecho de sostener determinada postura, y menos se entiende que los demás miembros de esa corporación acepten su recusación por tales razones.
La recusación ha sido concebida como un instrumento válido para apartar de las decisiones judiciales a aquellos jueces o magistrados que tengan interés personal en el asunto, lo que debe entenderse como algo que lo beneficia personalmente a él, a sus parientes o amigos, y debe tratarse además de un beneficio real y cierto. En los demás casos, cuando se trata de sus posturas ideológicas, de sus formas de entender y enfrentar el mundo, de sus concepciones políticas o religiosas, de sus creencias y convicciones, no hay lugar a plantearlo, porque se sabe de antemano su pensamiento. Esto, bajo el entendido de que, al decidir, lo harán con independencia y autonomía.
Si se acepta que no pueden votar determinada materia tomando en cuenta su postura ideológica o política, ninguno de ellos podría decidir sobre el aborto, porque todos tienen posiciones éticas, religiosas, políticas e ideológicas al respecto, unos a favor, otros en contra. Cabe discutir que la recusación procede porque el recusado se ha pronunciado al respecto sobre esos temas públicamente, pero en el caso de los magistrados de la Corte Constitucional solo podrían elegirse aquellos que nunca han expresado nada sobre ningún aspecto. No solo porque una de las razones de su elección es precisamente su postura ideológica y política, sino porque la mayoría de ellos escriben, dictan clase, opinan en foros y participan en discusiones, así estas sean académicas, y tienen ideas y puntos de vista sobre la mayor cantidad de materias posibles, precisamente porque deben decidir sobre ellas.
A esto debe agregarse que las decisiones que toma la corporación no dependen del criterio de un magistrado, sino de los nueve que la integran, donde hay toda clase de tendencias, porque al hacerlo deben consultar el interés general o el que sea más favorable a la población. Sinceramente las recusaciones planteadas en este caso nos sitúan en el extraño mundo de subuso.