La hormiga y la arena
LAS HORMIGAS ME HAN INTERESADO siempre porque son ubicuas y uno se las encuentra hasta en la sopa. De aquí mi fobia hacia estas criaturas y también mi erudición en materia formicológica. Sé, por ejemplo, que son como ganaderos feudales. Crían pulgones (hemípteros de un milímetro de longitud) y los ordeñan para extraerles una deyección azucarada que las hormigas aman con frenesí. A cambio, las hormigas los protegen de sus predadores. No hay prueba de que siembren, pero desmalezan, cosechan, almacenan y fumigan con ácido indolacético (C10H9NO2), sustancia que asperjan sobre los cultivos y las bodegas por una glándula abdominal. Estoicas sin aspavientos, trenzan sus cuerpos para tender puentes sobre los riachuelos, así mueran miles de hormigas en la empresa, porque lo importante es la colmena, no el individuo (¡aprenda, Homo brutus!). Tienen dos ojos facetados y tres cerebros que pueden trabajar en paralelo, como los hemisferios de las mujeres.
Lo que ignorábamos es que saben contar. Según estudios recientes, se orientan contando los pasos, al menos así lo haría la variedad Cataglyphis, una hormiga del Sahara. Estas hormigas salen a buscar alimento al mediodía, cuando la temperatura supera los 50 °C, los predadores están en sus cuevas y sobre la arena candente hay toneladas de insectos achicharrados, su comida favorita.
Las exploradoras salen primero y recorren los alrededores del hormiguero en zigzag para “barrer” bien un área y regresar rápido a la frescura del hormiguero. Cuando una brigada de exploradoras encuentra un buen yacimiento de “chicharrones”, regresa al hormiguero en línea recta (por orientación solar) y le da las coordenadas del yacimiento a la colmena, la dirección y la distancia exactas.
La hipótesis más aceptada conjetura que la Cataglyphis sabe medir longitudes con sus pasos y comunicarle la información al hormiguero.
Hay un experimento que parece comprobar esta conjetura. Unos investigadores tomaron dos grupos de exploradoras: a las del primer grupo les cortaron las puntas de las patas y a las del segundo les pusieron zancos. Al principio, ambos grupos se extraviaron. Las primeras, porque sus pasos eran más cortos, y las del segundo, porque eran más largos, especulan los formicólogos. Pero luego de algunas exploraciones las Cataglyphis ajustaron su “metro” y todo volvió a la normalidad.
P. S. 1. Aunque las hormigas perciben algunos sonidos gracias a unos tímpanos rudimentarios situados en las patas, su sentido estrella es el olfato. El mundo de la hormiga es una abigarrada paleta de olores; por eso su lenguaje es básicamente odorífero. Casi todas las comunicaciones de la colonia: órdenes, alarmas, coordinación de tareas, señales de galanteo, invitaciones a orgías y lanzamientos de desafíos, se realizan por medio de secreciones de feromonas. Es por esto que las reacciones del hormiguero son inmediatas y colectivas. Si una hormiga se asusta, toda la colmena experimenta la misma sensación de manera simultánea. No obstante, un “guerrero” aplomado puede tranquilizarlas emitiendo una fragancia sedante. “Calma, chicas, todo va a estar bien”.
P. S. 2. ¿Cómo han lograron estos pites semejante armonía social? ¿Es el hormiguero una república de reflejos? ¿Una anarquía civilizada? ¿Obran por inteligencia previa o por concierto espontáneo? ¿Han descubierto la fórmula social perfecta? ¿Es el amor su clave? ¿Cada hormiga es una célula complejísima de ese animal magnífico, la colmena? ¿Son tan dichosas como parecen o se trata sólo de un infierno bien aceitado, un mundo tan “feliz” como el de Huxley? Todos estos interrogantes serán discutidos cuando tengamos a punto una materia inédita, la filosofía formicológica.